Hace un par de días la modelo Natalia París publicó un breve video en su cuenta de Instagram. Estaba en una fiesta con varias personas en la que ella hacía las veces de DJ. Al verla, una seguidora la cuestionó: “¿Sin tapabocas? ¿No corren riesgos?”. “Todos tomamos dióxido de cloro, nadie se enferma”, respondió. Luego la remitió a otra cuenta donde lo podría comprar.
El video de París ha sido reproducido más de 176 mil veces y su “recomendación” ha sido replicada en otras redes sociales. Pero tiene, básicamente, un problema: el dióxido de cloro no sirve ni para prevenir ni para tratar el COVID-19. De hecho, no sirve para tratar ninguna enfermedad, dice la FDA de Estados Unidos. Tomarla puede generar “riesgos considerables a la salud de los pacientes”, advierte.
No es la primera vez que la modelo se aventura a dar “peligrosos consejos” de salud. Brebajes amazónicos para tratar el cáncer e invitaciones a no vacunarse hacen parte de la lista de sugerencias de París en contravía de toda evidencia médica. En este artículo las recopilamos hace un par de años.
Pero en el caso del dióxido de cloro, aunque esa sustancia ha cobrado popularidad en la pandemia, las agencias sanitarias han reiterado en múltiples oportunidades que ingerirla puede ser muy peligroso. “Su venta puede poner en peligro la salud de una persona y retrasar el tratamiento médico apropiado”, dijo hace unos meses Stephen M. Hahn, comisionado de la FDA, ante el incremento de comercialización. “A pesar de advertencias previas, a la FDA le preocupa que aún se vendan productos de dióxido de cloro con afirmaciones engañosas de que son seguros y eficaces para el tratamiento de enfermedades, ahora incluyendo el COVID-19”.
A la par que charlatanes e influencers han ayudado a expandir el uso del dióxido de cloro, también se han registrado casos de muertes e intoxicaciones. En 2019, contaba la periodista Tiffany Hsu en The New York Times, la FDA tenía reportes de, al menos, 20 personas afectadas por ingerir ese compuesto. Siete habían muerto. Dos en 2018, una en 2017, otra en 2014, y tres más en 2013, 2011 y 2009. La Asociación Estadounidense de Centros de Control de Envenenamiento también había registrado 226 casos de exposición a “blanqueador” de uso no doméstico.
Hace unos días, incluso, murió otro paciente en Argentina, tras ingerir dióxido de cloro. En agosto del 2020 un niño de 5 años tuvo un fallo multiorgánico luego de que le dieran esa sustancia como “tratamiento preventivo”. También murió.
Ante estos eventos adversos, las recomendaciones para que no lo consuman se han replicado en todo el mundo. “No recomendamos utilizar productos a base de dióxido de cloro o clorito de sodio en pacientes con sospecha o diagnóstico de COVID-19, ni en ningún otro caso, porque no hay evidencia sobre su eficacia y la ingesta o inhalación de estos productos podría ocasionar graves efectos adversos”, recordaba también la Organización Panamericana de la Salud.
Si es tan peligroso, ¿por qué continúan recomendando esa sustancia? Es difícil comprender por qué su uso se popularizó, pero la historia de sus principales promotores, como lo contamos en este artículo, parece sacada de la ciencia ficción. Incluía la fundación de una “iglesia” que reclutaba a fieles de ese brebaje.
Ellos la han recomendado con desparpajo para múltiples enfermedades causando serios problemas en la salud de pacientes. Cáncer, diabetes, hepatitis A, B y C, enfermedad de Lyme, esclerosis múltiple, Parkinson, Alzheimer y VIH/SIDA, entre ellas. El alemán Andreas Kalcker, quizás su principal promotor, ha sido denunciado y detenido varias veces por promocionar este producto que es usado para desinfectar superficies y que también suele comercializarse como lejía.
En Colombia se han presentado varios casos similares. En su Instagram Natalia París recomienda a Samir Namen (@samir_namen111*) que también lo vende y lo aconseja, pese a todas las advertencias sanitarias por evitar su consumo. Con más de 11 mil seguidores, Namen se presenta como “Life coach” y “terapeuta holístico”.
En una de sus historias explica por qué lo usa con argumentos traídos de un mundo en constante conspiración: “Para explicar la info del dióxido de cloro quiero que interioricemos el sistema en el cual vivimos: estamos en un sistema completamente oscuro que diseñó con el propósito de dañarnos nuestro ser: una mala alimentación, vacunas que nos llenaron de venenos y metales pesados”.
Como varios de sus promotores, Namen dice que el dióxido de cloro quita los síntomas del COVID-19 y, contra toda evidencia médica, lo promociona para curar otras enfermedades como el cáncer o el SIDA. “Lo cura casi todo”, dice.
En su libro A scientist in Wonderland, Edzard Ernst, investigador de la Universidad de Exeter (Reino Unido), que se ha encargado de desenmascarar las mentiras de la medicina alternativa, intentaba entender las razones que llevaban a estos charlatanes a engañar a la gente y a expandir esas creencias. En un apartado, resumía su reflexión: “Lento, pero seguro, me resigné al hecho de que, para algunos fanáticos de la medicina alternativa, ninguna explicación será suficiente. Para ellos, parecía haberse transformado en una religión, una secta cuyo credo central debe ser defendida a toda costa contra el infiel”.
*Con las críticas surgidas por sus recomendaciones, Samir Namen cambió su usuario de Instagram a @sky_healing_777.