“A ver si por fin nos aburrimos de matarnos”: Patricia Lara

La escritora y columnista de El Espectador presenta su más reciente libro: “Adiós a la guerra, una historia breve de los conflictos en Colombia” (sello Planeta).

NELSON FREDY PADILLA
19 de agosto de 2018 - 02:00 a. m.
 Patricia Lara, en su casa junto a la obra “Love is the key”, del artista Mauricio Gómez Jaramillo. / Óscar Pérez - El Espectador
Patricia Lara, en su casa junto a la obra “Love is the key”, del artista Mauricio Gómez Jaramillo. / Óscar Pérez - El Espectador

El primer libro que publicó Patricia Lara fue en 1982 y se titula Siembra vientos y recogerás tempestades. Incluía la semblanza biográfica y los testimonios de tres de los principales líderes del M-19: Jaime Báteman, Iván Marino Ospina y Álvaro Fayad.

Dieciocho años después, Las mujeres en la guerra (Planeta, 2000) fue su segunda revisión al conflicto colombiano a través de víctimas y protagonistas, que no habían sido oídas y cuyo testimonio trascendió al teatro a través de un monólogo femenino que ha viajado a Estados Unidos, Brasil, España, Grecia e Israel. Escribió también tres novelas, fundó y dirigió la revista Cambio16 Colombia, que luego vendió a su amigo, el nobel Gabriel García Márquez, e incursionó en la política. Fue fórmula vicepresidencial del magistrado Carlos Gaviria en 2006.

En 2018 presenta Adiós a la guerra, una historia breve de los conflictos en Colombia, en el que resume los conflictos e intentos de paz desde el siglo XIX y, con ayuda de 15 víctimas de la violencia, responde ¿por qué nos matamos entre colombianos? Siempre ha estado comprometida con iniciativas de paz y ha sido parte de comisiones facilitadoras de la sociedad civil. En la sala de su apartamento en Bogotá llaman la atención dos obras que, dice, “resumen lo que creo en la vida”: "Love is the key", de la exposición “Equilibrios”, 2014, del artista Mauricio Gómez Jaramillo y "Agradecimiento a Alberto Lleras”, una foto blanco y negro de Nereo López, tomada en 1962. Se ven 15 hombres dichosos, brazos en alto, agradeciendo al entonces presidente por acabar con la violencia entre liberales y conservadores, tras 12 años y 300.000 muertos. (Columna de Patricia Lara).

El libro tiene un espíritu pedagógico, dirigido a los colombianos que no han entendido el origen de nuestros conflictos y por qué es importante defender el proceso de paz. ¿Esa era la idea?

Exactamente. Este no es un libro para especialistas ni para historiadores o académicos, es para la gente de a pie. Inicialmente se pensó para estudiantes de bachillerato, pero después nos fuimos dando cuenta de que muchísima gente, tal vez quienes votaron NO en el plebiscito, no tiene clara la historia de Colombia.

La primera parte explica en 50 páginas nuestras violencias desde el siglo XIX, desde la Guerra de los Mil Días hasta hoy, compendio basado en investigaciones como la de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas.

Sí. Con ese objetivo me detengo en los conflictos que ha habido, en los intentos de solución y en cómo se han desbaratado. Además, está la parte que más me gusta, porque al fin y al cabo soy reportera no historiadora, que es la de los reportajes a 15 víctimas representativas de todas las violencias de este país. Más allá de las estadísticas terribles, personas de carne y hueso que han sufrido inmensamente por culpa de todos.

Deja constancia y queda con la conciencia tranquila.

Sí. A ver si por fin nos aburrimos de matarnos. A ver si por fin entendemos que la vida vale la pena. Estamos de un cacho, porque la paz se hizo. Somos como un enfermo al que le tenían que hacer una operación complicadísima, salió con éxito y no lo podemos dejar morir en los cuidados posteriores, por favor. Ya salimos de lo principal. Pensemos en que tenemos ocho millones de víctimas en un país de 50 millones. ¿Cómo el resto de la población no se permea de eso?

Usted es víctima; tío secuestrado (Oliverio Lara), prima secuestrada y asesinada (Gloria Lara). ¿Esa autoridad moral la ayudó?

En mi familia ha habido cinco casos de secuestro y el otro día haciendo las cuentas a mí se me han muerto 17 amigos de forma violenta; Rodrigo Lara, Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo, Jaime Garzón. El día que mataron a Jaime nos íbamos con él a Medellín como integrantes de la Comisión Facilitadora para el proceso de paz con el Eln, a la cárcel de Itagüí para una reunión con los presos. Estaba alistándome para irme al aeropuerto cuando escuché la noticia. Son muertos que le duelen a uno tanto o más que los de los familiares, porque los amigos se vuelven muy, muy cercanos a uno. Y eso te va lacerando y uno vive preguntándose hasta cuándo vamos a seguir en esto. (El gran relato: William Ospina).

Nombra a Carlos Pizarro, asesinado en 1990 con un proceso de paz firmado con el M-19. ¿Los riesgos de ahora con las Farc son parecidos?

Hay un riesgo muy grande. Al M-19 le costó mucho la paz si uno se pone a revisar después de la muerte de Pizarro. Por un lado funcionaba la paz y por el otro le ponían zancadilla los militares. De las cosas inteligentísimas que hizo Juan Manuel Santos fue involucrar a los militares en el proceso de la negociación con las Farc. Hay una gran diferencia. No diría hoy, como lo dijo en esa época Otto Morales hablando de “los enemigos agasapados de la paz”, que esa amenaza esté en las Fuerzas Militares. Creo que los militares se han beneficiado de esta paz, no más el hecho de ver el Hospital Militar sin las salas de urgencias llenas de mutilados los debe alegrar. Impresiona que quienes jalonan la guerra son un sector civil que no se resigna y está muy ligado con los intereses de la tierra.

Usted repasa todos los intentos de reforma agraria. ¿Cómo consolidar en este posconflicto un proceso equitativo de redistribución de tierras, al menos las improductivas?

No soy experta en el tema, que es complejísimo, pero lo que a mí me preocupa es que para llevarlo a buen término requiere una gran voluntad política y no ve uno que la haya en este gobierno.

También viajó a los diálogos de paz en La Habana. ¿Qué le aportó?

Fui quince días, quise conocer cómo era el proceso de las dos partes, conocí a algunos negociadores de las Farc, hablé con ellos, pero las charlas más interesantes fueron con las mujeres guerrilleras.Les pregunté por qué se metieron a la guerra y las historias son increíbles, uno entiende el disparate de estarnos matando. Una, por ejemplo, me dijo que nació en un pueblo del norte del Valle, llegaron los narcos a llevarse a todas las niñas para prostituirlas con los capos y como ella tenía un amigo guerrillero le dijo que la llevara. Otra, de la guardia personal de Alfonso Cano, dijo que nació en el lugar equivocado, su mamá murió en el parto, su papá la dejó tirada y donde la mantenían la maltrataba. Así terminó en armas en el Meta. La mecánica desigual del país va graduando de asesinos a esos personajes. Pero se puede crear una dinámica inversa. Un ejemplo es lo que ha sido Antonio Navarro, ex M-19, en el Congreso, como mejor alcalde y gobernador. Qué maravilla tenerlo aquí y no allá. Con seguridad entre esa gente hay muchos casos similares.

Cierra el texto con los obstáculos por superar. ¿Qué hacer para concientizar al gobierno de Iván Duque de no desarmar el proceso?

Quisiera que el presidente Duque se leyera el libro. Con seguridad él es una persona muy culta y conoce los conflictos históricos, pero el libro está estructurado para tener clara una defensa de los acuerdos firmados. Lo más inteligente, el mejor servicio que podría hacerle al país es consolidar la paz. Ya es presidente, es quien manda y creo que eso es lo que él quiere, no creo que sea un hombre de malas intenciones.

¿Puede querer pero podrá hacerlo a a pesar del Centro Democrático?

Sí creo. Puede apoyarse en los otros partidos políticos y hacer una gran coalición.

¿Cómo romper la cadena del odio?

En mi primer libro Álvaro Fayad cuenta que llegó a la guerrilla y se encontró con los nietos de los combatientes de la Guerra de los Mil Días, con los hijos de la violencia liberal-conservadora, con los fundadores de las guerrillas. ¿Ahora queremos que allí se encuentren los bisnietos y los hijos de la guerra de 2000? Tenemos que romper esa cadena y rescatar el país maravilloso que hay detrás, que puede ser un paraíso si dejamos de odiarnos porque sí. Entiendo la posición que tienen frente a los acuerdos los terratenientes, pero son un grupito, lo que no entiendo es que este país se deje manipular por personajes como el expresidente Uribe y permita que le inyecten un odio sin sentido. Él tiene un problema muy complicado desde el punto de vista psicológico: es de esas personas que no pueden vivir sin un enemigo, su primer gran enemigo eran las Farc y se acabó, el segundo era Santos y se le acabó. ¿Entonces?

El panorama hoy no es optimista también porque toman fuerza muchas mafias que se presentan como guerrillas o autodefensas queriendo quedarse con zonas donde operaban las Farc y vuelven a ser escenarios de guerra que se creían superados.

De acuerdo. Es que hubo un gran error del gobierno de Santos y de las Fuerzas Militares: no copar inmediatamente los espacios que dejaron las Farc. Quedó rigiendo la ley de la selva.

¿Qué debe hacer ahora la sociedad civil, porque además falta firmar la paz con el Eln?

No desmayar. Hay que armar una fuerza de presión ciudadana para que no se deshaga lo que hemos avanzado.

* El libro será presentado por la autora en charla con Alejandro Gaviria, escritor y exministro de Salud, en la biblioteca del Gimnasio Moderno (calle74 9-24, Bogotá), el jueves 23 de agosto a las 7 de la noche.

 

Por NELSON FREDY PADILLA

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