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“Somos los huérfanos de la esperanza de todo un país”: Juan Manuel Galán

El hijo del inmolado Luis Carlos Galán asegura que el narcotráfico ha sido en Colombia un proyecto político y cuestiona a quienes mezclan indebidamente negocios y política. Tercera entrega de la serie “Delfines” del periódico “Utópicos”, de la Universidad Santiago de Cali.

Olga Behar / Especial para El Espectador
28 de septiembre de 2020 - 02:00 a. m.
Juan Manuel Galan/BOGOTA/COLOMBIA/
EL ESPECTADOR/CRISTIAN GARAVITO
Juan Manuel Galan/BOGOTA/COLOMBIA/ EL ESPECTADOR/CRISTIAN GARAVITO
Foto: CRISTIAN GARAVITO/EL ESPECTADOR - OSCAR PEREZ

Juan Manuel Galán Pachón nació entre periodistas —sus padres, Luis Carlos y Gloria—, pero le llegó la adolescencia en medio de campañas políticas y las dificultades de seguridad derivadas de los duros cuestionamientos de su padre a fenómenos como el narcotráfico y la corrupción. Cuando apenas iba a terminar el bachillerato, tuvo que enfrentar su asesinato y huir del país a Francia con su mamá y sus dos hermanos menores, donde el duelo, el nuevo idioma y una cultura diferente lo marcaron para bien. Él y su hermano Carlos Fernando siguieron el camino de la política y, en medio de la polarización que hoy aqueja a Colombia, hay algunos que los cuestionan con dureza y los califican de “delfines”.

¿Cómo caracteriza la figura del “delfín” político y de qué manera ha funcionado en Colombia?

La palabra “delfín” viene del francés le delfin, que era, en la corte francesa, el heredero del trono, del poder. Por definición, un “delfín” es un heredero de poder y sobre todo de unas estructuras de poder político y económico en general, que necesitan una solución de continuidad y buscar a quién dejarle esa herencia. Son estructuras construidas a base de clientelismo, un poder derivado de cooptar el Estado y del manejo público a nivel local, regional y nacional y muchas de estas fruto de lo que yo he llamado el narcotráfico en Colombia como un proyecto político. El narcotráfico, para poder ser entendido realmente en su dimensión, no se puede reducir a la mirada de un simple proyecto criminal: un grupo de criminales que delinquen y exportan cocaína, y utilizan su poder para intimidar y corromper. Cuando hay dominio territorial y poblacional, por definición estamos ante un proyecto político. Y eso es lo que ha sido el narcotráfico en nuestra historia en las últimas décadas.

Pero además, el narcotráfico ha buscado financiar campañas políticas con el fin de avanzar ese proyecto político. Y esas campañas se han financiado a todo nivel, desde un edil que aspira a una Junta Administradora Local en Bogotá, Santa Marta, Barranquilla o Cartagena, donde hay distritos y ediles; pasando por un concejal, diputados, representantes a la Cámara y senadores. Lo mismo con alcaldes, gobernadores y presidente de la República, porque sistemáticamente los dineros del narcotráfico han estado rondando y circulando, sobre todo en efectivo, en las campañas electorales.

O sea, ¿el narcotráfico y la corrupción se han convertido en elementos cruciales para el deterioro de la política en Colombia y para reproducir el dominio de esas castas gobernantes regionales?

Sí. Por ejemplo, las masacres y la violencia también han sido un instrumento privilegiado por el narcotráfico, y lo que estamos viendo con esas masacres de jóvenes en Samaniego, en Antioquia y en varios departamentos del suroccidente del país, es que son hechas con sevicia, como ejemplarizantes para que la población entienda quién manda, quién es el que ordena y a quién le tienen que hacer caso. Ese es un tema importante para entender esa figura del llamado “delfinazgo” político, que es la política en cuerpo ajeno, y es que, a medida que caen figuras políticas por sus vínculos con ese proyecto del narcotráfico, con esa violencia tan atroz y con tanta sevicia, necesitan buscar quién asuma esas estructuras clientelares que han construido a lo largo de los años, porque ya terminan encartados en procesos judiciales y se ven inhabilitados para continuar. Entonces, para la supervivencia de esta estructura necesitan que asuma un miembro de la familia, una esposa, una hija, un hijo, una sobrina, un primo, una prima, y eso ha sido tradicionalmente la costumbre o la manera de actuar de esas estructuras.

De todas maneras, también hay una acción política que se ha ido pasando de generación en generación. Por ejemplo, Alfonso López Michelsen fue el heredero de las ideas de su padre, López Pumarejo; Álvaro Gómez Hurtado recibió el legado de su padre, Laureano Gómez. Y así vemos, en los partidos tradicionales, este fenómeno, para el cual los padres preparan a sus vástagos.

En el caso de personas que han crecido y se han formado dentro de un ambiente político electoral, que han aprendido a querer el oficio y a querer incursionar en la política, es porque sienten una vocación, inculcada, directa o indirectamente, por sus padres. Creo que hay que hacer una distinción muy clara con esas estructuras ligadas al proyecto político del narcotráfico, la corrupción y el clientelismo, que buscan apoderarse criminalmente de la contratación pública para dirigirla hacia uno u otro contratista que represente el poder económico, que es una cosa y otra es el “delfinazgo” de personas que han estado en la Presidencia y sus hijos deciden seguirlos.

Ese pudo haber sido el camino de ustedes, si a Luis Carlos Galán no lo hubieran matado. Pero como no fue así, ¿cuál podría ser la explicación de que los llamen “delfines”?

En el caso nuestro y en el de muchas personas que vieron asesinados a sus padres por enfrentar precisamente ese proyecto político del narcotráfico y denunciar el clientelismo, la corrupción y la manera como se aprovechaban de la contratación pública de los cargos públicos para su beneficio personal o de grupo o del clan, es muy diferente. En el caso nuestro, más que “delfines” somos huérfanos de una esperanza que fue asesinada y que era de toda una generación de colombianos que se sintió representada por Luis Carlos Galán, por el Nuevo Liberalismo, que significó una amenaza para el statu quo y el establecimiento tradicional de la política ligada al proyecto político del narcotráfico. Además, Luis Carlos Galán fue una amenaza aun mucho mayor que los grupos armados ilegales, porque el levantamiento en armas de algunos grupos guerrilleros que combatían también esas estructuras, de alguna manera, perdía legitimidad, por ser un levantamiento violento.

Pero lo que demostró mi papá es que se podía hacer por la vía de la no violencia, por la vía institucional, así el camino fuera mucho más desigual, demorado, difícil y con tropiezos y obstáculos. Cuando él llegó a tener opción de poder, a finales de la década de los 80, tomaron la decisión de asesinarlo, generando una gran frustración en esa generación de clase media profesional urbana, que no se sintió representada por las opciones tradicionales de los partidos Liberal y Conservador, pero tampoco le gustaban mucho los grupos de izquierda, todavía ligados de una manera ambigua a la lucha armada. A pesar de que muchas de esas personas que integraban esos grupos de izquierda eran personas genuinamente idealistas, que creían en la democracia y querían luchar por esos ideales que defendía la guerrilla, pero en el escenario democrático y legal, también terminaron siendo asesinados.

Nosotros lo que recibimos como herencia de mi padre no fue un poder económico, porque él nunca tuvo negocios, propiedades, acciones o empresas. Vivía de su quehacer, primero como periodista y luego como senador; obviamente, con el apoyo de mi mamá, que con su labor periodística también contribuía al sostenimiento del hogar. Tampoco mi papá montó una estructura política clientelar. El Nuevo Liberalismo tuvo representación política sobre todo en Bogotá, donde fue muy activo y tuvo un apoyo del voto de opinión muy importante. Pero nunca esos cargos de representación política que tuvo fueron utilizados, como en esas mafias, para sacar provecho de la contratación ni robar. Lo que heredamos realmente fue el cariño y el aprecio de la gente, un reconocimiento que es extraordinario en un país sin memoria o de escasa memoria como Colombia.

Y después de 31 años aún perdura ese reconocimiento, ese cariño y ese afecto de la gente por lo que representaron Luis Carlos Galán, el Nuevo Liberalismo y sus ideas políticas.

Hay críticas que se fundamentan en la idea de que usted y su hermano Carlos Fernando han utilizado esa imagen impecable de su padre, y que, en ese sentido, “son delfines”, ¿cómo ven ustedes esta crítica?

Nosotros decidimos que nuestras carreras iban a ser de servicio público y no solamente hemos estado en contiendas electorales, en donde democráticamente la gente ha podido determinar si nuestros perfiles, nuestra trayectoria, las ideas que hemos defendido les gustan o no. Hemos tenido también experiencias en el Ejecutivo, como nombramientos en cargos públicos, pero además hemos desempeñado esos cargos con excelencia y resultados. Desde que yo fui viceministro de la Juventud, director del programa presidencial Colombia Joven y estuve de segundo en la Embajada de Colombia en Londres, ahí están los resultados del trabajo, las realizaciones, y además nunca hemos tenido escándalos ni cuestionamientos, porque nunca hemos hecho negocios desde el sector público para enriquecernos.

Esa ética nos la enseñó mi papá y la hemos seguido. Él decía que los negocios y la política son como el agua y el aceite. O uno se dedica a hacer política y al servicio público, y para poder defender el poder público y el interés general debe tener independencia de intereses particulares, privados, de negocio; o se dedica a los negocios, que también es absolutamente legítimo, porque los empresarios son necesarísimos en cualquier país, en cualquier democracia, para que generen empleo. Pero mezclar política con negocios, que es por ejemplo lo que tiene enredado a Donald Trump —además de muchas otras cosas de su personalidad y de su talante como gobernante—, lo que lo tiene enredado de fondo es esa mezcla entre negocios, intereses particulares, y política.

En Colombia tenemos varios casos que tienen que ver con mezclar indebidamente los negocios y la política. Nosotros decidimos dedicar nuestra vida al servicio público porque pensamos que tenemos vocación política y mi papá nunca hizo negocios, como lo mencioné antes, propiedades, acciones, riqueza, ni fincas, y menos, so pretexto de ser emprendedor, buscar por ejemplo volteo de tierras, o buscar zonas francas en ciertos sitios de la Sabana de Bogotá, para de esa manera y desde una posición privilegiada, utilizando el poder o abusando de él, lo cual es por definición corrupción, buscar hacer negocios particulares desde esa posición privilegiada.

Por Olga Behar / Especial para El Espectador

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Adrianus(87145)28 de septiembre de 2020 - 09:05 p. m.
Muy aterrizado la posición del señor Galán, pues habló con claridad y contundencia como su padre aunque incomodar a quienes ostentan el poder de la manera vulgar que describe. Uribe, Gaviria y el sub actual se deben sentir muy aludidos.
Javier Dairo(17568)28 de septiembre de 2020 - 05:50 p. m.
Ex senador Juan Manuel Galán, Luis carlos Galán, denuncio lo que las Oligarquías hacian con EL PUEBLO! y Fundo «El Nuevo Liberalismo», lo acaudillo para,EL CAMBIO !,Hoy PETRO hace lo mismo, dice como nos han manejado y Acaudilla UN CAMBIO!!!, Ahora JuanMa, hablando de todo, Ustedes LOS GALANES,(incluyendo desde luego a su Hermano Medio, Luis Alfonso)…, q! esperan p! Acudillar, LA COLOMBIA HUMANA ?
Jose(76003)28 de septiembre de 2020 - 08:04 a. m.
"Huérfanos"? o mantenidos, Maruja y sus tres hijitos mantenidos del estado, asegurándoles "patente de corso" de por vida.
Gonzalo(14199)28 de septiembre de 2020 - 12:00 p. m.
No dice que nunca han creado un puesto de trabajo y por el contrario desde su adolecen cía, siempre han vivido de la te ta del estado y critican a los que si lo han hecho,para esconder su incapacidad de independencia.
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