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Colombia no sabe consumir acetaminofén

En los últimos tres años el país gastó más de un $1 billón en este popular producto. Aunque cada vez hay más fármacos genéricos de buena calidad y buen precio, seguimos prefiriendo los más costosos. ¿Por qué?

Sergio Silva Numa
23 de mayo de 2015 - 02:31 a. m.
Del  billón de pesos  vendidos en acetaminofén desde 2012, el 90% correspondió a ventas de “marca” y el otro 10% a artículos genéricos.  /Archivo
Del billón de pesos vendidos en acetaminofén desde 2012, el 90% correspondió a ventas de “marca” y el otro 10% a artículos genéricos. /Archivo

Es probable que hoy el acetaminofén sea uno de los medicamentos que más consumen los colombianos. Desde que salió al mercado mundial en la década del 50 ha tenido un éxito sin precedentes. Por ser útil para aliviar el dolor y la fiebre, no generar graves efectos secundarios y tener pocas interacciones con otros fármacos, este analgésico se ha popularizado como pocos. Tanto, que en los últimos tres años los colombianos hemos gastado en él más de $1 billón. Exactamente $1’’849’.436.025, equivalente a 137 millones de empaques.

Las cifras aparecen en un informe publicado por el Observatorio del Medicamento de la Federación Médica Colombiana (Observamed), que hace parte de la iniciativa Elijamos sabiamente, una campaña con la que se busca educar mejor a los pacientes.

En el documento se evidencia, entre otras cosas, cómo el año pasado, probablemente a causa del chikunguya, las ventas se dispararon de manera significativa. Sólo en 2014 compramos 74% más de acetaminofén genérico que en 2013, lo que representa alrededor de 31 millones unidades. Mientras tanto, los productos de “marca” vendieron 12% más, es decir, casi 27 millones de unidades del analgésico (ver infografía).

Pero estas cifras nada indican si no se miran con más detalle. Por ejemplo, a los ojos del doctor Oscar Andia, director de Observamed, no deja de causar intriga los valores tan diversos que ambos productos generaron. Mientras que los genéricos reportaron ventas por $38.672 millones, los productores de los llamados de “marca” se hicieron con poco más de $341 mil millones.

¿Por qué? “Es un fenómeno impactante que pasa en todo el mundo y que no deja de causar preocupaciones. El hecho de que venda un $1 billón de acetaminofén en tres años y que el 90% corresponda a ventas “marca” y el otro 10% a artículos genéricos, muestra un desconocimiento por parte de los pacientes y una gran desinformación. Son distorsiones construidas a partir de imaginarios trasnochados”, dice Andia.

En otras palabras, a lo que se refiere Andia, es que resulta difícil de entender por qué los colombianos seguimos gastando dinero en el acetaminofén más caro, si hay muy buenos productos a mejor precio. “Por ejemplo, una caja de Dólex de 100 tabletas producido por la multinacional GlaxoSmithKline vale $38.000, mientras otro acetaminofén idéntico, fabricado por la también multinacional Sanofi-Aventis vale $11.000”.

El comportamiento se ha repetido en los últimos tres años. Pese a que en 2012 y 2013 los colombianos compramos las mismas unidades de analgésicos de “marca” y de genéricos (alrededor de 20 millones por año), los primeros vendieron más de $560 mil millones y los segundos superaron los $60 mil millones.

“Pero ese medicamento es apenas un ejemplo de muchos que son aún más graves. Una buena muestra de ese comportamiento son los antihipertensivos por los que a veces se pagan $200.000 más cuando un genérico vale $11.000, como sucede con el losartán”, cuenta Andia. “Y a parte de que hay una desinformación de los pacientes, que siguen creyendo que todavía hay laboratorios de garaje cuando existen muy buenas prácticas desde hace diez años, el Invima no cumple una de sus labores: educar mejor a los consumidores y médicos”.

Además, dice, ese fenómeno se genera porque cada año las grandes marcas tienen estrategias publicitarias, como sacar el mismo producto con otro nombre, añadiéndole alguna sustancia y cambiándole el color al empaque. “Es una táctica que podría inducir la demanda de esos medicamentos. Pero la pregunta no es si eso sucede. La pregunta es: ¿Qué tan ético es ese comportamiento?”.

 

ssilva@elespectador.com

Por Sergio Silva Numa

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