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Se buscan mujeres para aspirar al Congreso

Partidos políticos coinciden en las dificultades para completar la cuota de participación femenina en sus listas.

Andrea Forero Aguirre / Vanessa Romero
17 de enero de 2010 - 09:00 p. m.

En la confección de listas al Congreso de la República, para los comicios de 2010, los partidos políticos se han encontrado con un preocupante panorama: hay candidatos, pero muy pocas candidatas. Según la Ley de Cuotas, en dichas listas tres de cada 10 aspirantes (30%) deben ser mujeres, pero hallarlas no ha sido nada fácil.

Las explicaciones son muy variadas. Para el secretario general de Cambio Radical, Antonio Álvarez Lleras, el problema es de todos los partidos y su teoría es que las mujeres prefieren cargos como gerencias de banco, les gusta mucho la parte económica y, definitivamente, la política no les llama la atención. “He hecho toda clase de esfuerzos, incluso en clases universitarias he tratado que la política conquiste a este género, pero por cada mujer aparecen 10 hombres interesados en el tema”, afirma.

En Cambio Radical el problema es tan grave que, según Álvarez Lleras, en la conformación de lista al Senado “hasta el momento en los primeros 20 puestos sólo hay una mujer”. A ello se suma el hecho de que dos de las figuras femeninas con las que contaba la colectividad, la senadora Nancy Patricia Gutiérrez y la ex viceministra del Interior María Isabel Nieto, decidieron tomar otros caminos.

Una situación similar enfrentan otros movimientos políticos. El candidato presidencial del Polo Democrático, Gustavo Petro, reconoció que existen dificultades, pero cree que el problema no es meter mujeres en las listas, sino garantizar que resulten elegidas: “Si la cuota es del 30%, significa que si un partido elige a 10 senadores, tres tendrían que ser mujeres”.

En esencia, según Petro, se trata de que ellas ocupen curules y no sólo puestos en las listas. “Si eso no se garantiza, las mujeres no van a aspirar porque piensan que las incluyen como relleno. Así, con el tiempo, el liderazgo de la mujer se va debilitando”, agrega. El aspirante presidencial asegura que trabajó con Gina Parody para que en la reforma política la cuota fuera obligatoria en la elección y no sólo en la confección de las listas, pero la fuerte oposición del Partido Conservador lo impidió.

A su vez, el senador del Polo Jaime Dussán destaca que en el Comité Ejecutivo del Partido, de 38 integrantes 12 son mujeres, y afirma que uno de los impedimentos para que este género haga política es la falta de recursos propios para las campañas. “La mujer se arriesga electoralmente menos que el hombre porque tiene mayores responsabilidades, como la familia”, añade.

A juicio del precandidato conservador José Galat, el machismo prevalece en todos los sectores sociales y en todos los partidos, e incluso se declara sorprendido de que en una colectividad tan tradicional como la suya, en las recientes elecciones para directorios nacionales, tres mujeres lograran ser escogidas. Claudia Otálora, vicepresidente del Partido Conservador, es una de ellas.

Nuevas opciones políticas, como el Partido de Integración Nacional (PIN), también reconocen la “falta de entusiasmo femenino”. Su presidente, el senador Samuel Arrieta, dice que aunque cuentan con 12 mujeres en su lista de 100 candidatos al Senado, no es la proporción que esperan: “Hemos buscado que se presenten más, pero no ha sido fácil”.

En el caso del Partido Liberal, según su jefe y candidato presidencial, Rafael Pardo, no ha sido sencillo encontrar quiénes quieran medírsele al tema electoral, porque el voto preferente hace que cada candidato tenga que medirse en las urnas con un nivel de riesgo mayor. A eso se agrega, dice, que las mujeres tengan que hacer un gran sacrificio familiar.

“En los primeros diez puestos de la lista al Senado tenemos a tres mujeres que ya están en la política y que tienen una posibilidad importante de salir elegidas. Sin embargo, a pesar de todo, diría que en general, del total de los inscritos, un 30% son mujeres”, señala Pardo.

Lo que dicen ellas

Quienes han vivido en carne propia la política, como la senadora Cecilia López, no quieren volver al Congreso de la República: “A las mujeres que han desempeñado un papel importante en la política les están cerrando las puertas para abrírselas a las que son artistas, como Aura Cristina Geithner (N° 48 en la lista al Senado del Partido Liberal), o a las que forman parte de clanes políticos o que son herederas de la parapolítica”. Para López, ejemplos de maltrato por parte de los partidos son los casos de Gina Parody o Marta Lucía Ramírez, cuando formaron parte de la U.


Precisamente Marta Lucía Ramírez, hoy precandidata presidencial del conservatismo, asegura que para la mujer es difícil hacer política, porque deben enfrentarse a las maquinarias tradicionales: “Cuando las mujeres salen a conseguir financiación para las campañas es difícil y son muy pocas las que están dispuestas a venderle el alma al diablo para conseguir recursos. Pienso que las mujeres preparadas encuentran mayor respaldo en el sector privado y con menos riegos”, dice.

La coordinadora de la campaña Más Mujeres Más Política, Diana Espinosa, encontró que pese a que el 51% de la población colombiana es femenina, los movimientos políticos no tienen una planificación para la participación de la mujer y a la hora de conformar las listas al Congreso tienen problemas porque “no pueden recoger los frutos de algo que no han sembrado. Los partidos no pueden esperar que de un día para otro aparezca gente porque sí”.

La experta también encontró que factores como la crianza de los hijos y la conservación de los matrimonios influyen para que las mujeres no aspiren a cargos políticos. A eso se suma, según Espinosa, que la política es un mundo muy desprestigiado y, por lo tanto, una mujer que ha hecho un nombre y una carrera no quiere poner en riesgo ese reconocimiento.

Según la campaña Más Mujeres Más Política, Colombia ocupa el puesto 110 entre 134 países en el tema de participación política de la mujer, siendo el último lugar en América Latina. “Hay el imaginario de que estamos bien, pero realmente en el índice de igualdad de género vamos para atrás. Siempre salen elegidas las mismas cinco que todos conocemos”, agregó Espinosa.

Por su parte, la directora de la Misión de Observación Electoral (MOE), Alejandra Barrios, coincide en que existen barreras culturales para que el género femenino acceda a la política. Por ejemplo, el hecho de que, generalmente, la mayoría de reuniones políticas sean de noche y con la presencia de licor afecta la vida personal de las aspirantes. “Además, para poder acceder a la política se buscan mujeres con reconocimiento público, sólo contadas excepciones se han hecho a pulso, como Piedad Córdoba. Otras que lo logran forman parte de un clan familiar que ya tiene votos”, señala.

Para la directora del programa Congreso Visible, de la Universidad de los Andes, Elisabeth Ungar, evidentemente hay dificultades en la participación legislativa de la mujer: “La reciente participación fue bastante baja y si en 2006 llegaron más mujeres al Congreso, tristemente, fue porque algunas entraron en reemplazo de parapolíticos”. En su concepto, el que el Legislativo haya negado en la reciente reforma política el incremento de la participación femenina en él (se buscaba que fuera del 50%), es la clara muestra de los obstáculos que aún persisten para que las mujeres puedan acceder a la política.

Imaginarios, prácticas culturales y discriminación

En el estudio “Colombia: balance crítico de la participación política de las mujeres en la elecciones para el Congreso 2006-2010”, realizado por Angélica Bernal, magíster en Estudios Políticos de la Universidad Nacional, señala que si bien se requiere más investigación para establecer qué tanto han incidido las nuevas reglas de juego en los negativos resultados de las mujeres en materia electoral, sí se puede aventurar la hipótesis de que, en general, en el momento en que un sistema electoral aumenta las barreras de entrada, ello refuerza otras barreras, que en el caso de las mujeres persisten en los imaginarios y las prácticas culturales que con renovadas manifestaciones discriminan y excluyen a las mujeres.

Por otra parte, indica el análisis, “lo que sí se puede observar en el caso de las mujeres que no pertenecen a las élites económicas o políticas, los altos costos de la campaña electoral en Colombia ponen en desventaja a las mujeres en la disputa de los escaños de las corporaciones públicas y cargos de elección popular”.

Lo cierto es que en 2007, por ejemplo, la participación de las mujeres en la elección de mandatarios regionales y locales no superó el 10%. Al final, sólo una mujer fue elegida gobernadora (Córdoba) y 103 alcaldesas, de 1.098 municipios.

Por Andrea Forero Aguirre / Vanessa Romero

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