'No podemos estigmatizar el consumo de yagé'

Un joven británico murió en Putumayo tras consumir un brebaje de ayahuasca. Expertos advierten sobre el mal uso que algunas personas suelen hacer de esta sustancia.

María Luna Mendoza
29 de abril de 2014 - 03:06 a. m.
Las autoridades presumen que el joven británico tuvo una reacción negativa a la  ayahuasca. / Terpsícore – Wikimedia
Las autoridades presumen que el joven británico tuvo una reacción negativa a la ayahuasca. / Terpsícore – Wikimedia

El pasado 23 de abril fue hallado en el municipio de Mocoa (Putumayo) el cuerpo de Henry Miller, un británico de 19 años que murió tras participar en una ceremonia chamánica en la que ingirió un brebaje de yagé (o ayahuasca ). Aunque no se ha determinado la causa exacta de su muerte, las autoridades sospechan que Miller tuvo una reacción negativa a la infusión que le fue suministrada.

En un video grabado horas antes de su muerte y divulgado por Caracol, Miller contó que tenía grandes expectativas por el que sería su segundo ritual durante su estadía en Putumayo. “Ayer no sentí los efectos que esperaba. Dicen que eso suele pasar en la primera ceremonia”, dijo el joven británico.

“No es la primera vez que sucede”, aclara Camilo Correal, médico y docente especializado en medicina tradicional e investigador asociado del Centro de Estudios Médicos Interculturales. En los últimos años los medios nacionales han registraron tres muertes similares: dos en Santander y una en un festival multicultural que realizó la Gobernación de Nariño en 2011.

En el caso de Miller existen más incertidumbres que certezas. No se sabe con seguridad si el yagé fue la causa de su muerte. Sin embargo, las circunstancias que rodearon el hecho han suscitado un nuevo debate sobre el consumo de la sustancia alucinógena.

De acuerdo con Correal, la gran curiosidad que los rituales indígenas y la toma de yagé despiertan entre los jóvenes, colombianos y extranjeros, lo ha convertido en una potencial fuente de lucro entre comerciantes que, “envilecidos por las posibilidades de ganancia, dan un manejo inadecuado e irresponsable al brebaje”.

“El problema no radica en el yagé, sino en el uso que se haga de él. Muchos charlatanes disfrazados de chamanes han supeditado su tradicional función medicinal a intereses económicos particulares que poco o nada tienen que ver con el auténtico sentido de su consumo. Ahí vienen los problemas”, señala Correal.

Con él concuerda Germán Zuluaga, médico y docente de la Universidad del Rosario y experto en sistemas tradicionales de salud, quien ha sido considerado por Colciencias uno de los investigadores élite del país. En varias ocasiones ha pedido “no estigmatizar el yagé”.

En una ocasión, Zuluaga explicó a El Espectador qué es el yagé: “Simplemente me remito a repetir las palabras textuales que los distintos taitas me han enseñado: El yagé es una planta medicinal. Punto. ¿Cómo obra? Es un purgante. Punto. Digamos que la diferencia es que su acción purgante no ocurre sólo a nivel físico, sino que ocurre en otras dimensiones de la persona: pensamientos, sentimientos, recuerdos, emociones, y eso es lo que lo hace tan especial”. De acuerdo con Zuluaga, “la única forma correcta de acercarse al yagé es por salud. Cualquier intención distinta es una equivocación”.

“La gente no entiende que un médico indígena trabaja con un esquema distinto y lo que ofrece es una planta medicinal muy especial, sagrada, que si se sale de ese contexto puede ser muy dañina”. Lamentablemente, admite el experto, “el discurso esotérico y psicodélico” ha tenido un gran éxito comercial e incluso ha conseguido permear las comunidades indígenas.

Carlos Vásquez, médico, magíster en medicina alternativa, docente de la Universidad Nacional e investigador del Instituto Humboldt, hace un llamado de atención similar: “El consumo de yagé efectivamente tiene riesgos. Las personas susceptibles a la hipertensión, por ejemplo, no deberían tomarlo. En ese sentido, un acompañamiento adecuado resulta indispensable”.

Los tres expertos coinciden en que el conocimiento ancestral no puede ser estigmatizado por el mal uso que algunas personas irresponsables hagan de él. Además, quienes desean vivir la experiencia deben comprender que no se trata de una simple oportunidad para alucinar, como la tendrían al consumir éxtasis o alguna otra sustancia psicotrópica.

Durante una entrevista concedida hace un par de años por Germán Zuluaga a este medio, el experto concluyó: “Si usted va con cuenticos de ver elefantes rosados, le va mal. Si quiere unirse con la divinidad, le va mal. Si quiere ser un iniciado del mundo esotérico, le va mal.Y desafortunadamente eso es lo que predomina.”

 

 

mluna@elespectador.com

Por María Luna Mendoza

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