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El relato del 9 de marzo de 1990

En calidad de consejero presidencial, hace 30 años Rafael Pardo Rueda fue el jefe negociador del gobierno Barco que firmó la paz con el M-19. Su versión compartida y su testimonio de ese momento, dejan un documento que preservará la historia.

30 de mayo de 2020 - 02:34 a. m.
Rafael Pardo cuenta su visión sobre el proceso de paz con el M-19.
Rafael Pardo cuenta su visión sobre el proceso de paz con el M-19.

La paz entre el gobierno de Virgilio Barco y el M-19 se logró en uno de los momentos más difíciles de la historia contemporánea de Colombia. En medio de la ofensiva narcoterrorista de Los Extraditables, la barbarie desatada por la Casa Castaño aleccionada por mercenarios extranjeros, y la persistencia de las demás guerrillas en la vía armada. Junto a Carlos Pizarro, el otro líder de esa transición a la legalidad fue Rafael Pardo Rueda. Tres décadas después de estos acontecimientos, el exconsejero presidencial, exministro y excandidato presidencial aporta un relato que recobra con precisión esa memoria.

El libro se titula 9 de marzo de 1990 y se divide en tres partes. Una presentación en la que el autor aporta reflexiones sobre el significado de negociar la paz en Colombia y las lecciones que quedan. La minuciosa narrativa de la negociación con el M-19, con los contextos necesarios, su testimonio inédito, y las versiones paralelas que, con virtudes de entrevistador, Rafael Pardo añade para que otros protagonistas aporten su versión. Vera Grave, Ricardo Santamaría, Antonio Navarro, Otty Patiño, María José Pizarro, Carlos Eduardo Jaramillo, Everth Bustamante y Carlos Alonso Lucio.

En síntesis, se trata de un texto que recobra días determinantes de Colombia, y se advierte que el autor lo hizo con el propósito de no quedarse con nada que no deba saberse, y con el rigor de quien administra contextos, voces y relato. Lo que pasó se suelta como si volviera a vivirse. Y cuenta que todo empezó en una reunión en el apartamento de Pilar Calderón, cuando un joven llamado Carlos Alonso Lucio lo buscó para hablar del M-19. Él tenía 36 años y había sido nombrado Consejero Presidencial para la Normalización, extraño cargo creado para que el Plan Nacional de Rehabilitación frenara una guerra.

Entonces vino el secuestro de Álvaro Gómez Hurtado. El presidente Barco en Portugal, el teléfono rojo para que las Farc confirmaran que ninguna de sus estructuras era responsable, y luego el M-19, Panamá, la reunión en la Nunciatura con Antonio Navarro, y los contactos que quedaron para volver a intentarlo. Todo lo va contando Rafael Pardo en su libro con la secuencia al vuelo. Desde la primera reunión en Corinto (Cauca) hasta el anuncio del presidente Barco en diciembre de 1988 que había proceso de paz. Y luego la bitácora de una negociación creativa desde las mismas formas para encontrarse.

Un hombre varado al borde de una vía hacia el alto de La Línea con un mensaje lacónico hacia donde dirigirse. Un señor de sombrero blanco grande en la plaza de El Espinal con otro dato del recorrido. Detrás de una moto, por un camino de tierra, hasta una casa sin luz en un resguardo indígena en el sur del Tolima. Con la fotografía de sus recuerdos describe Rafael Pardo el camino a Carlos Pizarro, que apareció con sombrero de paja blanco, mientras él y sus compañeros de viaje habían gastado doce horas en carro y dos a pie. Tan real como el regalo que le llevó, el Bolívar de Gilette Saurat.

Lo resalta Rafael Pardo en el escrito introductorio de su obra, “la generación de confianza es el mantra”, y por esta señal y guía llegó el instante de cerrar el primer trato, cuyo texto fue armado a cuatro manos en una máquina Olivetti. Luego fue Santo Domingo, con “un cementerio tan grande como un pueblo colonial”, donde el desafío era evitar que el debate se volviera interminable. Se resolvió por otra vía que resalta el autor en sus apuntes: “no se negocia el Estado, se negocia el alzamiento”. El dilema era que la situación del país ciertamente era aterradora en 1989 y todo parecía una utopía lejana.

Habían asesinado a Luis Carlos Galán, los carros bomba tenían amedrentada a la sociedad, se había hundido la reforma constitucional por el ardid de un grupo de congresistas tratando de acodarle un referendo en favor o en contra de la extradición. Pero la suerte estaba echada, como anotó Pizarro cuando apostó a la paz y, junto a Rafael Pardo, el jefe del M-19 firmó el acuerdo el 9 de marzo de 1990, sin saber que la muerte lo esperaba en un avión 48 días después. Ese día, Pardo viajaba a El Salvador para compartir su experiencia, y se devolvió para constatar como Antonio Navarro salvó el proceso.

Lo detalla en su libro Pardo cuando cuenta que en una reunión con el presidente Barco, Horacio Serpa y tres acompañantes del M-19, vio como Navarro pidió un espacio en televisión y, cuando le fue concedido, anotó sus palabras en un cuaderno escolar. Después recuerda su gesto en televisión con su clamor para que Carlos Pizarro fuera enterrado en paz, y su petición de que esa misma paz en Colombia tuviera una nueva oportunidad. Catorce meses duró la negociación, hace treinta años se concertó ese camino de paz que sigue activo, y ahora Rafael Pardo aporta una versión que preservará la historia.

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