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Interferón, otra promesa apresurada contra el COVID-19

Hace unas semanas un médico en Nariño aseguraba tener la cura contra el coronavirus. Días más tarde la Policía decomisó medicamentos fraudulentos en su fundación. Esto es lo que sabemos sobre los interferones.

Gloria Correra*
19 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.
Staff members of Changchun Institute of Biological Products in Changchun, capital of northeast China's Jilin province, are engaged in producing such medicines as interferon which is helpful for residents to prevent from being infected with SARS Sunday, April 27, 2003. SARS has killed at least 131 people and sickened almost 3,000 people in mainland China. (AP Photo/Xinhua, Xu Jiajun)
Staff members of Changchun Institute of Biological Products in Changchun, capital of northeast China's Jilin province, are engaged in producing such medicines as interferon which is helpful for residents to prevent from being infected with SARS Sunday, April 27, 2003. SARS has killed at least 131 people and sickened almost 3,000 people in mainland China. (AP Photo/Xinhua, Xu Jiajun)
Foto: AP - WU JIAJUN

El interferón ha sido protagonista de titulares en esta pandemia, ya que se le ha atribuido el poder de “bala mágica” frente al nuevo coronavirus en múltiples ocasiones, pero la realidad es que tal como sucedió con la hidroxicloroquina o más recientemente con la ivermectina, es posible que se hayan sobrevalorado los hallazgos iniciales de los estudios en los que se ha utilizado.

En Colombia también se ha idolatrado al interferón. Hace un par de semanas apareció en escena el médico Julio César Klinger, quien en el municipio de Barbacoas, Nariño, refería haber administrado “interferón beta” a sus pacientes mientras en Popayán vendía el medicamento a través de una fundación con su nombre y a pesar de que su uso solo está autorizado dentro de ensayos clínicos.

El 7 de agosto al Invima, en conjunto con la Policía Fiscal y Aduanera, no le quedó otra alternativa que intervenir la Fundación Julio Klinger, donde decomisaron 192 goteros de un “medicamento fraudulento”. Cada frasco denominado como “Interferón beta sublingual” era comercializado por $80.000, a pesar de no tener registro sanitario.

Este caso refleja una vez más el desespero tanto de la población como en muchos casos de los médicos por encontrar un medicamento que permita defenderse ante este nuevo virus. Pero este escenario también lleva al cuestionamiento sobre las razones por las que el interferón ha sido considerado como una alternativa de tratamiento.

¿Qué es el interferón?

En realidad no se trata de una sola molécula, sino de una familia de moléculas llamadas interferones, las cuales corresponden a unas proteínas producidas por algunas células del cuerpo humano en la respuesta inicial de defensa desencadenada frente a diferentes estímulos biológicos (incluyendo los virus). Se producen para actuar como mensajeros que en algunos casos avisan a células vecinas o a otras distantes sobre dichos estímulos intrusos en el cuerpo humano con el fin de poder atacarlos.

El primer interferón fue descubierto accidentalmente en 1957 en Londres por el suizo Jean Lindenmann y el británico Alick Isaacs, quienes al estudiar células de embrión de pollo previamente expuestas a virus evidenciaron la presencia de una sustancia que les confería a dichas células la resistencia para no sufrir una nueva infección de origen viral. Debido a esa “interferencia” que generaba la sustancia se acuñó su nombre. Por su enorme potencial para actuar ante los virus suscitaron gran interés, sin embargo, fueron necesarios más de veinte años para conseguir su completa purificación.

Fue en la década del 80 en que comenzó su producción a gran escala en muchos países. Con los años se hizo famoso el interferón producido en Cuba, ya que en 1981, científicos de la isla lograron producirlo a partir de leucocitos (células del sistema inmune) obtenidos de donaciones de sangre, el cual tuvo aplicación inmediata en una epidemia de dengue que enfermó para esa fecha a más de 340 mil cubanos. Sin embargo, este novedoso medicamento tenía el inconveniente de que no era posible producirlo a escalas mayores lo que se logró hasta 1986 a través de la tecnología de recombinación de ADN que permitía obtener interferones más “puros” y a gran escala, así se produjo el Interferón Alfa 2b Humano Recombinante.

Desde entonces, los interferones han sido ampliamente estudiados vislumbrándose que ejercen un papel en la inhibición de la replicación de los virus a través de la activación de una compleja y enmarañada red de otras moléculas que activan y regulan células del sistema inmune.

Estas moléculas también han sido sujeto de numerosos ensayos clínicos y se ha probado su eficacia en el tratamiento de algunas enfermedades, como la esclerosis múltiple (el INF-β) o en infecciones de origen viral como las hepatitis B, C y D , así como algunos tipos de cáncer. Sin embargo, como ocurre con cualquier medicamento su uso en algunos casos ha generado efectos secundarios relevantes.

Interferón y COVID-19

Los primeros que depositaron sus esperanzas en interferones frente al SARS-CoV-2 fueron algunos médicos chinos, en Wuhan, quienes usaron el interferón alfa 2b nebulizado solo o en combinación con otro medicamento llamado arbidol. En un pequeño estudio con apenas 77 pacientes reportaron algunos beneficios. Se estima que alrededor de 50 estudios en el mundo incluyen diferentes tipos de interferones (IFN) sin que hasta ahora exista consenso.

El Interferon Alfa 2B Humano Recombinante se comercializaba en China ya desde el 2003, año en que se había creado la empresa mixta chino-cubana ChangHeber. La elección de ese interferón, comercializado bajo el nombre de Heberon Alfa R, por parte de la Comisión Nacional de Salud de China al inicio de la pandemia, respondía a los estudios previos ante virus similares al nuevo coronavirus. Tras la aparición del SARS y el MERS-CoV en las anteriores epidemias, a los pacientes se les administró diferentes tipos de interferones pero la tasa de éxito fue limitada.

Se cree que el coronavirus, como otros virus, ha desarrollado evolutivamente mecanismos para resistir la actividad de los interferones producidos por las células del sistema inmune, logrando evadir esta respuesta del cuerpo humano. Hallazgos reportados en publicaciones de las revistas Science, Nature y Cell así lo insinúan. Por esas razones, se considera que administrar interferón tempranamente a pacientes con COVID-19 podría suplir la actividad disminuida del mismo o potenciar el efecto antiviral.

Para lograr evaluar dicha hipótesis, se han llevado a cabo estudios en animales e investigaciones in-vitro con los diferentes coronavirus como el SARS-CoV 1, el MERS y el nuevo coronavirus. Investigadores alemanes del Instituto de Virología de Berlín, publicaban el 25 de junio un artículo en Journal of Biological Chemistry donde mostraban también resultados de sus estudios in vitro con el nuevo coronavirus, concluyendo una vez más que el SARS-CoV-2 es sensible a los interferones. Sus hallazgos sugerían que el tipo I y especialmente los Interferones tipo III, menos propensos a efectos adversos, son buenos candidatos para el tratamiento de COVID-19. Sin embargo, aún se requiere identificar el verdadero efecto real en pacientes infectados, la dosis precisa así como la forma y el momento adecuado de administrarlo.

La otra cara de interferones en Covid

Sin embargo, un estudio mostró otra cara de esta moneda. La investigación realizada por un equipo de la U. de Harvard y del Boston Children’s Hospital, identificó que la molécula ECA2, utilizada como puerta de entrada por el nuevo coronavirus, junto a otra molécula conocida como TMPRSS2, también útil para la entrada eficiente del virus al cuerpo humano, son ambas expresadas principalmente en los neumocitos tipo II del pulmón, en células del intestino delgado y en células del epitelio nasal.

Hasta ahí los hallazgos de estos investigadores no mostraban muchas novedades, pero al continuar el estudio encontraron que el gen que regula la expresión de la molécula ECA2 (la puerta de entrada del nuevo coronavirus) es a su vez regulado por el interferón α y el interferon-γ, es decir, en presencia de esos interferones los niveles y expresión de ECA2 pueden aumentar, lo que significa que paradójicamente se pueden abrir más puertas para el virus facilitando su entrada, todo lo opuesto a lo que se desearía al utilizar estos interferones como tratamiento de COVID-19 y que se desconocían previamente.

“Nuestro descubrimiento de que ECA2 es estimulado por interferón podría tener implicaciones clínicas, ya que el interferón a menudo se usa en el tratamiento de infecciones virales como terapia complementaria o cuando no existe un antiviral específico. Además, como cualquier terapia contra el SARS-CoV-2, es esencial unir nuestro entendimiento básico con estudios clínicos controlados, para entender los tratamientos más apropiados para cada paciente”, escribieron los autores.

Se hace evidente que determinar el uso de algún tipo interferón durante esta pandemia es una decisión que deben tomar los médicos tratantes cobijados en algún estudio clínico; la evidencia científica robusta que respalde o no el uso para tratamiento o prevención de la infección por el nuevo coronavirus se obtendrá de esos ensayos clínicos en curso.

*Médica colombiana.

Por Gloria Correra*

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