“Sin candidato, no hay nada”: Carlos Ariel Sánchez

?El exregistrador nacional, ahora asesor de firmas que están dedicadas a las encuestas electorales, responde dudas sobre los resultados que, por parciales y momentáneos, pueden distorsionar las realidades políticas.

Redacción Politíca
07 de mayo de 2017 - 02:00 a. m.
“Más que predecir, estamos estableciendo (en las encuestas) las realidades sobre preferencias electorales en el posconflicto”, dice Sánchez.  / El Espectador
“Más que predecir, estamos estableciendo (en las encuestas) las realidades sobre preferencias electorales en el posconflicto”, dice Sánchez. / El Espectador

El exregistrador nacional Carlos Ariel Sánchez, ahora asesor de firmas que están dedicadas a las encuestas electorales, responde dudas sobre los resultados que, por parciales y momentáneos, pueden distorsionar las realidades políticas. Sostiene que hoy son mucho más determinantes los candidatos que sus partidos y que la polarización por el Acuerdo de Paz definirá al ganador, contrario a quienes creen que el tema central será el de corrupción.

Vuelven las elecciones presidenciales y, con ellas, las encuestas sobre intención de voto. Ahora que usted desarrolla esa actividad con tanta anticipación a los comicios de 2018, ¿no le parece prematuro y, más que esto, arriesgado hacer predicciones electorales cuando no hay, siquiera, candidatos definidos?

La verdad, no tratamos de hacer predicciones a corto plazo, sino de verificar las lealtades partidistas en una secuencia de encuestas para examinar cuál es el comportamiento –en una línea de tiempo– de quienes aseguran que votarían por un partido, frente a los nombres de los posibles candidatos presidenciales de ese partido.

Justamente me llama la atención que en la encuesta que usted asesoró y se publicó esta semana, se mezclen partidos y candidatos en la misma lista sobre intención de voto. No es igual darle la mayoría de votos a un partido que elegir a un candidato como jefe de Estado, ¿por qué hicieron esa mixtura?

Con la metodología que le explico se podrá establecer, precisamente, el grado de respuesta que podrán tener los electores frente a un determinado partido el día de elecciones. Como ya se nota, hay importantes asimetrías entre lo que puede representar por sí mismo el partido y lo que representan sus candidatos cuando se les da la opción a los electores de votar por ellos.

¿Entonces su encuesta busca establecer la simple intención de voto general y su resultado en las presidenciales o el efecto electoral –malo o bueno– que un candidato generaría sobre el partido que va a representar?

Le voy a contestar con un ejemplo: el partido Verde tiene una bancada minoritaria en el Congreso y, sin embargo, se ubica en el segundo lugar de mayor intención de voto en la opción de candidatos presidenciales de la encuesta: es el efecto del candidato o del nombre de quien ha expresado su deseo de serlo, sobre su colectividad. Otro ejemplo: el partido Liberal no ha definido candidatos. Al no conocerse sus nombres, la intención de voto para el liberalismo, en esta encuesta, es escasa.

Hace tiempo que los sondeos electorales anuncian una pérdida de intención de voto muy significativa, de los partidos tradicionales frente a los nuevos movimientos. No obstante, esos partidos vuelven a obtener la mayoría a la hora de ir a las urnas. Podría pensarse en dos conclusiones: 1. Los entrevistados no dicen la verdad a los encuestadores, 2. La encuesta no refleja una realidad, sino el estado “ideal” de los votantes (lo que quisieran contra lo que hacen). ¿Está de acuerdo?

Lo que usted señala sobre la mayoría de los partidos tradicionales en las urnas es cierto, pero en elecciones de corporaciones públicas, porque el sistema está diseñado para la adjudicación proporcional de curules. Sin embargo, desde 1994 y debido al balotaje o segunda vuelta (necesidad de una mayoría absoluta) en las elecciones para presidente de la República no es posible la victoria de un solo partido. Las alianzas y las candidaturas por firmas indican una identidad partidista endeble. Cuando se va a elegir presidente de la República, la gente no toma su decisión únicamente con base en la identidad de su partido. Lo que más define el voto es el candidato y su coalición. Creería que, en este caso, el elector sí puede decirnos lo que hará el día de elecciones: más afinidad a los nombres y menos identidad partidista.

¿Eso quiere decir que hay dos realidades que se superponen cuando se vota para presidente?

Sí. Hay dos realidades electorales para las elecciones presidenciales: la de los partidos y la de los candidatos. Y en la secuencia de encuestas que hemos proyectado, se trata de ir verificando las asimetrías entre estas dos realidades y –por esa vía– tener más certeza sobre lo que pasará el día de las elecciones.

Pero volvamos a lo que allí se pregunta: cuando se mide la imagen positiva y negativa de un candidato no se diferencian sus resultados de la que significa “desconocimiento” público del personaje, de tal manera que alguien no tan famoso puede aparecer abajo en la escala de buena percepción. ¿Es otra falla en las encuestas?

Le hallo razón en lo que afirma. Por eso en el formulario de la encuesta no debe faltar el campo que debe contestar el encuestado en que precise si conoce o no al candidato; así como debe estar la pregunta ineludible sobre si el encuestado vota o no. Si no vota, o no conoce al candidato, no tienen objeto las demás preguntas.

En esa encuesta que, por lo demás es muy corta (ver parte superior de la página), se pregunta por “candidatos” internos de un partido, pero se incluye a unos que no lo son aunque “podrían ser” (Luis A. Ramos). Pero, en otros partidos se deja por fuera a quien tampoco es candidato hoy, pero “muy seguramente lo será” (Juan F. Cristo). ¿Con cuál criterio se trata a unos eventuales aspirantes con diferente rasero que a otros?

Se establece quiénes han ocupado ya cargos con el aval de sus partidos. Algunos nombres de la primera encuesta, como el del ministro Cristo, no han confirmado su propósito presidencial. Seguro, la decisión del hipotético elector se afecta porque aún no está en las opciones, pero se le reconoce como liberal. El exgobernador Ramos ha sido precandidato uribista y su hijo es senador del Centro Democrático. No hay duda de que pertenece a ese partido y también de que tiene posibilidad de ser su candidato.

Permítame le contraargumento: Ramos aparece con un número X de intención de voto y no existe, hoy, como aspirante real del uribismo pese a que tenga opción de serlo; el ministro Cristo no aparece ni para bien ni para mal. ¿La divulgación de la encuesta no empieza a crear, así, una percepción que le da ventaja al uno frente al otro en el imaginario colectivo?

No, si se tiene en cuenta que, como lo he señalado, estamos realizando no una encuesta sino una secuencia de encuestas en la que los partidos son la constante y los nombres de los candidatos son la variable en tanto esos nombres pueden darle mayor o menor fuerza de opción electoral a su colectividad. Usted me preguntará cuál es la importancia de conocer ese resultado. Y yo le contestaría que radica en que esos resultados analizados en la secuencia pueden determinar el tipo de alianzas interpartidistas que deberán hacerse.

¿Poner en el mismo nivel, en la encuesta, a quienes tienen peso específico en un partido (Marta Lucía Ramírez), con una persona que no ha tenido el aval conservador (Alejandro Ordóñez), ¿no es una deformación de la realidad?

Los candidatos conservadores reflejan el estado actual de su partido: las dos personas que usted menciona son caracterizadamente conservadoras. Así las ve el elector y por tanto la encuesta no crea, sino recrea esa realidad.

En la pregunta sobre preferencia de candidatos del Polo Democrático solo aparece Jorge Enrique Robledo y no se pudo tener en cuenta el efecto sobre los hipotéticos votantes de izquierda, del retiro de Clara López. ¿No pierden validez unos resultados tan recortados del universo político?

Si lo que estamos definiendo es la fuerza que les dan los candidatos a sus partidos y Clara López no será candidata del Polo, el resultado, dentro de su anterior partido, no se altera desde ese punto de vista. La secuencia de encuestas dirá, más adelante, si la doctora López tiene su propia fuerza electoral y si el Polo mantiene o incrementa su fuerza con Robledo y sin Clara.

Un medio de comunicación dijo –refiriéndose a uno de los resultados– que el caso de la U era “dramático” porque la mayoría de los consultados respondió que “no votará” por ese movimiento. La encuesta, vista así, ¿les daña las posibilidades a los precandidatos del partido oficialista cuando aún no se han lanzado?

Lo que señala la encuesta es que la U no tiene candidato; por eso no marca una significativa presencia y refleja algo que se dice popularmente: “sin candidato, no hay nada”.

¿Se puede asegurar, entonces, que los candidatos son más determinantes que sus partidos y que la ideología partidista tiene cada vez menos peso en la decisión del voto que la imagen y encantos personales del candidato?

Diría que sí. Las ideologías se conservan como referente, pero no se mantiene la afinidad partidista, porque los candidatos pueden distorsionar la lealtad hacia su partido. Es frecuente escuchar a alguien decir que si el candidato de tal partido es X, no votará por él, pese a que la colectividad sea la de sus preferencias, o al contrario: que un candidato atraiga más votos que su partido. De otro lado, también se sabe que los comportamientos electorales se repiten y son predecibles y que hay unas tendencias muy marcadas: los resultados de la contienda presidencial entre Zuluaga y Santos, en la primera vuelta, se repitieron en la votación del plebiscito entre los del No y los del Sí.

Entonces, ¿estamos ante unas elecciones de 2018 definidas por la polarización política actual y no se pasará la página dándoles paso a otras opciones?

Así lo creo. Aquí se habla de corrupción y se le liga a la discusión de los grupos Santos-Uribe. Si se refieren a los problemas económicos del país, quienes debaten terminan dividiéndose entre un lado y otro y así, sucesivamente. No hay crítica en relación con un tema sin referencia a los extremos. La polarización va a seguir hasta cuando se obtenga una gran ventaja electoral.

¿Se puede calcular, en consecuencia, que el próximo presidente ganará las elecciones con un margen muy estrecho de votos?

Es muy probable que eso ocurra: si usted analiza los votos y las afinidades de la derecha y centro-derecha frente a los votos y las afinidades de la izquierda y centro-izquierda, va a encontrar resultados electorales muy similares: casi 50- 50.

En cuanto a factores externos a partidos y candidatos, ¿es cierto o falso que los llamados “asesores de imagen” pueden ser decisivos en una elección o lograr que haya cambios dramáticos en las tendencias de las encuestas y en el resultado final?

La mejor de las revelaciones de la financiación ilegal de las campañas será saber el peso real de los “asesores de imagen”. La verdad es dramática pero no novedosa. Nuestra encuesta sobre el plebiscito (publicada el 27 de septiembre de 2016) marcó una tendencia ascendente del No. Y pareciera que los sentimientos definen el comportamiento electoral y aún más: creo que lo confirman. Despertar esos sentimientos es la estrategia actual. Como lo dijo el gerente de la campaña del No, llevaron a la gente a votar “berraca”. Las campañas gastaron millones en asesores de imagen (Duda Mendonça, J.J. Rendón) que no se interesaron en razones sino en emociones.

Por supuesto no es su responsabilidad, pero ¿los medios les dan más alcance a las encuestas del que realmente tienen, en la interpretación que hacen de ellas?

La encuesta es un instrumento técnico de orientación en materia de comportamiento electoral y como tal debe usarse. Más que predecir, estamos estableciendo las realidades sobre las preferencias electorales en el posconflicto. Se está cerrando un ciclo de violencia política de setenta años. No me cabe duda de que las afinidades políticas estuvieron ligadas a la violencia política (de liberales y conservadores) y esa afirmación es válida hoy en las posiciones de cada lado frente a la solución pacífica del conflicto (los del Sí y los del No).

Usted fue registrador nacional, es decir, fue árbitro imparcial de varias elecciones presidenciales, legislativas y locales. Ahora está en el lado opuesto, el de quien predice lo que pasará. ¿Las encuestas inciden o no en la decisión final del voto de los electores teniendo en cuenta que a nadie le gusta perder y que la gente tiende a integrarse a la mayoría ganadora?

Es posible que haya una incidencia. No obstante, nuestra hipótesis se basa en que los comportamientos electorales, en un alto porcentaje, tienen tendencias bien definidas. Si el plebiscito de 1957 marcó la vida política hasta 1991, el puntillazo final a ese esquema es el plebiscito del 2016. El Sí y el No ya existían políticamente, en estado embrionario, de tiempo atrás, y la forma sobre cómo se manejará la etapa de paz o de posconflicto (puesto que no creo que volvamos a la guerra) marcará por lo menos a una generación.

Control sobre la “burda manipulación”

Para usted, ¿la reglamentación sobre encuestas debe ajustarse a las nuevas realidades generadas por el Acuerdo de Paz que podrían incidir en las elecciones de 2018?

Las normas existen para cumplirlas. Debe funcionar una instancia técnica con autoridad para controlar eficientemente las fichas técnicas y evitar la burda manipulación de la opinión.

¿Cuándo hay “burda manipulación de la opinión”?

Cuando no existe control sobre las preguntas que, por ejemplo, insinúan la respuesta o cuando no se cuenta con un universo representativo. El peso de la respuesta de una persona que vota en un medio no es similar al de quien vota en otro. Si no se reflejan los diferentes universos, se distorsiona la realidad.

Según su experiencia, ¿la vigilancia del Consejo Electoral sobre las encuestas y sobre los medios que las divulgan es imparcial y eficiente o adolece de la misma falta de credibilidad que cuando actúa como juez de las campañas por el escándalo Odebrecht?

La credibilidad depende de la eficacia con que se actúe y la eficacia, a su vez, del control que se pueda ejercer y de la repuesta, en tiempo real, frente a las infracciones de las campañas que sólo tienen una duración de sesenta días hábiles. En México las autoridades electorales pueden, por ejemplo, imponer medidas cautelares.

Encuesta Ecoanalítica-Guarumo-Sánchez

La encuesta que sorprendió esta semana por sus resultados fue realizada por una alianza entre la firma Ecoanalítica, empresa estadística; Guarumo, que controla el sistema (software) con que se hacen las mediciones, y la asesoría del exregistrador Carlos Ariel Sánchez, quien define la técnica de los cuestionarios y de los universos que se estudiarán. Este es el segundo sondeo de una secuencia de todo el año y cuyos resultados se entregarán, en promedio, cada 45 días.

Por Redacción Politíca

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar