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Hospitales de Colombia: lecciones en medio de los apuros de la pandemia

La pandemia ha hecho pasar por muchos apuros al sector hospitalario. Sin embargo, ha dejado invaluables aprendizajes a quienes han sido fundamentales para enfrentar las dificultades que generó el COVID-19. Resumimos algunos de ellos.

Sergio Silva Numa
20 de noviembre de 2020 - 12:43 a. m.
Uno de los principales aprendizajes es que hay que garantizar la sostenibilidad de los hospitales a como dé lugar, pues son fundamentales para la salud. / Getty Images
Uno de los principales aprendizajes es que hay que garantizar la sostenibilidad de los hospitales a como dé lugar, pues son fundamentales para la salud. / Getty Images
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El 21 de marzo de este año publicamos un artículo en El Espectador con un título que daba un poco de miedo: Hospitales de Colombia: preparándose para un enemigo casi de ciencia ficción. Habían pasado solo 15 días desde el anuncio del primer caso de COVID-19 en el país y la experiencia de lo sucedido en Europa indicaba que los trabajadores de la salud tendrían días difíciles. Marco Pavesi, un anestesiólogo de Lombardía, Italia, había resumido en The New York Times lo que estaba viviendo su equipo con una frase que replicamos en ese texto: “Ninguno de nosotros había experimentado esto antes”. “No podremos atender a todos los enfermos. El sistema de salud no aguanta más”, había declarado por esos días el presidente de esa región italiana. (Le puede interesar: Una pandemia que nos hará más humanos)

Para que ese “enemigo de casi ciencia ficción” no causara tantos estragos como en Lombardía, el sector hospitalario colombiano estaba tratando de encontrar soluciones a una gran velocidad. Entonces, aumentar el número de camas de cuidado intensivo (UCI) era una de las prioridades. También encontrar ventiladores en un complejo mercado con precios que crecían súbitamente. Hoy, después de muchas maromas y esfuerzos, el número de UCI es casi el doble del que había aquella vez. Hay 11.288 frente a las 5.349 que había en marzo. En este momento, el 42,2% están disponibles.

Es cierto que para alcanzar esa cifra y para atender a los pacientes de COVID-19 (y a sus familias), quienes están al interior de los hospitales han tenido que pasar días difíciles en medio de los largos trámites que impone el sistema de salud. Una verdadera “papelocracia” era como la llamaba Julio César Castellanos, director del Hospital San Ignacio.

Pero entre los aprietos, enfrentar una pandemia también les ha dejado valiosas enseñanzas. Son varios los gerentes y directores de estas instituciones que ya han sacado en limpio un listado de los aprendizajes que les han dejado estos ocho meses. (Puede leer: El COVID-19 también nos cambió para bien la salud)

Uno de ellos es Juan Carlos Giraldo, director de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC). Uno de los primeros puntos que resalta es que el sector salud (y los hospitales, claro) pasó a tener un papel protagónico. “Pasamos de estar en las últimas páginas y ahora estamos en las primeras”, dice. “Todas las decisiones se toman en torno a indicadores de salud y del sector hospitalario”.

Y eso, entre otras cosas, es importante porque mostró las dificultades que había que resolver con urgencia. También las fortalezas. Una, cuenta Andrés Aguirre, director del Hospital Pablo Tobón Uribe (Medellín) es que la pandemia hizo que los hospitales trabajaran de manera conjunta con el sector privado. Su ayuda, asegura, fue fundamental para brindar atención. Otra fue “la capacidad del sector hospitalario para adaptarse rápidamente a unas circunstancias complejas; una capacidad para no desfallecer y trabajar en unión. No nos distanciamos”.

Olga Lucía Zuluaga, directora de Acesi, asociación que agremia a 450 hospitales públicos, tiene una sensación similar. “Los hospitales se unieron y generaron un proceso de humanización sorprendente”, asegura. “Además obligó a otros sectores, que antes no se habían involucrado en asuntos de salud, a trabajar en equipo con nosotros”. (Vea más de este especial: Nos gustó pasearnos por el futuro)

Para buena parte de los hospitales públicos lo que sucedió en estos meses fue un revolcón. Con frecuencia en números rojos y capturados por políticos de turno, tuvieron la oportunidad de remodelar sus instalaciones y adquirir nuevos equipos. Muchos, por ejemplo, no tenían ventiladores para atender a los pacientes graves de COVID-19. Ahora, esos artefactos quedarán en su inventario. El principal reto, admite Zuluaga, será garantizar que esa red pública continúe funcionando y sea sostenible en el tiempo.

De hecho, si hay algo en que concuerdan tanto Giraldo, como Castellanos, Aguirre y Zuluaga es que la pandemia le mostró al Gobierno que es indispensable encontrar un camino para asegurar la sostenibilidad de los hospitales. “Son parte fundamental del sistema de salud y de la seguridad y por eso hay que mantenerlos; no solo son imprescindibles en una pandemia”, afirma Giraldo. Tiene una buena metáfora para explicarlo: “Imagínese que un cuerpo de bomberos solo le pagaran por incendio apagado. No sucede, ¿cierto? Es porque son fundamentales y se requiere que siempre estén ahí, disponibles. Eso mismo pasa con los hospitales. Ahora ya sabemos quiénes aportan al sistema de salud y qué es lo que se deberían reformar”.

Pero las expectativas no siempre se asemejan a la realidad. Por eso, Juan Felipe Valencia, director científico del Hospital Universitario de Caldas, en Manizales, cree que una de las principales enseñanzas de la llegada del COVID-19 es que las regiones y las “ciudades intermedias” deben hacer todo lo posible para ser completamente autosuficientes. “Debemos contar con los recursos para responderle a la comunidad ante situaciones críticas, sin tener que depender de instancias centrales”, dice. (Le puede interesar: ¿Cambiará la ciencia tras la pandemia?)

Es algo, sin embargo, que también sucede en las grandes ciudades. “Un aprendizaje es que tenemos que prepararnos para emprender una recuperación financiera. No hay ni habrá una solución mágica que venga del Gobierno. Así que nosotros tenemos que buscar alternativas y hacer ajustes”, asegura el doctor Castellanos.

Hay un punto más que muchos colombianos ya han tenido que experimentar: la atención virtual. “Este era un sector que se resistía al cambio”, explica Giraldo. “Pero el COVID-19 fue una máquina del tiempo y nos obligó a hacer transformaciones necesarias. Entre ellas está la telemedicina, pero también la atención ambulatoria y domiciliaria”.

Giraldo cree que hay que resaltar un punto más en este listado de “aspectos positivos” que la pandemia pudo traer en los hospitales. Uno es haber mostrado la importancia de la atención primaria en salud. Aspectos básicos de la higiene pública como el lavado de manos y el uso del tapabocas, son hoy esenciales para salvar vidas.

El otro punto que parece valioso a Giraldo es que ya sabemos que a la hora de hablar de bienes e insumos en salud el país no puede depender exclusivamente de un mercado internacional. “Nunca más nos puede pasar que no tengamos una reserva estratégica. Debe haber un gran fomento para que la industria local garantice esas carencias”.

Pero si hay algo que no puede escaparse de este listado, apunta Castellanos, son los enormes aprendizajes en términos clínicos. El aprendizaje que han logrado quienes han atendido a pacientes y han resuelto situaciones complejas es, para él, invaluable. Como también lo es, dice Aguirre, “el compromiso que hay entre los trabajadores de la salud en Colombia. Verdaderamente sorprendente”.

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