Publicidad

¿Secuestrados o prisioneros?

Diez políticos y militares que vivieron el cautiverio de las Farc recuerdan cómo eran sus condiciones. Sus testimonios prueban por sí solos de qué manera poco se parece a lo estipulado en el DIH.

Redacción Política
02 de febrero de 2013 - 09:00 p. m.
Las alambradas de la guerrilla en la selva dejaron testimonio de una época en que la libertad se vio sujeta a un cautiverio sin derechos. / Archivo particular
Las alambradas de la guerrilla en la selva dejaron testimonio de una época en que la libertad se vio sujeta a un cautiverio sin derechos. / Archivo particular

“Nos reservamos el derecho a capturar como prisioneros a los miembros de la Fuerza Pública que sean rendidos en combate. Ellos se llaman prisioneros de guerra, y este fenómeno se da en cualquier conflicto que haya en el mundo”. Esta declaración, incluida en el comunicado del pasado martes 29 de enero, a través de la cual las Farc formalizaron la retención de los policías Víctor González y Cristian Camilo Yate, fue el detonante de la primera crisis del proceso de paz que adelantan el gobierno Santos y las Farc en La Habana (Cuba).

La respuesta del jefe negociador del gobierno, Humberto de la Calle, fue directa: “Un secuestro es un secuestro”. Desde ese mismo momento Colombia revivió la tragedia que durante más de una década soportó por cuenta de la presión de la guerrilla por lograr un acuerdo de intercambio humanitario con el Estado para sacar de las cárceles a sus militantes en prisión a cambio de entregar a los miembros de la Fuerza Pública que sometió al cautiverio, muchos de ellos privados de la libertad por más de diez años.

Durante toda la semana, tanto el Gobierno como la insurgencia se aferraron a sus interpretaciones sobre la privación de la libertad. “Si las Farc creen que a través de los secuestros, que prometieron que no iban a realizar, van a tratar de presionar al Gobierno para aspirar a un cese al fuego dentro del proceso de diálogos, se equivocan”, argumentó el presidente Juan Manuel Santos. En contraste, el jefe de la delegación de la guerrilla, Iván Márquez, defendió la idea del intercambio de prisioneros sobre la base de la suscripción de un tratado de regularización de la guerra.

Dos posturas adversas que explican la historia reciente del conflicto armado en Colombia. El dilema entonces es inevitable: los policías González y Yate, como en su momento lo fueron el coronel Luis Mendieta, el sargento Pablo Moncayo, el intendente Frank John Pinchao o incluso los políticos que fueron añadidos al cautiverio en las cárceles de la selva, son secuestrados o prisioneros de guerra. La respuesta está contenida en los Convenios de Ginebra de 1949, esencia del Derecho Internacional Humanitario.

En efecto, el DIH reconoce los prisioneros de guerra, pero aclara que en todas las circunstancias tienen que ser tratados con humanidad. Es decir, con condiciones mínimas de detención, referidas a alojamiento, alimentación, vestuario, higiene, atención médica, contacto con sus familias, entre otros aspectos. Para dilucidar si lo que pretenden las Farc se enmarca en estos postulados universales, El Espectador consultó a diez personas que vivieron el cautiverio guerrillero. Su testimonio es suficiente evidencia para concluir cuándo hay secuestrados y cuándo prisioneros de guerra.

Amenazados, encadenados, sin correspondencia, sin atención médica ni alimentación, sin poder dormir una sola noche seguida. Los testimonios de quienes han estado secuestrados no hablan de ser prisioneros políticos o de guerra.

Sargento César Augusto Lasso

“Allá decían que éramos prisioneros de guerra. Pero nosotros decíamos que éramos secuestrados. ¿Cómo no? Estábamos encadenados uno a otro. No teníamos correspondencia de nuestros familiares. Estuve trece años, cinco meses y un día, y nunca recibí una visita médica de la Cruz Roja. Recuerdo cómo nos caíamos mientras corríamos encadenados, arrastrando a los compañeros para sobrevivir en la oscuridad. A veces andábamos por sitios donde el agua escaseaba. Muchas veces sólo tuvimos una sola comida al día. En el fondo prefiero no recordar, porque da tristeza. Ni siquiera a un animal lo tratan así. Un animal puede desplazarse con más libertad y tiene más afecto. Lo más doloroso es ver que un ser humano pueda hacerle cosas tan bajas a otro ser humano, es denigrante. Las marcas de las cadenas las veo todos los días en el cuello. Ahora que han vuelto a secuestrar a policías me indigna y me da tristeza, porque puedo imaginar la incertidumbre que deben estar pasando”.

Sargento Luis Alfonso Beltrán

“Fuimos secuestrados porque estábamos en condiciones inhumanas. Todo el tiempo estuvimos encadenados y en jaulas, en los campamentos de concentración. Creo que no hubo una noche que pasáramos derecho. Nos acostábamos en un lugar y aparecíamos en otro. En los campos lo levantaban a uno a las 5 de la mañana por el miedo a que la Fuerza Pública bombardeara temprano. Todos los días eran una fotocopia. Desayunábamos un caldo de agua con pasta, color y sal. Constantemente nos amenazaban con eso al punto que les decíamos ‘si lo van a hacer háganlo, pero no jueguen más’. Los fusiles nos los cargaban cada rato en la cabeza. Era una tortura. No teníamos derecho a conseguir ni un palo para sentarnos. Tocaba hacer del cuerpo con el compañero al lado, uno se volteaba y no veía, pero sí le tocaba a uno aguantarse el olor. Ningún colombiano debe vivir eso, nadie. Cualquier ser humano considera esto aberrante. Estuve 14 años y 29 días, y no quiero recordar, porque es más difícil seguir”.

* Fue secuestrado en el ataque a El Billar (Caquetá)
el 3 de marzo de 1998 y liberado el 29 de abril de 2012.

Gobernador Alan Jara

 “A mí me secuestraron y durante muchos días estuve junto a policías y militares que vivían la misma condición. Lo que yo vi en mis días de cautiverio es que soldados, policías o civiles son personas iguales a uno. Desde luego uno no los considera prisioneros de guerra, sino secuestrados. La condición del general Luis Mendieta era la misma mía, estábamos encadenados a la misma cadena. Cada uno a una punta de una cadena de 2 metros con 50 centímetros. Entonces la vida de ellos en cautiverio es la misma que la de cualquier otro secuestrado. Y la angustia de la familia, la incertidumbre, los años sin pruebas de supervivencia, esa tragedia es la misma. Allá, en el cautiverio, no hay posibilidad de tener categorías. Todos vivíamos, es decir, sufríamos, exactamente lo mismo. Una punta de la cadena se abrazaba a mi cuello y la otra al de Mendieta. Estábamos unidos en esa desgracia hasta para ir al baño. No me rima la historia de que hay presos políticos y prisioneros de guerra; la verdad es que ambos estábamos secuestrados.

* Fue secuestrado el 15 de julio de 2001 en el municipio de Lejanías (Meta) y liberado el 3 de febrero de 2009, por medio del intercambio humanitario.

Exdiputado Sigifredo López

 “Las Farc hablan de Derecho Internacional Humanitario, pero no lo cumplen. Cuando a mí y a mis compañeros nos pusieron cadenas en el cuello, violaron el DIH. Cuando los vi poner minas antipersonales en las que cayeron civiles, violaron el DIH. Cuando han utilizado ambulancias para movilizar armas, como en Argelia (Cauca), han violado el DIH. Cuando cometieron un crimen de guerra con mis compañeros (los once diputados de la Asamblea del Valle asesinados en 2007), cometieron una flagrante violación al DIH. Cada vez que exigíamos respeto por malos tratos nos encadenaron. También nos sometían a marchas de 10 o 20 horas que superaban nuestras condiciones físicas. Cuando pasaba un helicóptero nos rodeaban y nos apuntaban con los fusiles. El trato a ‘hijueputazos’ también era una forma de tortura. Como también lo era cuando nos quitaban el radio y los libros, que eran la única compañía. A mí me quitaron los escritos que hice cuando intenté volarme, me apartaron y me amarraron.

* Fue secuestrado en 2002 y liberado el 5 de febrero de 2009.

 Subintendente Alejandro Martínez

Siempre me sentí secuestrado, aunque ellos insistieran en que era prisionero de guerra, porque defendíamos el Estado y estábamos combatiendo. Estuve 19 meses, 17 de esos con cadena. Desde el primer momento nos dieron mal trato, yo estaba herido por un cilindro bomba, el 35% de mi cuerpo quedó afectado, mis brazos, mi rostro y mi cuerpo, y no les importó, aunque el DIH dice que deben curarme y respetarme. Estaba tan incapacitado que a mis compañeros les tocaba limpiarme cuando necesitaba hacer del cuerpo. Todos los días nos torturaban sicológicamente, que si levantábamos la voz nos mataban; que si no hacíamos caso nos mataban; que si hablábamos con el compañero nos mataban; todos los días era lo mismo. Nunca tuve contacto con mis familiares, solo los escuché a través del programa ‘Voces del secuestro’. Cuando salí no encontré nada mejor. No me reubicaron y dijeron que estaba loco. El Tribunal Médico de la Policía dijo que era un peligro para la sociedad. El documento decía: “No se hace la sugerencia de reubicación, toda vez que él no puede estar en lugares de tres por tres y las circunstancias de que los demás estén armados puede generar mayor peligro”.

 Excanciller Fernando Araújo

Todo el tiempo me sentí secuestrado, sin eufemismos. Siempre estuve aislado, sometido a la voluntad de mis captores, sin información de los motivos por los cuales estuve secuestrado. Siempre ellos tenían la intención de confundirme. Después de un tiempo largo de estar secuestrado me dijeron que hacia parte de las canjeables y que tenía que esperar a que el gobierno cumpliera las condiciones, aunque también quisieron extorsionar a mi familia. Para ellos la culpa siempre era de los demás. Tampoco existió intercambio de correspondencia. En dos oportunidades cartas y en tres videos. Cinco elementos en seis años. Muy duro. Lo más doloroso fue ver a los militares que mataron o volaron por las minas en operaciones militares.

* Fue secuestrado en 2001 y el 31 de diciembre de 2006 pudo escapar.

Subcomisario John Frank Pinchao

Los prisioneros de guerra según el DIH tienen un tratamiento específico. Se deben respetar las jerarquías militares que existen. Allá nos trataban a todos como animales, estábamos enjaulados con alambres como fieras. También se supone que debe haber canales de comunicación con la familia, pero eso se perdió cuando terminó la zona de distensión. Tener cadenas 24 horas durante meses y meses tampoco está contemplado en el DIH. Se supone que un prisionero de guerra está con unas condiciones adecuadas, nosotros estábamos hacinados en la selva, por paradójico que suene, con problemas de alimentación, vestuario, aseo, enfrentados a todas las enfermedades tropicales, una de esas mató al mayor Julián Ernesto Guevara. También hubo desapariciones, aún recuerdo a Luis Fernando Peña Bonilla, de quien nadie da respuesta.

 Intendente de la Policía Jorge Trujillo

“Para ser un prisionero de guerra tiene que haber una guerra entre dos países, y en este caso por supuesto esa condición no se da. Además, tiene que haber unas condiciones mínimas de dignidad y respeto. Este tampoco fue el caso. Estuve más de 12 años secuestrado, encadenado, sin siquiera tener cubiertas las más elementales necesidades biológicas. Muchas veces trataban de recortarnos nuestros derechos, sin tener descanso, ni comida, sin poder ir al baño. Nunca tuvimos comunicación con frecuencia con nuestros familiares, que esperaban día tras día noticias de nuestra vida o de nuestra muerte. En Colombia no existen los prisioneros de guerra, no nos brindaron ese estatus, ni esas garantías. Los oficiales retenidos están simple y llanamente secuestrados. Y Las Farc no son un ejército, porque en el mundo no hay ningún ejército que secuestre niños y ellos lo hacen”.

* Fue secuestrado el 12 de julio de 1999 y liberado el 1 de abril de 2012.

 

Por Redacción Política

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar