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¿Vacunar o no vacunar contra el papiloma?

Decenas de padres de familia seguirán recibiendo citaciones para vacunar a sus hijas contra el virus del papiloma humano.

Sergio Silva Numa
30 de agosto de 2014 - 01:01 p. m.
 En Colombia se registran alrededor de 6.800 nuevos  casos de cáncer de cuello uterino cada año. / 123rf
En Colombia se registran alrededor de 6.800 nuevos casos de cáncer de cuello uterino cada año. / 123rf

Resulta apenas normal que hoy muchos padres tengan dudas sobre la seguridad de la vacuna del virus del papiloma humano (VPH). El bombardeo de información —y desinformación— en torno al tema desde que salieron a la luz los casos de El Carmen de Bolívar ha desencadenado una creciente ola de rumores y aún no ha sido fácil aclarar las incertidumbres, pese a que el Ministerio de Salud, en compañía de asociaciones científicas y representantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se ha esmerado por hacerle frente a esa suspicacia.

Por eso, cuando algún papá recibe el formulario de las secretarías invitando a vacunar a su hija, es normal que se cuestione, así como se cuestionó el editor de domingo de este diario, Nelson Fredy Padilla, cuando por estos días recibió una invitación de la Secretaría de Salud para que llevara a vacunar de forma gratuita a su hija de nueve años. El propósito no era otro que prevenir el VPH, causante del cáncer de cuello uterino.

Buena parte de sus dudas se debía a un texto enviado por un médico cercano a su familia. En él se cita un estudio realizado por un neurólogo y una bioquímica de la Universidad de British Columbia, titulado Las muertes posteriores a la vacuna cuadrivalente contra el virus del papiloma humano, ¿casualidad o coincidencia? y donde se advierte, entre otras cosas, que la vacuna había provocado vasculitis cerebral en dos pacientes y esa inflamación de los vasos sanguíneos, acompañada de fiebre, pérdida de peso, dolor de cabeza o de extremidades, les había causado la muerte.

¿De quién o qué era la culpa?, se preguntaban los autores. Su conclusión, en medio de términos médicos y de varias citas científicas, parecía convincente: de la vacuna contra el VPH, aplicada seis meses y dos semanas antes del fallecimiento. Porque así lo había comprobado el protocolo inmunohistoquímico que llevaron a cabo y porque además el aluminio presente en ella era altamente tóxico.

Al leer algo así, desde luego, el terreno del miedo empieza a expandirse. Y lo hace aún más cuando en las últimas semanas se han producido oportunistas campañas, como la de los concejales bogotanos Marco Fidel Suárez y Roger Carrillo, para suspender la vacunación.

Pero para esclarecer los mitos generados por el artículo que llegó a las manos de nuestro editor, contactamos a la científica colombiana Nubia Muñoz, nominada al Nobel de Medicina en 2008 por sus investigaciones sobre el virus del papiloma.

Muñoz, a través de un correo, nos remitió a un documento de la Red de Evaluación de Seguridad Clínica de Vacunación de Estados Unidos (CISA), en el que se analiza en detalle la investigación del neurólogo y la bioquímica de la Universidad de British Columbia. Las conclusiones de esta red, financiada por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, resultan ser muy dicientes: el grupo tiene precauciones científicas con el artículo por la falta de validez para el diagnóstico de la vasculitis cerebral, por los cuestionables métodos inmunohistoquímicos (útiles para saber si hay marcadores virales en los tejidos) y porque hay una interpretación errónea de los resultados y desinformación sobre las posibles causas de las muertes.

En la revisión que hace el CISA se puede leer, por ejemplo, que “no hay pruebas suficientes en esta publicación para apoyar el diagnóstico de vasculitis. El único hallazgo encontrado es la presencia de hemorragia, comúnmente visto en muestras de autopsia”.

Pero, de acuerdo con Muñoz, uno de los puntos más importantes que destaca el CISA es la errada interpretación de los resultados inmunohistoquímicos: “Aseguran haber visto partículas HPV, propias de la vacuna del papiloma, dentro de las paredes de los vasos sanguíneos. Sin embargo, esto no es posible por una razón: porque esas partículas son tan pequeñas, tan minúsculas, que se necesita un microscopio electrónico para detectarlas. Y los autores usaron un microscopio normal. Eso es imposible”, explica.

Otro de los cuestionamientos que hace el texto que leyó nuestro editor, y que ha sido uno de los principales argumentos de quienes impulsan la polémica, alude a la peligrosidad del aluminio presente en la vacuna. Al respecto, Muñoz señala: “Varias vacunas, como la de la hepatitis B, contienen aluminio en cantidades pequeñísimas, cuyo fin es aumentar la respuesta inmunológica. Estamos hablando de microgramos. Es una cantidad mucho menor de la que se puede ingerir en una dieta o de la que hay en ciertos medicamentos. De hecho, en marzo la OMS, luego de revisar toda la literatura científica, concluyó que no hay evidencia para afirmar que la vacuna de VPH aumenta el riesgo de autismo o de enfermedades autoinmunes. Y de este caso que usted menciona también se puede concluir una cosa: hay médicos que también están muy mal informados”.

La posición de Muñoz concuerda con la de las autoridades colombianas: la vacuna del VPH es eficaz y segura. Se ha aplicado a más 170 millones de personas para prevenir el cáncer de cuello uterino, enfermedad por la que mueren al año 3.300 mujeres en nuestro país. Al parecer, los movimientos antivacunas —y algunos políticos oportunistas— omiten estas cifras para sembrar la desconfianza hacia uno de los más poderosos inventos de la medicina.

 

 

ssilva@elespectador.com

@SergioSilva03

Por Sergio Silva Numa

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