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¿De qué morimos los colombianos?

No es cierto que en Colombia la violencia cobre más víctimas que las enfermedades cardiovasculares.

Fernando Ruiz Gómez* /
07 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.
¿De qué morimos los colombianos?

¿Es verdad que 27% de las muertes de los hombres colombianos son por homicidios y el 23% consecuencia de tumores, como lo afirman enfáticamente recientes artículos de prensa a partir de los resultados de un estudio del Banco de la República que analizó las diferencias departamentales en mortalidad?

La respuesta enfática es no: la mayor causa de muertes en Colombia son las enfermedades isquémicas del corazón (o “infartos”) que representan el 15% del total, seguidas por los homicidios, que comprenden el 9%, y las enfermedades cerebrovasculares (conocidas como “trombosis”), que alcanzan el 7%.

De hecho, para 2011 el registro del DANE evidenció que 29.394 personas murieron a causa de enfermedades isquémicas del corazón, mientras que 18.439 fallecieron a causa de homicidios. En 2010 se registraron 33.450 defunciones por cáncer, 17% del total de muertes para ese año.

Otro asunto es comparar la frecuencia de las causas de muerte frente a la distribución por edad de la población. Como el homicidio es más frecuente en jóvenes, la probabilidad de morir por esta causa es mucho mayor entre los jóvenes, mientras que la de morir por cáncer o enfermedad del corazón es mayor entre los grupos de población de edad más avanzada.

Analizar la muerte por grupos de edad tiene sentido cuando se comparan países o regiones con estructuras poblacionales diferentes, como cuando se examina la mortalidad de los países de África con poblaciones muy jóvenes o las de los países europeos donde predominan poblaciones de mayor edad. Esto permite comparar jóvenes con jóvenes, mujeres mayores con mujeres mayores, y establecer diferencias.

Pero en un país como Colombia definir la mortalidad desde la óptica del peso de los grupos de edad puede conducir a la desinformación del público y a la toma de decisiones de política sanitaria profundamente equivocadas. Por ejemplo, aun cuando la mortalidad en los menores de un año es relativamente pequeña en los números, probablemente es la más importante por su relevancia social. Una alta mortalidad infantil debe considerarse intolerable en cualquier sociedad y por esa razón es, junto con la mortalidad materna, uno de los objetivos del milenio más relevantes.

También es erróneo inferir que la muerte por cáncer o enfermedad cardiovascular deba tener menor peso comparativo debido a que se relaciona con el envejecimiento. En primer lugar, el concepto de envejecimiento se ha venido relativizando ante la expansión en expectativa de vida. Por otro lado, existen cánceres como el de seno (segunda mayor causa de muerte en mujeres en nuestro país), que ha mostrado preocupante tendencia a presentarse en mujeres cada vez más jóvenes.

Lo anterior hace que enfermedad y mortalidad deban abordarse desde visiones más complejas, relacionadas con las transiciones que afectan a nuestra población.

 

@Fruizgomez

* Viceministro de Salud Pública y Prestación de Servicios.

Por Fernando Ruiz Gómez* /

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