Saber ganar y saber perder

Gilberto Toro, director ejecutivo de la Federación Colombiana de Municipios, invita a todos los aspirantes a los cargos de autoridades locales y regionales a asumir la victoria con humildad y la derrota con valentía.

Especial para El Espectador
27 de octubre de 2011 - 12:53 p. m.

El 4 de noviembre de 2008, John McCain, senador republicano, multimillonario, blanco y de ojos azules, fue derrotado en las elecciones presidenciales por Barack Obama, senador demócrata, afroamericano, de origen humilde. Esta fecha quedó en la historia de la humanidad como el día en que por primera vez un afrodescendiente ganaba la Presidencia de los Estados Unidos.

Al conocerse los resultados electorales, el perdedor apareció en televisión diciendo lo siguiente: “Señor Presidente (refiriéndose a Barack Obama) he aquí un ciudadano más que está esperando sus órdenes para preservar el Estado de la Unión y para superar las dificultades por las que atraviesa el país”. Barack Obama apareció después agradeciendo el gesto de su contendor e invitando a todos los ciudadanos del país, demócratas y republicanos, a ser uno solo en la lucha por sacar adelante a la nación.

Los perdedores de las elecciones presidenciales en los últimos 15 años no soportaron la adversidad electoral y ‘mostraron el cobre’. Basta revisar sus discursos de aceptación de la derrota para constatarlo. En la política como en la vida, se tiene que aprender a ganar y a perder, pero sobre todo a perder, pues un candidato no se puede descomponer alegando contra un resultado que escapa a su voluntad. Y mucho menos yendo contra las reglas de juego y las oportunidades, que mal que bien, siempre fueron las mismas para todos.

El presidente Juan Manuel Santos, ganador en las últimas elecciones, en su discurso de celebración, invitó a todos sus oponentes a que se sumaran a un gobierno de unidad nacional en el que se comprometía a sacar adelante sus banderas electorales más importantes. Hoy, apenas un año largo después de su posesión, han sido aprobadas en el Congreso de la república la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras y un severo Estatuto Anticorrupción, que tuvieron origen en partidos políticos distintos al que lo llevó a la Casa de Nariño.

Así se debe asumir el triunfo, con humildad, con sencillez y si esto no es posible, por lo menos sin arrogancia. Recuérdese que el triunfo como la derrota son transitorios, que se gana para gobernar a ganadores y perdedores, y con estos últimos, habrá que ser más comprensivos y generosos. Los perdedores deben recordar que se es más grande cuando se acepta la derrota con dignidad, que en la política los cambios son más rápidos de lo que uno imagina, y lo mejor, que no hay derrotas definitivas.

Gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y candidatos fallidos, la vida sigue siendo la misma. No hay triunfos ni derrotas definitivas, no hay nada nuevo ante los ojos del sol.
 

Por Especial para El Espectador

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