“Somos similares a la industria farmacéutica”: empresa de cannabis medicinal

Andrés Galofre, cofundador de una de las empresas más grandes de cannabis medicinal, asegura que no hay reproches éticos para hacerle a la industria.

Sergio Silva Numa / @SergioSilva03
14 de mayo de 2019 - 03:00 a. m.
Andrés Galofre, cofundador de Khiron.  / Diego Cuevas
Andrés Galofre, cofundador de Khiron. / Diego Cuevas

Si en este momento escribiera en el buscador de noticias de Google “cannabis medicinal” y limitara esa pesquisa a los últimos treinta días y a artículos publicados únicamente en español, los resultados serían sorprendentes. En el último mes más de 150 textos relacionados con este par de palabras han sido publicados en medios de comunicación. Buena parte de ellos son colombianos. (Lea Presiones farmacéuticas, afán y mala suerte: así se cayó un artículo de medicamentos del PND)

El ejercicio es una breve muestra de la fuerza que, poco a poco, ha empezado a tener esta naciente industria. Con ayuda de personalidades como Vicente Fox y con estrategias de comunicación para promocionar productos a base de marihuana, las compañías han logrado que la opinión pública centre su atención en el cannabis medicinal. Aunque, como lo ha contado este diario en varias oportunidades, la evidencia científica que respalda su uso médico es limitada, es fácil encontrar personas que creen en las bondades de estos productos.

¿Qué es cierto y qué no? ¿Para dónde va esta industria? ¿Cómo se está articulando con el gremio médico? Andrés Galofre, cofundador de Khiron, una de las empresas más grandes en América Latina que nació en Colombia, responde estas preguntas.

Hace un par de meses publicamos en este diario un artículo llamado “Colombia, ¿el futuro Silicon Valley del cannabis medicinal?”. ¿Creen que realmente será así?

Creo que hay una expectativa grande, pero sí se tienen que afinar muchas cosas en Colombia para que podamos hablar con esos adjetivos tan rimbombantes. Creo que como país tenemos una gran oportunidad, pero hay que articular muchas cosas: entidades gubernamentales, sector privado, universidades, investigación...

¿Qué es Khiron?

Es un emprendimiento colombiano que empezamos en el 2015 junto con Álvaro Torres. Es la primera compañía que no habla de cultivo, sino de producto de valor agregado para atender pacientes con enfermedades en las que el cannabis medicinal funciona. América Latina puede tener 68 millones de pacientes. Tenemos un propósito: ofrecer algo que mejore la calidad de vida de ellos. Hoy somos unas 160 personas en la organización en Colombia. Ya tenemos operaciones en Perú, Chile, México y Uruguay, donde hemos hecho adquisiciones de compañías y alianzas estratégicas. Es una compañía hecha por colombianos. El fin de Khiron no es solamente ofrecer productos que requieren una receta médica, sino que entendimos que diferentes compuestos que no requieren de estudios clínicos pueden ser usados.

¿Han hecho investigación médica?

Para que un paciente pueda acceder a cannabis medicinal, según la regulación colombiana, debe ser a través de un doctor, que debe prescribir y que debe estar entrenado. Lo que hemos hecho es hablarle al doctor de una forma tal que él comprenda de qué se trata prescribir cannabis medicinal, con sus beneficios y sus riesgos. Entonces, antes de investigación, hablamos de un entorno de educación. Hay compañías que han iniciado un proceso de investigación para saber cómo funcionan los componentes del cannabis y cómo reacciona en pacientes. Muchos de esos son estudios observacionales. Cuando se habilita la ley entendimos que Colombia debe tener la bandera en términos de investigación y no quedarse con la cadena de abastecimiento; ser solo un país productor. Entendimos que era muy importante tener vínculos con entidades de investigación como universidades y asociaciones médicas. Hoy tenemos el aval de la Asociación de Neurología, de cuidados paliativos, de estudio de dolor, medicina interna, geriatría y sueño para poder empezar hacer los protocolos y trabajar de la mano con ellos. Somos, por ejemplo, pioneros en hacer unos convenios marco con el Centro Dermatológico Federico Lleras Acosta. Empezamos a hacer estudios de cannabis medicinal relacionado con piel. No son solo estudios observacionales. La idea es llegar a hacer ensayos clínicos aleatorizados dobles y triple ciegos.

¿Cuáles son esas líneas de investigación clínica? ¿Ya tienen estudios avanzados?

Hicimos una investigación de percepción a doctores y a pacientes consumidores, donde queríamos entender cómo estaban ellos en términos de su disposición para recetar cannabis medicinal. La siguiente pregunta fue: ¿dónde estaría dispuesto a conseguir cannabis medicinal? Tanto pacientes como doctores se pierden porque saben que hay una ley, pero no saben a dónde ir. Entendimos que era importante ofrecer centros de atención especializados en cannabis. Entonces hicimos una alianza con un centro de atención en salud que se llama Instituto Latinoamericano de Neurología y Sistema Nervioso (Ilans), que tiene una base de pacientes muy importante. Ya iniciamos los protocolos. Eso tiene que pasar por comité de ética y ahora están validando que para que en enfermedades como epilepsia, esclerosis y dolor crónico podamos hacer investigación con esa base de pacientes.

¿Entonces eso quiere decir que están o no haciendo estudios clínicos?

Estamos en proceso de aprobación de los protocolos para que efectivamente podamos iniciar conforme a las licencias de investigación que tenemos. Estamos articulando toda la cadena para que cuando tengamos el producto se valide con el comité de ética.

La educación médica es un asunto crucial en el uso del cannabis medicinal. ¿Cómo la están promoviendo?

Para nosotros es importante que si voy a vender un producto, también le podamos entregar las herramientas a un doctor para que él autónomamente decida si un paciente se puede beneficiar con cannabis medicinal. Lo que le entregamos al gremio médico es una herramienta para que sea autónomo en la toma de decisiones. Obviamente tenemos un interés en que sea nuestro producto el que se está comercializando y prescribiendo. Lo que hicimos fue articular unos cursos con las diferentes asociaciones médicas con las que trabajamos para llegar a 4.500 o 5.000 especialistas que han tenido acceso a información de cannabis medicinal. Lo que tratamos es que el doctor tenga independencia para decidir.

Los vínculos de la industria con las asociaciones suelen estar en una delgada línea en términos éticos, en la que puede estar en juego la autonomía médica y donde las formas de financiación pueden ser problemáticas. ¿En qué consisten sus vínculos?

Más que financiamiento estamos enfocados en dar un resultado sobre el producto o el estudio que hagamos. Como digo, la reputación la construimos segundo a segundo. Nuestra forma de hacer las cosas es totalmente transparente. Pero como industria tenemos que invertir, si no perdemos la oportunidad de ser ese Silicon Valley y no vamos a lograrlo a punta de cultivos. Aquí hay 5,6 millones de potenciales pacientes; es casi el 10 % de la población.

Una práctica frecuente es que las compañías de productos de cannabis medicinal también construyen clínicas. ¿Ustedes tienen pensado construir una IPS?

Tenemos la iniciativa de tener una IPS exclusiva de cannabis medicinal donde se entreguen productos en un entorno seguro, con doctores entrenados. La parte clínica es totalmente independiente de la parte comercial. Muchas más compañías pueden vender sus productos en estos centros de salud. El comité de ética tendrá que determinar cuáles de esos productos se pueden prescribir. Desde luego: si un paciente va remitido a una clínica de cannabis, pues se le prescribirá un producto de cannabis. Es un proyecto que está avanzado. Es un tema de tiempo mientras tenemos la aprobación del ICA. Pero puede estar listo en el segundo semestre de 2019.

En Canadá hay un modelo similar. Muchas compañías combinan operaciones de producción con clínicas de tratamiento. Es un proceso que ha sido muy criticado, porque puede desdibujar la autonomía médica. ¿No es éticamente problemático?

Yo conozco el caso canadiense. Y no conozco la primera clínica que esté cuestionada. Allá no hay un intermediario. El paciente se acerca a un profesional bien entrenado y la clínica se vuelve un centro de unión entre marcas y pacientes con doctores bien entrenados. Esto requiere que se identifique al paciente y se le acompañe en todo el proceso. Guardadas las proporciones es exactamente lo mismo que hace la industria farmacéutica: ir a hacer promoción médica a los doctores. Un visitador médico les cuenta los beneficios basados en evidencia para que el doctor tome la decisión. En la clínica va a pasar exactamente lo mismo. Lo que estamos dando es la posibilidad de que el paciente vaya a un sitio seguro.

Esta naciente industria del cannabis con vínculos con sociedades médicas, con un modelo de visitadores médicos, parece muy similar a la industria farmacéutica. ¿Qué los diferencia?

Sin duda. Es muy similar a la industria farmacéutica, pero el doctor es quien define cuál dosificación y qué producto se le puede entregar a una persona. Estamos hablando de enfermedades tan complejas que las personas idóneas para garantizar mejor calidad de vida son las del gremio médico.

Ustedes tienen la línea Kuida, en la que hay unos productos que ustedes han promovido llamados los “cosmecéuticos”. ¿Qué son? ¿Para qué sirven?

El término “cosmecéutico” fue avalado por uno de los profesores de dermatología moderna. Se trata de un producto cosmético que en algún momento dado tenía algunas situaciones especiales, donde a cierta escala celular de funcionalidad podía ir más allá. Mejora el aspecto de la piel y tiene un beneficio adicional de celularidad posiblemente en capas superficiales de la piel. Ante el Invima no existe el término “cosmecéutico”, porque es novedoso y no está estandarizado. Para el Invima es simplemente cosmético. Pero podemos garantizar al consumidor que va a mejorar el aspecto y tienen alguna cosita adicional que va ser beneficioso para la piel.

¿Qué “cosita” adicional?

Por ejemplo, lo que se ha encontrado con CBD con estudios de laboratorio es, por ejemplo, que tiene poderes antioxidantes basados en trabajos mucho más suculentos, donde se ve que el CBD mejora la parte antioxidante. El CBD podría tener un aumento en la producción de fibroblastos. Eso se puede traducir en una mejoría de los surcos de las arrugas.

Para impulsar esos productos ustedes han hecho una estrategia de comunicación. En uno de sus boletines aseguraban que “ayudaban a reducir la inflamación, reemplazar células, destapar poros inflamados y suavizar la piel”. ¿Eso realmente tiene bases científicas?

Hablamos de inflamación de tipo celular simplemente. Por ejemplo, la radiación ultravioleta va a producir una inflamación a escala celular y eso induce a un envejecimiento prematuro de la piel. Este producto a escala molecular intenta revertir ese proceso. Si estamos hablando de poros abiertos, lo que sucede es que ayuda a mejorar el aspecto de ese poro dilatado, como sucede con la celulitis.

Vuelvo a la pregunta anterior. ¿Qué tan fuerte es la evidencia frente a eso? ¿Hay artículos publicados en, por ejemplo, revistas indexadas?

Este tipo de artículos, cuando hablamos de algo cosmético, no suelen interesarle a la industria de publicaciones médicas. Si les hablo de que Kuida tiene acción exfoliante o antioxidante, dicen que me felicitan por mi producto. Lo máximo que podemos lograr para esto son unos papers que podemos mostrar en congresos médicos. El cosmético como tal no requiere una revista indexada. Pero nuestros productos son probados con ensayos “in vitro”, “ex vivo”.

Khiron Colombia S.A.S., filial de la Khiron Life Sciences Corp. es el dueño de Kuida Life México, que está siendo investigada por presuntas irregularidades en la obtención del permiso para comercializar productos a base de cannabis. ¿Por qué? ¿Qué pasó allá?

No hemos estado investigados. Se trató de una desinformación relacionada con las diferencias ideológicas del actual gobierno con un miembro de junta nuestra, Vicente Fox. Entonces era comidilla de los medios decir que estaba siendo investigada. Lo que sucedió es que tuvimos la aprobación de cinco productos y con el nuevo gobierno la Cofepris (el Invima mexicano), decidió revisar las doce compañías y desautorizó el proceso. Entonces lo que realmente había era un choque de trenes entre la Cofepris y la agencia de importación. Quedamos en una situación donde hay una diferencia conceptual entre las entidades del gobierno mexicano. Nosotros somos muy respetuosos y estamos esperando la nueva reglamentación para presentar nuestros productos.

Por Sergio Silva Numa / @SergioSilva03

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