¿Quién se queda con Luis Alfredo Ramos?

Conservadores y uribistas ven en el exgobernador una opción de poder para el 2018, pero los acercamientos de Ramos con el santismo azul han comenzado a marcar las primeras divisiones en torno a su nombre.

Lorena Arboleda Zárate
15 de mayo de 2017 - 02:53 a. m.
La Corte Suprema de Justicia aún no resuelve la situación jurídica del exgobernador, ya en libertad.  / Archivo El Espectador
La Corte Suprema de Justicia aún no resuelve la situación jurídica del exgobernador, ya en libertad. / Archivo El Espectador

Con un panorama tan incierto como el que se pinta para las elecciones del año entrante, la única realidad que se puede concluir de forma anticipada es, quizá, la más predecible: ningún partido político podrá ser opción de poder si no llega a primera vuelta con una convergencia consolidada. Y entre los egos naturales que giran en torno a cualquier colectividad, se prevén, además, dificultades mínimas como, por ejemplo, qué fuerzas políticas encabezarán esas alianzas. Se da por descontado que los partidos de la Unidad Nacional (Liberal, la U y Cambio Radical), buscarán candidato propio. Pero lo que aún no se sabe es si el Partido Liberal volcará su caudal electoral en la candidatura de Germán Vargas Lleras y le negará su aval a Humberto de la Calle. Y en el caso de la U, que, en particular, no tiene un candidato lo suficientemente atractivo, no podrá darse el lujo de decirles no a las coaliciones.

Eso ha derivado, incluso, en ideas como promover un gobierno de transición. Sectores de izquierda y de la denominada centro-derecha podrían unirse para evitar que las amenazas de la “extrema derecha” den al traste con los logros alcanzados en el Acuerdo de Paz con las Farc. Pero ¿quiénes hacen parte de esas fuerzas de derecha que prometen “hacer trizas” lo pactado con la guerrilla? Indudablemente, el Centro Democrático se ha convertido en la principal fuerza opositora al gobierno del presidente Santos y a su principal bandera, y eso quedó demostrado el 2 de octubre del año pasado. El uribismo ha prometido modificar los textos de La Habana si llega a la Casa de Nariño en el 2018.

Para que eso ocurra deben cumplirse ciertas condiciones, como lo expuso el expresidente Álvaro Uribe, particularmente una gran alianza con sectores afines a su partido, y pareciera ser que la respuesta obvia es el Partido Conservador. El exprocurador Alejandro Ordóñez y la exministra Marta Lucía Ramírez no han ocultado sus pretensiones políticas y ya han sostenido diálogos con el uribismo al respecto. Pero, curiosamente, los palos en la rueda que se les atraviesan a ambos precandidatos están tanto en el uribismo como en la colectividad azul. El uribismo, además de tener precandidatos presidenciales claros, no quiere hacer coaliciones con un partido dirigido por el senador Hernán Andrade, abiertamente santista. No es casual que Uribe haya aclarado que la convergencia la debe liderar el expresidente Andrés Pastrana. Y del lado de los godos, porque no es tan claro que quieran avalar a un candidato que desdice de su bancada parlamentaria y no la baja de “enmermelada”.

Por eso, en medio de la baraja de los presidenciables, ha cobrado mayor fuerza el nombre de Luis Alfredo Ramos. Desde que la Corte Suprema de Justicia lo dejó en libertad, se empezaron a mover las cartas alrededor de su nombre como eventual candidato. El exgobernador de Antioquia, surgido de las bases conservadoras, también es muy cercano al Centro Democrático. Tanto así que su hijo, el senador Alfredo Ramos, fue avalado por ese partido. Y su nombre, a pesar de que aún no se ha resuelto su situación jurídica por supuestos nexos con grupos paramilitares, va repuntando en las encuestas, mientras otros parecen no despegar. Así que el Partido Conservador ha abierto una nueva puerta para hacerse con el triunfo electoral.

El presidente de la colectividad azul, Hernán Andrade, le confirmó a este diario que ha sostenido tres encuentros con Ramos desde que fue dejado en libertad. Dos en un prestigioso hotel en el norte de Bogotá y otro más durante una cena organizada por el excongresista conservador Jorge Eliseo Cabrera, en su casa. “Hemos hablado de política y nos ha adelantado temas como que, por ejemplo, su hijo Alfredo Ramos no irá en las listas al Congreso por el Centro Democrático; que se siente conservador y que quiere buscar el aval de nuestro partido”, dijo Andrade a El Espectador.

Otros miembros del Directorio Nacional que también se reunieron con Ramos afirman que el mensaje que quiso lanzar al revelar la decisión de su hijo de no regresar al Congreso es el distanciamiento con el uribismo. No obstante, el senador Ramos explicó que no regresa porque tiene pretensiones electorales, ya sea en la Alcaldía de Medellín o en la Gobernación de Antioquia. En todo caso, la noticia sobre las reuniones entre Ramos y el presidente del Partido Conservador no han caído bien en el Centro Democrático. Especialmente porque ha trascendido que una de las opciones que le habrían planteado a Ramos sería proponerle al uribismo que apoye su candidatura por el conservatismo a la Presidencia y que la colectividad del expresidente Uribe escoja la fórmula vicepresidencial.

“Para Ramos, sería muy malo dejarse apoyar de Andrade y sus amigos. No es coherente hacer una coalición con los enmermelados”, dijo un congresista muy cercano al expresidente Uribe. Si esto se consolida —según voces cercanas a Ramos—, el exgobernador le estaría respondiendo a Uribe Vélez con la misma moneda por lo que habría considerado una traición en 2015: negarle el aval a la excongresista Liliana Rendón —de su ala política— para aspirar a la Gobernación de Antioquia. Para algunos, el detonante del distanciamiento entre Ramos y Uribe.

Y un punto adicional que marcará aún más las divisiones entre el Centro Democrático y el Partido Conservador es la presidencia del Congreso, que quedará en manos del senador Efraín Cepeda, otro legislador de talante santista. “Las coaliciones deben ser entre sectores afines y que no hayan estado comprometidos con el gobierno de Santos”, dijo otro senador del Centro Democrático. Pero para evitar que eso ocurra, se ha rumorado que, una vez Cepeda asuma la presidencia del Senado, la colectividad “romperá cobijas” con el Gobierno. Postura que fue desmentida por el senador. “Sería un acto de incoherencia política si después del 20 de julio decidimos retirarle el respaldo a la paz. A quienes hemos estado jugados con el Acuerdo Final, no nos queda bien retirar un apoyo de esa naturaleza”, explicó Cepeda.

Entonces, a estas alturas del partido, son más los factores que dividen que los que unen a los dos sectores más importantes de la supuesta “ultraderecha” colombiana. Conservadores y uribistas gravitan alrededor de Ramos, un hombre curtido en la arena política, pero lo que menos quiere el partido del expresidente Uribe es marcar una postura que comprometa la ideología del Centro Democrático al aliarse institucionalmente con los azules santistas. De momento, la única respuesta que da Alfredo Ramos, el hijo del exgobernador, es clara: “Nos da temor que se utilice desde ya el nombre de mi padre, porque empiezan muchas presiones políticas sobre la Corte y nos preocupa que, al ser público su caso, se empiece a dilatar su proceso”.

Por Lorena Arboleda Zárate

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