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Santos les dijo a las Farc que '¡Es hora de desistir!'

'A los cabecillas que quedan les digo: Piénsenlo, piénsenlo muy bien, porque la intransigencia sólo lleva a la muerte o captura por nuestras tropas', dijo Santos.

El Espectador
06 de noviembre de 2011 - 10:30 a. m.

El presidente Juan Manuel Santos en alocución presidencial este sábado volvió a referirse al operativo que permitió dar con el paradero de ‘Alfonso Cano’.

Tras felicitar varias veces a quienes llama los “héroes de la Patria”, el Jefe de Estado en varias ocasiones les recordó a las Farc que el futuro que les espera si no aceptan dejar las armas y desmovilizarse.

Por eso, recordó que “la cúpula de las Farc se va derrumbando como un castillo de naipes”.

“El tiempo de las Farc se sigue agotando. A los cabecillas que quedan les digo: Piénsenlo, piénsenlo muy bien, porque la intransigencia sólo lleva a la muerte o captura por nuestras tropas”.

Además, una vez llamándolos a la desmovilización, señaló con contundencia: “¡Es hora de desistir!”.

Y les insistió que tomen ejemplo de la ETA, que a principios de octubre, decidió dejar las armas. “En el mundo entero se han acabado los grupos que utilizan la violencia como forma de lucha –el último en abandonar las armas fue el ETA en España–. Las FARC deben seguir su ejemplo”, agregó el Jefe de Estado.

Sin embargo, Santos también les recordó a las Farc los golpes que han sufrido en los últimos tiempos.

“Las Farc –y su carrera absurda de violencia que ya alcanza casi medio siglo– han llegado a un punto de quiebre. Cayó Martín Caballero, cayó el Negro Acacio, cayó Martín Sombra, cayó Raúl Reyes, cayó Iván Ríos a manos de sus propios hombres, murió Tirofijo asediado por la ofensiva de nuestras tropas, cayeron César y el Paisa, cayó Jojoy… y hoy contamos a la historia que cayó su número uno, Alfonso Cano”, agregó.

Alocución

Popayán, 5 de noviembre de 2011
Queridos compatriotas:
Les ofrezco disculpas por volverlos a interrumpir.

La semana pasada lo hice unos minutos para resaltar la importancia del proceso electoral que estábamos a punto de cumplir, y hoy lo hago para confirmarles que Alfonso Cano, el número 1, el máximo cabecilla de las Farc, cayó abatido en las montañas del Cauca, en una ofensiva certera de nuestras Fuerzas Armadas.

Hoy les hablo desde Popayán, la capital de este sufrido departamento que tanto ha sido golpeado por los ataques de la guerrilla; cuya población tanto ha padecido sus bombas, sus minas antipersona, sus extorsiones y secuestros.

Cano cayó aquí, en el Cauca, y aprovecho para agradecer hoy al gobernador González, a las autoridades caucanas y a todos los caucanos por su coraje y decisión para apoyar a nuestras Fuerzas Armadas y resistir el terrorismo de las Farc.

Alfonso Cano fue abatido en una operación impecable de nuestras Fuerzas Militares y nuestra Policía, basada en un largo y preciso trabajo de inteligencia.

No fue un golpe aislado, sino el fruto de una estrategia que venimos adelantando por meses y de la perseverancia del Estado y su fuerza pública en la lucha contra las Farc.

Es una estrategia que –no más este año– ha significado 1.317 guerrilleros desmovilizados, 1.491 capturados y 356 dados de baja.

Cano cayó gracias al valor y la entereza de soldados humildes, grandes colombianos, que no temieron adentrarse en los montes y las selvas para perseguirlo y neutralizarlo.

Su caída es, sin ninguna duda, el golpe más importante que se haya dado en la historia de la lucha contra este grupo subversivo.

Su caída es una victoria del pueblo colombiano que está hastiado de la violencia y –de manera muy especial– es una victoria de nuestras Fuerzas Armadas que día a día, con abnegación y sacrificios, vienen librando una lucha sin pausa en todo el territorio de nuestro país para consolidar la paz y la seguridad.

Hoy quiero felicitar, en nombre de los colombianos, al ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón; al comandante general de las Fuerzas Militares, general Alejandro Navas; al jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares, general José Javier Pérez; al comandante del Ejército, general Sergio Mantilla; al comandante de la Fuerza Aérea, general Tito Pinilla; al comandante de la Armada, almirante Roberto García Márquez, y al director general de la Policía, general Óscar Naranjo.

Por supuesto, mi felicitación más efusiva va para todos los soldados de tierra, mar y aire, y todos los policías de Colombia, que nunca dejan de luchar, que jamás – ¡jamás! – han bajado la guardia, que combaten con vocación y valor para desterrar el terrorismo y la violencia de la faz de nuestra patria.

Éste triunfo es de ellos. Este triunfo es de las valientes Fuerzas Armadas de nuestro país.

De los que día y noche, de manera silenciosa, en las montañas, en los ríos y en las selvas, persiguen a los criminales y protegen a todos los colombianos.

Este triunfo se debe a que nuestros soldados y policías, como bien dice el comandante de las Fuerzas Militares, tienen y han tenido “fe en la causa”.

¡Gracias! ¡Gracias una y mil veces a los héroes de Colombia!

Las Farc –y su carrera absurda de violencia que ya alcanza casi medio siglo– han llegado a un punto de quiebre.

Cayó Martín Caballero, cayó el Negro Acacio, cayó Martín Sombra, cayó Raúl Reyes, cayó Iván Ríos a manos de sus propios hombres, murió Tirofijo asediado por la ofensiva de nuestras tropas, cayeron César y el Paisa, cayó Jojoy… y hoy contamos a la historia que cayó su número uno, Alfonso Cano.

Porque la cúpula de las Farc se va derrumbando como un castillo de naipes.

Este certero golpe no será el único, y no es motivo de triunfalismo en el Gobierno ni en nuestras Fuerzas Armadas.

El Gobierno continúa con su campaña de restablecer la autoridad del Estado en todo nuestro territorio.

Seguiremos llegando hasta el último rincón de nuestra geografía, y no sólo con nuestras Fuerzas Armadas sino con todo el Estado y sus servicios sociales y de justicia.

Quedan muchos todavía, en los rincones de Colombia, que insisten en el camino equivocado de las armas y el terror, y deben saber que también les vamos a llegar.

A los guerrilleros les digo: el Gobierno no quiere que se derrame más sangre de colombianos en nuestro suelo. El tiempo de las Farc se sigue agotando.

No ofrezcan sus vidas por un proyecto fracasado, por defender a unos jefes intransigentes. ¡Desmovilícense! Porque eso es lo que estamos acabando de derrotar hoy: la intransigencia.

Hace un año derrotamos la intransigencia militar de las Farc con la baja del Mono Jojoy. Hoy hemos derrotado la intransigencia política de las Farc con la caída de su máximo cabecilla, Alfonso Cano.

Alfonso Cano dedicó su vida a la violencia y al ataque a sus compatriotas, y perdió la oportunidad de hacer la paz, perdió la oportunidad de construir país, como lo hacemos todos los colombianos con nuestro trabajo.

Décadas de violencia no consiguieron nada, no mejoraron nada: sólo significaron dolor y muerte, sólo ayudaron a perpetuar la pobreza y el atraso.

Hoy estamos derrotando el dogmatismo, el extremismo político y aislado de la realidad; de la realidad de un país que está cambiando, que no quiere saber más de la violencia, que no quiere saber más de las Farc, sino que quiere construir y aprovechar las inmensas oportunidades que se nos están presentando para salir adelante, para sacar a la población de la pobreza, para recuperar el campo y las tierras, para crear prosperidad para todos.

Los guerrilleros deben saber que tienen dos caminos frente a sí: O se desmovilizan, y gozarán de todas las garantías del Estado, o insisten en la violencia, y en tal caso –como a sus cabecillas– sólo les espera la cárcel o la tumba.

A los cabecillas que quedan les digo: Piénsenlo, piénsenlo muy bien, porque la intransigencia sólo lleva a la muerte o captura por nuestras tropas, como les pasó a Jojoy y a Cano, o ¬–en el mejor de los casos– a la muerte natural en un lugar recóndito de la selva, sin poder disfrutar de sus familias y de una vida normal.

Ha quedado demostrado que la violencia no paga. ¡Es hora de desistir!

En el mundo entero se han acabado los grupos que utilizan la violencia como forma de lucha –el último en abandonar las armas fue el ETA en España–. Las FARC deben seguir su ejemplo.

De nuestra parte –repito¬– no caeremos en triunfalismos ni bajaremos la guardia. Necesitamos consolidar la paz y la seguridad en todo nuestro territorio, porque la seguridad es el requisito indispensable para seguir creando empleo para los colombianos, para que el país siga progresando, para que millones de compatriotas salgan de la pobreza.

El día en que superemos definitivamente esta historia de dolor y muerte que han significado las FARC, nuestro país podrá doblar al fin la página y dedicar todos sus esfuerzos a lo que queremos y necesitamos: más trabajo digno y de calidad, y más ingresos y oportunidades para todos.

Hoy más que nunca llamo a la Unidad Nacional para que sigamos avanzando hacia un mañana de prosperidad y de justicia para todos.

Por El Espectador

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