Vida de pueblo: la transformación de las ciudades por el coronavirus

El coronavirus dejó legados positivos en Colombia, como una distribución más equitativa de la infraestructura vial, estrategias a cielo abierto, la apertura de datos y el cierre de la brecha digital.

Juan Pablo Caicedo
16 de noviembre de 2020 - 12:23 a. m.
La nueva relación con los espacios dedicados al trabajo, sumada a los costos de operar plantas físicas que serán menos necesarias, llevará a cambiar profundamente la vocación de los espacios inmobiliarios dedicados a los usos de oficina.
La nueva relación con los espacios dedicados al trabajo, sumada a los costos de operar plantas físicas que serán menos necesarias, llevará a cambiar profundamente la vocación de los espacios inmobiliarios dedicados a los usos de oficina.
Foto: cromaconceptovisual en Pixabay

La expansión del COVID-19 en los centros urbanos, sitios de mayor riesgo de contagio por las constantes aglomeraciones que implica la vida en las ciudades, les ha permitido a los gobiernos locales promover cambios sociales que en otro contexto tomarían décadas o, dada su complejidad y costo político, jamás se realizarían.

Cambios como, por ejemplo, la distribución más equitativa de la infraestructura vial (ciclorrutas), usos más productivos y prolongados del espacio público (estrategias a cielo abierto), políticas asistenciales progresivas (renta básica universal), la apertura de datos y el cierre de la brecha digital hacen parte de los legados positivos del paso del coronavirus por Colombia.

Estas transformaciones, lideradas por los gobiernos de las ciudades principales del país, ya están impactando las costumbres y el comportamiento. Sin embargo, muchas de estas apuestas verán su verdadero impacto en el mediano o largo plazo. Aquí algunos de los cambios que, para mí, influenciarán la vida urbana en los próximos diez años.

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El rol del espacio público

Flexibilizar el espacio público y sus usos será el primer gran legado del COVID-19. Tanto tiempo en cuarentena ha cambiado la percepción y la importancia de la calle como espacio de encuentro, diversión y subsistencia. Diseñar y garantizar lugares de encuentro que sean caminables, disfrutables y seguros para que cualquiera pueda permanecer o para comer al aire libre serán prioridad para las ciudades pospandemia.

Volver a los parques públicos, catalogados por la OMS como espacios de menor riesgo de contagio durante las fases de expansión del virus, ha llevado a muchos habitantes a redescubrir el potencial del espacio verde en las ciudades, así como la necesidad de cerrar calles para darles paso a espacios de interacción al aire libre. Esta tendencia, liderada por las grandes ciudades europeas, marcará la revitalización del espacio público y la flexibilidad de sus usos. Esperamos ver más espacios comerciales, recreativos, contemplativos o de cualquier otro tipo en las calles de las ciudades de Colombia.

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La importancia de lo local

La escasez de algunos insumos básicos y el cierre paulatino e indefinido de las fronteras han modificado la manera en la que consumimos. El sentido de escasez percibido en el pico del virus ha llevado a estrategias que fomentan la compra local de todo tipo.

El fortalecimiento de los vínculos entre productores locales y consumidores urbanos será otro de los grandes legados de la pandemia. Los modelos “de la granja a la mesa”, los mercados campesinos y las estrategias de compra fresca y local seguirán influenciando nuestros criterios de compra y consumo. Esto será particularmente fuerte para alimentos y bienes de primera necesidad; sobre todo en un país como Colombia, donde la diversidad de pisos térmicos le permite ofrecer una gran variedad de productos todo el año.

Movernos más inteligentemente

Más allá del aumento de viajes en modos sostenibles como la bicicleta (también hay que decir que, por miedo al contagio, los viajes en vehículos individuales han aumentado significativamente), el legado del virus pasará por darnos mayor libertad y flexibilidad —y ojalá criterio— a la hora de movernos por las ciudades. Esperaría que las oficinas como las conocemos hasta ahora desaparezcan para darles paso a espacios más colaborativos y flexibles. Esto dado que hay un segmento de la sociedad que puede realizar sus labores productivas desde casa y, pensando en evitarse el desplazamiento, preferirá esta opción algunos días de la semana. El transporte público, una vez superado el miedo a contagiarse, volverá a ser protagonista, pues, también es cierto, el vehículo particular es un lujo que cada vez se prefiere menos para el día a día.

Esta flexibilidad para decidir cuándo y cómo nos movemos implicará un mejoramiento sustancial en la cobertura y la calidad del servicio de internet, que demuestra ser crítico para el cierre de brechas en educación y competitividad.

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Usos del suelo más incluyentes y variados

La nueva relación con los espacios dedicados al trabajo, sumada a los costos de operar plantas físicas que serán menos necesarias, llevará a cambiar profundamente la vocación de los espacios inmobiliarios dedicados a los usos de oficina.

Tener mezcla de usos, es decir barrios que tengan espacios residenciales, comerciales, institucionales y de oficina, es una meta que ha sido difícil de cumplir para muchas ciudades colombianas. Tener barrios únicamente residenciales es indeseable, por el impacto que esto tiene sobre la seguridad, las necesidades de movilidad y la segregación espacial que genera. Tener acceso a todos los servicios requeridos cerca a la vivienda reduce los tiempos de viaje, aumenta los “ojos en la calle” (ya que evita las ciudades-dormitorio y los centros laborales que solo tienen actividad a ciertas horas del día) y promueve vínculos comunitarios y económicos.

(Lea más del especial "El lado B(ueno) de la pandemia aquí: Decisiones cada día)

Estos cuatro puntos son una invitación hacia a una vida urbana más inteligente y sencilla. El paso del virus por las ciudades colombianas demuestra que es posible recuperar la escala humana de las urbes: diversificar los usos del suelo, caminar, usar las calles y los parques como espacios para permanecer y castigar menos al medio ambiente serán algunos de los legados del virus. Pensar en ciudades de quince o treinta minutos, como proponen París y ahora Bogotá, era una aspiración muy difícil de materializar antes del 2020. El COVID-19 nos mostró no solo que es un futuro posible, sino que se requiere menos de lo que creemos para poder materializarlo.

En una de múltiples conversaciones para pensar el futuro de la carrera séptima, Pedro Sánchez, asesor del Instituto Distrital de Patrimonio de Bogotá, resumió mejor de lo que yo podría cuál es el mayor legado del virus para nuestras ciudades: aun en ciudades gigantes cada vez más aspiramos a recuperar la vida sencilla y cercana. La vida al aire libre, de viajes cortos y a pie, donde tenemos todo en el radio de un par de cuadras. Una vida más feliz. Una vida de pueblo.

*Gerente del Corredor Verde de la Séptima. Máster en Administración Pública y Planeación Urbana de la U. de Harvard.

Por Juan Pablo Caicedo

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-(-)16 de noviembre de 2020 - 05:08 p. m.
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