¿Quién metió ese gen en mis chorizos?

En 2016 se identificaron en Colombia cuatro casos de resistencia a uno de los antibióticos más potentes: la colistina. En 2017 el Invima detectó el gen responsable en muestras de chorizo y carne. El ICA prohibió usar el antibiótico en animales, pero se sigue vendiendo como pan caliente.

Pablo Correa / @pcorrea78
09 de septiembre de 2018 - 02:00 a. m.
El uso excesivo de colistina como promotor del crecimiento en animales es la principal causa de la resistencia a este antibiótico. / Getty Images
El uso excesivo de colistina como promotor del crecimiento en animales es la principal causa de la resistencia a este antibiótico. / Getty Images
Foto: AP - Tran Van Minh

En 2016 el Grupo de Microbiología en el Instituto Nacional de Salud, recibió un correo del Ministerio de Salud y Protección Social en el que le advertían que en Colombia ya estaban circulando bacterias resistentes a la colistina, un antibiótico que los médicos guardan como la última línea de ataque cuando se presentan infecciones que resisten a todos los demás antibióticos. El correo iba acompañado de un artículo publicado por un grupo de científicos holandeses. Se titulaba “Diseminación del gen mcr-1 resistente a colistina”.

Los investigadores del instituto leyeron el artículo con detenimiento y preocupación. Sus colegas holandeses habían tomado muestras fecales de 1.847 viajeros. Unas antes de partir y otras una a dos semanas después de que regresaron de su periplo por Asia y Latinoamérica. En seis de las muestras identificaron un problema: bacterias Escherichia coli resistentes a la colistina. La punta de un enorme iceberg. Una de las viajeras era una mujer de 25 años que visitó Colombia, Perú y Bolivia.

Inmediatamente el Instituto Nacional de Salud informó a los coordinadores de los 33 laboratorios de salud pública departamentales de Colombia sobre el asunto y les pidió revisar muestras de pacientes sospechosos de infecciones resistentes a este antibiótico en busca de ese gen. Necesitaban confirmar si era cierto. Mientras tanto en Bogotá, los miembros del grupo comenzaron la misma tarea en el cepario donde guardaban las muestras que reciben de todo el país. Se concentraron en las de 2014 a 2016.

La resistencia a los antibióticos es un problema de salud pública delicado. De hecho la Organización Mundial de la Salud ya temía desde 2012 que se presentaran problemas con la colistina. Cuatro de las muestras que analizaron en el Instituto Nacional de Salud resultaron positivas. El gen mcr-1 apareció en una bacteria conocida como Salmonella entérica serovar Typhimurium de pacientes procedentes de Antioquia, Bogotá y Boyacá; y también en una muestra de E. coli en una paciente de Santander. Significaba que las bacterias estaban aprendiendo a sobrevivir a la colistina.

El grupo de microbiología hizo lo que tenía que hacer en esas circunstancias: redactar una alerta nacional. “El hallazgo de cepas productoras de mcr-1 debe ser considerado de alto riesgo epidemiológico. Se requiere del máximo esfuerzo de todos los integrantes de los equipos de salud, en especial del Comité de Control de Infecciones, para evitar la diseminación de este tipo de mecanismo de resistencia”, escribieron.

El gen mcr-1 y los mensajes entre bacterias

Las bacterias aparecieron en este planeta primero que nosotros y seguirán aquí cuando todos seamos polvo. Además son numerosas. Se estima que su número total en la Tierra es de un 10 seguido de 30 ceros. De hecho los seres humanos convivimos con una friolera de bacterias en nuestra piel e intestino: al menos dos kilos de los que marca la báscula cuando nos pesamos van por cuenta de ellas. Son diez veces más que nuestras células.

La mayoría resultan relativamente inofensivas. Menos del 1 % entrañan peligro para los humanos. Para nuestra fortuna, con el descubrimiento accidental de la penicilina, a principios del siglo XX, por primera vez en la historia de la humanidad conseguimos una verdadera arma para defendernos en caso de infección. Pero las bacterias, como todos los seres vivos, luchan por su supervivencia y han aprendido a burlar nuestra mejor medicina contra ellas.

Pablo Ortiz, investigador en biología molecular y bioinformática, explica la resistencia a los antibióticos con una metáfora. “Imagínese un lago donde viven muchas bacterias”, dice, “si le aplica un antibiótico podrían morir el 99,9 % de ellas; pero la que sobrevive, porque es más fuerte, comienza a reproducirse y su especie conquista todo el lago”. Hay dos formas principalmente en las que esa bacteria guarda la “memoria” para resistir al antibiótico. A veces ocurre un cambio en su ADN y en uno de esos genes queda la información necesaria para salvarse del próximo baño de antibióticos. Pero las bacterias también usan plásmidos, pequeños fragmentos de información genética que encapsulan en una gota de aceite. Ortiz dice que son como “una caja de herramientas” a la que recurren cuando la necesitan.

El problema con esos plásmidos es que se pueden transmitir de forma horizontal. Volviendo a la metáfora del lago, la bacteria que sobrevivió les puede heredar la resistencia a sus hijas y nietas si guardó esa información en su ADN. Pero también se la podría compartir a bacterias de otros lagos por medio de los plásmidos.

Plásmidos desde China

El 18 de noviembre de 2015, Yi-Yun Liu, de la Universidad Agrícola del Sur de China, y un grupo de sus colegas descubrieron que la resistencia al antibiótico colistina se estaba transfiriendo por plásmidos. Al gen que encontraron en muestras de cerdos y pollos en su país lo bautizaron mcr-1. Sabían muy bien lo que aquello significaba. Que las bacterias podían compartir esa información con otras bacterias.

“La aparición del gen mcr-1 anuncia la ruptura del último grupo de antibióticos, polimixinas, por resistencia mediada por plásmidos”, advirtieron en su artículo. “Nuestros hallazgos enfatizan la necesidad urgente de una acción global coordinada en la lucha contra las bacterias Gram-negativas resistentes a las drogas”. Fue justamente ese descubrimiento el que llevó a los holandeses a revisar muestras fecales de sus viajeros, y al equipo del Instituto Nacional de Salud de Colombia a cotejar en su cepario para confirmar que los chinos se habían equivocado en una cosa: el problema no estaba confinado en China.

Busquen en la carne

Una vez confirmada la presencia del gen mcr-1 en muestras de pacientes en Colombia, se convocó una reunión entre el Ministerio de Salud, el Ministerio de Agricultura, el Invima, el ICA y otras entidades a cargo del Plan Nacional de Resistencia Antimicrobiana. Era necesario revisar toda la cadena de alimentos.

La causa de la resistencia a la colistina, como lo detectaron los investigadores chinos, no surgió en los hospitales por exceso de uso de este antibiótico sino en granjas donde la colistina se estaba usando para mejorar el crecimiento de los animales. Impulsada en gran parte por China, el mayor productor de aves de corral y cerdo, la demanda mundial de colistina en la agricultura alcanzó en 2015 cerca de 12.000 toneladas. Un negocio potente: US$229,5 millones al año.

El 2 de agosto del año pasado el Invima, mediante el Laboratorio de Microbiología de Alimentos y Bebidas, confirmó la sospecha. Habían detectado el gen mcr-1 en muestras de carne cruda y chorizo procedentes de Bogotá. “El hallazgo de microorganismos como Salmonella spp con genes que confieren resistencia al antibiótico colistina se considera de alto impacto epidemiológico y se relaciona con el abuso y el mal uso de antibióticos tanto en personas (administración para tratar enfermedades virales) como en animales (uso como promotores del crecimiento del ganado)”, escribieron en su informe.

“El uso de medicamentos veterinarios no siempre es el adecuado en Colombia”, dice Javier Guzmán, director del Invima: “Por un lado se utilizan medicamentos prohibidos y por otro los aprobados se usan con dosis mayores a las adecuadas”.

Con todas estas pruebas sobre la mesa, Luis Humberto Martínez, gerente general del ICA, firmó el 9 de abril de este año una resolución en la que se prohibió la importación, fabricación, registro y uso de aditivos que contengan colistina (Polimixina E) y Polimixina B como promotores de crecimiento en animales. La resolución estableció un plazo de seis meses para que los establecimientos veterinarios agoten sus inventarios.

El plazo establecido por el ICA se vence el próximo mes. Sin embargo, aún sigue siendo extremadamente fácil comprar colistina en tiendas veterinarias. Luego de llamar a varias casas comerciales en Bogotá, todas tenían disponible el producto y lo venden sin advertencia alguna de los riesgos que acarrea su uso ni la prohibición que hoy rige en Colombia.

El peor escenario en toda esta historia por fortuna aún no se ha desencadenado. Las bacterias resistentes a la colistina identificadas hasta ahora han resultado sensibles a otros antibióticos. ¿Qué va a pasar cuando una superbacteria resistente a varios antibióticos capture el gen mcr-1 y también se haga resistente a la colistina? Las investigadoras del Instituto Nacional de Salud que han estado al frente de este problema prefieren no pensar en ese escenario. Confían en que la cadena de transmisión del gen entre bacterias se pueda cortar si los criadores y veterinarios ponen de su parte y suspenden el uso del sulfato de colistina.

Por Pablo Correa / @pcorrea78

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