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“Ya es hora de que exista un movimiento popular contra el yihadismo”

Para Philippe-Joseph Salazar, que estudia la propaganda terrorista, el Estado Islámico promete ideales que Europa ya no provee. Para combatirlos hay que conocer en detalle su ideología.

Juan David Torres Duarte
25 de julio de 2016 - 02:33 a. m.
Un policía se detiene ante una ofrenda floral en el Paseo de los Ingleses, en Niza, donde el 14 de julio fueron asesinadas 84 personas. / EFE
Un policía se detiene ante una ofrenda floral en el Paseo de los Ingleses, en Niza, donde el 14 de julio fueron asesinadas 84 personas. / EFE

Philippe-Joseph Salazar, director del Centro de Estudios Retóricos en la Universidad de Cape Town (Sudáfrica), es autor de Palabras armadas(editorial Anagrama), un libro iluminador sobre las estrategias del Estado Islámico para atraer a sus reclutas y formar un ejército global. Salazar publicó esta obra pocas semanas antes de los ataques de noviembre en París y, en ese sentido, resultó profética: el filósofo recuerda allí por qué Europa se ha convertido en un caldo de cultivo para el yihadismo y por qué sus contragolpes han sido insuficientes. Europa ignora a su enemigo. De hecho lo caricaturiza y, por esa misma vía, lo desconoce. Mientras está concentrada en las matanzas que el Estado Islámico comete en su territorio —y a las que responde sin la fuerza civil necesaria—, el ejército yihadista fomenta un aparato de propaganda basado en valores e ideales que Europa ya no puede otorgar. A las balas y a las bombas, los europeos responden sin furia. Tras los ataques en Niza, en Alemania, en Afganistán (donde murieron más de 80 personas el fin de semana) y la captura de supuestos combatientes que juraron lealtad el Estado Islámico en Brasil, Salazar sugiere que, más allá de la guerra, el yihadismo es una idea que puede adaptarse a contextos diversos.

¿El terrorismo es consecuencia del islam? ¿O de la debilidad de nuestras democracias?

El terrorismo islamista es una parte de la ideología del islam. Es una extensión de la guerra dentro de aquello que el islam llama, de manera doctrinal, “el hogar de la guerra”: las naciones que no aceptan convertirse al islam y que deben ser subyugadas. Históricamente, el islam ha sido una ideología de conquista: hasta la Primera Guerra Mundial, Europa vivió con la presión constante y la amenaza del Imperio Otomano. Serbios y griegos fueron masacrados hasta ese momento, hace apenas cien años, sólo por esa razón.

Pero uno también tiene que considerar el otro lado de la historia: para el Califato, las leyes de Europa son “leyes terroristas”. La propaganda del Califato insiste en que Europa impone sobre los musulmanes reglas legales, escolares y comportamientos sociales que son percibidos como “aterrorizantes”, y contra los cuales un buen musulmán debe rebelarse o los cuales debe al menos rechazar.

Este terrorismo inverso no sólo es típico de la propaganda del Estado Islámico, sino que también puede encontrarse en muchas predicaciones musulmanas. Por ejemplo, en el mismo día de los ataques en París, el viernes 13 de noviembre, día de oración para los musulmanes, un clérigo prominente en Montpellier, al sur de Francia, acusó a las leyes francesas de “desmembrar el gran cuerpo del islam” y llamó a la resistencia. A menos que entendamos que para la ideología musulmana Europa (tal como existe desde la Ilustración) es impura y debe ser transformada a través de la conversión al islam, ya sea de manera voluntaria o forzada, o a través de la destrucción de su población, no entenderemos de manera total la gravedad de la situación.

Muchos musulmanes ven la Europa de los derechos humanos, el libre albedrío, la decisión individual, la igualdad, la razón y la ciencia (y, en el caso específico de Francia, la intolerancia hacia cualquier forma de religión) como una mancha en la humanidad y un insulto a Dios. Para los yihadistas, nuestra cultura de los derechos humanos es idólatra porque ha convertido al hombre en el centro de todas las actividades y deseos. Y los ídolos deben ser destruidos.

¿Por qué los terroristas tienen tanta influencia sobre gente que vive y ha sido educada en Europa?

El reclutamiento de occidentales, desde Europa hasta Australia, es un rasgo chocante de la guerra fomentada por el Califato. Son cientos de miles. Lo que también es chocante es que buena parte de ellos son hombres y mujeres jóvenes recién convertidos al islam. Eso significa que gente de clase media, bien educada y joven decide pasar de una vida materialista y secular a una religión, y entonces escogen el islam y dentro del islam se decantan por su rama más combatiente: la yihad.
Luego, lo que es más sorprendente es que lo hacen para sacrificar sus vidas. No se unen a los ejércitos del Califato para obtener logros personales o una carrera (como sucede con la mayoría de reclutas en los ejércitos occidentales), sino que saben con certeza que van a morir. En breve, su trayectoria mental es la de buscar un ideal. Y un ideal por el que valga la pena morir.

Sabemos todo esto por sus tuits, sus cuentas de Facebook, las confesiones, los intercambios, las autobiografías. Un australiano yihadista afirmó simplemente que dado que estaba “disgustado con el hecho de vivir en un país de gente ignorante y de políticas corruptas” decidió convertirse. Uno debe darse cuenta de que estos individuos toman una decisión, una decisión libre y voluntaria, y con cierta frecuencia una decisión que ellos son capaces de explicar de manera clara.

¿Por qué sucede esa cercanía con un ideal que parece ajeno?

Está claro que ellos sienten y arguyen que las sociedades occidentales han perdido su capacidad de inspirar, de otorgar un ideal, un ideal más allá del consumo de bienes y de una vida que consista simplemente en consumir y morir sin haber alcanzado ninguna grandeza. Su actitud es similar a la de la gente joven que se unió a los movimientos revolucionarios en América del Sur después de la Revolución Cubana: son una generación que quiere más de esta vida que sólo estar.

Es evidente que las sociedades occidentales ya no pueden proveer un ideal. Estos jóvenes también encuentran apoyo al darse cuenta de cuán amplio es el movimiento: el yihadismo, gracias al Califato, ha evolucionado en un movimiento global y populista. Una insurrección no es imposible en regiones muy islamizadas de Europa.

No queremos ver este problema porque seguimos enfocados en la “pornopolítica”: los asesinatos sangrientos y espantosos, las decapitaciones y las masacres. Es tiempo de preguntarnos, en sociedades civilizadas que encarnan los valores de la Europa ilustrada (y que han dado al mundo su forma actual), ¿qué nos pasa? ¿En qué fallamos? 

Debemos preguntarnos por qué no vemos a cientos de jóvenes europeos formar brigadas y tomar las armas contra el yihadismo, o por qué no los vemos marchar en las calles de París, Londres y Berlín para defender nuestros valores, en lugar de poner velas y tomarse de las manos después de cada masacre. ¿El Califato entendió que somos moral e intelectualmente débiles?

La lucha entre Europa y el terrorismo moderno parece llegar a un punto de no retorno. Parece que no hay otra opción que apuntar y matar. ¿Existe otra opción?

No estoy seguro de que exista un solo punto de no retorno porque no estoy seguro tampoco de dónde está ese punto. Gran Bretaña, Francia, Alemania y Suecia son diferentes. Es evidente que Suecia está albergando violencia, violaciones y desobediencia civil por parte de un extenso flujo de refugiados musulmanes y se preocupa poco por sus propias razones: el punto de cambio de Suecia aún no ha llegado, pero está cerca.

Alemania soporta la responsabilidad por alojar, sin consultar con sus vecinos, a 1,2 millones de refugiados, la mayoría de ellos musulmanes, dentro de la Unión Europea. Los eventos recientes muestran que Alemania no ha alcanzado su punto de cambio, a pesar de los ataques. ¿Por qué? Creo que los países nórdicos aún están envueltos en una fascinación enfermiza por Oriente (por lo general con connotaciones sexuales). Arabia, como idea, guarda cierta atracción en la imaginación nórdica. Francia es otra historia.

¿Qué sucede con Francia?

En cuanto a política, Francia ha tenido una historia diferente de cara al islam, a los árabes en general. Está enfocada en el norte de África y no es una historia de amor. Es una historia compleja hecha de colonización, desconfianza y concesiones de ambos lados. Aun así, parece alcanzar un punto de cambio que tiene que ver con las emociones.

Después del ataque en Bruselas Die Tijd, el principal periódico flamenco, reportó algunas de mis palabras: que era tiempo de dejar de llorar y decir que “no tenemos miedo” porque es inútil. Si no tienes miedo y no haces nada, significa que de hecho tienes miedo de actuar. Llamé a la furia. Pedí estar furiosos. La furia (no la ira) es una emoción noble: te ayuda a reconocer cuando existe peligro y cómo ese peligro puede ser superado. La rabia empodera.

De modo que me sorprendió y me interesó ver que la gente en Niza construía una suerte de tumba para el terrorista musulmán que masacró a 84 personas, usando basura, botellas rotas, piedras, heces, y estaban escupiendo sobre ella. Esa furia, que profanaba de manera simbólica al malvado, era buena en el sentido de que se había alcanzado un punto de cambio. Una emoción enérgica había reemplazado una emoción sumisa.

Ahora queda por ver de qué modo esa emoción puede convertirse en una acción política, no en una acción relacionada a un partido, sino en una acción de ciudadanos normales que hacen lo que deben para prevenir que los yihadistas se muevan libremente, para denunciar a las mezquitas que predican odio, para defender a las mujeres de ser golpeadas porque sirven alcohol o visten pantalones cortos, para asegurarse de que los profesores no son insultados en clase. Necesitamos una respuesta popular en un verdadero sentido popular: un sentido individual de responsabilidad civil que une las fuerzas unas con otras para quebrar el molde de la rutina política.

El yihadismo es un movimiento populista, global, como explico en mi libro. Y eso también es un elemento de su poder: es tiempo de que suceda un contramovimiento populista.

Ahora, en cuanto a las relaciones internacionales también creo que los intereses de Francia en Oriente Medio no son los mismos de Estados Unidos o Inglaterra. Creo que entrar en negociaciones con el Califato no debe ser descartado. ¿Por qué no? Aún aceptamos a Corea del Norte como miembro de Naciones Unidas. Ahora hablamos y comerciamos con Irán, después de décadas de tratarlo como un estado paria, asesino y terrorista.

Lo que nos impide hablar con el Califato es nuestra inhabilidad de aceptar que el concepto de paz ha cambiado. La paz en el futuro será una paz belicosa, como antes de 1945. Tenemos que empezar a aceptar que la paz será una constante tensión entre luchar y dialogar. Ganar concesiones, retroceder, negociar de manera directa y responder. Esa suerte de paz belicosa fue la regla de hierro de las relaciones internacionales hasta 1945. Entre más rápido lo aceptemos y se lo expliquemos a los europeos, más pronto podremos actuar. La paz como la imaginan las Naciones Unidas pertenece al pasado.

¿Cuál es la esencia del poder de Daesh? ¿Por qué Daesh (y no Al Qaeda, por ejemplo) tiene esa influencia en Europa?

La esencia del poder del Califato es su habilidad de proyectar un ideal en un mundo que no ofrece ya ningún ideal. La última ideología global (porque el islam combatiente es una ideología tanto como una religión) que ofreció una visión del mundo fue el marxismo. ¡Piense en el poder que habría tenido el marxismo si hubiera tenido internet a su disposición! El Isis (como también es llamado el Daesh) es la primera ideología global que aprovecha los medios posmodernos de comunicación.

Al Qaeda nunca tuvo el objetivo de ser una ideología global. El Califato sí y lo hace de manera altamente sofisticada, polivalente, de respuesta rápida, una estrategia de comunicación. Publica o emite en 13 lenguas (ahora en portugués). Al contrario, las agencias antiterroristas en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos son infantiles en su contrapropaganda. Así, la esencia del Califato tiene dos caras: es una ideología global que ofrece un ideal rotundo que nadie más ofrece, y es hipermoderna en sus estrategias de comunicación.

Sé que la gente se choca cuando digo esto, pero el Califato ofrece valores y una vida ética, no la nuestra, por supuesto, pero sus revistas, libros y videos —si deja de enfocarse en el corte de gargantas— son sorprendentes en su lógica, su dialéctica, su estética, su historia y el extremo cuidado al proveer explicaciones y razones y al celebrar —los lectores se estremecerán aquí, pero es mejor encarar los hechos— el amor, la fraternidad y el cuidado de los niños. Los medios occidentales están dando una caricatura del Califato y sus seguidores, y esta caricatura nos ciega ante la realidad. Si quiere combatir a un enemigo, comience por conocerlo bien y nunca lo subestime.

¿Europa sabe utilizar las palabras, el discurso, contra sus enemigos?

No. La contrapropaganda es pueril, desorganizada, insensata. Confía en conceptos falsos como la “radicalización”, evade nombrar los crímenes y sus verdaderas penas (los terroristas deberían ser procesados por alta traición y encerrados de por vida) y para tranquilizar a la población perpetúa la falsa noción de que los terroristas son criminales mezquinos o gente loca o socialmente marginada. Los gobiernos, especialmente en Francia y en Alemania, se niegan a explicar la magnitud de una guerra entre dos culturas (una expresión que usé en un evento en París, en abril, y que fue recogida por nuestro primer ministro, aunque dudo de que en realidad entienda lo que implica).

El Daesh ya tiene el dominio sobre cientos de personas a través de las palabras, un dominio retórico. ¿Europa está entonces derrotada?

Algunos países en Europa podrían ser derrotados antes que otros. Algunos podrían ser derrotados poco a poco al permitir que sus instituciones y sus reglas cambien (por ejemplo, al aceptar cortes islámicas, la educación segregada y la discriminación de género) hasta tal punto que, en veinte años, Suecia no lucirá más como Suecia. Es una opción, pero si es una opción real debe ser expresada de manera clara por parte de la población y no impuesta de modo hipócrita. Francia tiene un núcleo fuerte (de musulmanes). Brasil, por cierto, sigue en la fila: el Califato ahora emite en portugués y ha lanzado la yihad en América del Sur. Es el próximo territorio de acción. Los gobiernos sudamericanos no deben pensar que están lejos del campo de batalla.

¿Cuál sería el primer paso para entender la naturaleza de este enemigo?

El primer paso es explicarles de manera clara a los franceses qué es el Califato. Nombrarlo de manera apropiada como yo lo hago, explicarles qué quiere, qué hace, cómo lo hace, quién lo sigue y por qué. Ya he sugerido en radio y televisión que en las escuelas francesas los profesores deben tomar ejemplos de la literatura producida por el Estado Islámico y explicar, en clase, cómo esos textos funcionan como propaganda. Las escuelas francesas son excelentes, enseñan filosofía a jóvenes de 15 años, no veo por qué no puedan aprovechar los grandes recursos que tienen, en la educación pública, para cortar de raíz la ideología islamista. Es una gran lección de la Revolución Francesa: ¡Eduque a la gente!

Los principios franceses (libertad, igualdad y fraternidad) son buenos principios, pero son mal comprendidos cuando los medios, en especial la BBC al tratar de sonar francesa, los repiten sin entenderlos. La libertad significa detener a los enemigos de la libertad y de las libertades como fueron definidas en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Igualdad significa igualdad salvo para aquellos que no quieren igualdad entre todos los seres humanos. Fraternidad, sí, pero sólo con aquellos que están de acuerdo en los dos primeros principios y su aplicación.

“Libertad, igualdad y fraternidad” no es un lema para sentirse bien, un coro para los millenials que quieren una taza de Starbucks y fumar un porro en la playa: es un conjunto de ideas revolucionarias y fuertes que fueron implementadas en la acción y ganadas por ejércitos populares en los campos de batalla de Europa.

En ese sentido, la libertad implica que todos los terroristas y aquellos que los apoyan pertenezcan a la cárcel; igualdad en el sentido de que aquellos que están en desacuerdo con las leyes republicanas deben irse; fraternidad, por supuesto, pero sólo hacia aquellos que acatan la libertad y la igualdad como fueron definidas. Estos son los principios reales de 1789. Fuertes. Inflexibles. Democráticos pero fuertes. Si Francia vuelve a su sentido real, ganaremos. No puedo decir lo mismo de Alemania, pero tengo grandes esperanzas con España porque conocieron, no hace mucho, una guerra civil.

¿Europa toma el Califato como una broma?

Sí, una broma siniestra, pero la broma está sobre nosotros. Entre más pronto tomemos al Califato en serio, como expliqué en Palabras armadas, entre más pronto lo tomemos como un estado, un gobierno, una ideología, un movimiento global y populista —piense en Brasil—, más pronto podremos responder. Esto no significa que cada país europeo debe responder o responderá de la misma manera. Y recuerde: aunque el Califato sea arrasado, su propaganda masiva, gracias al internet, pervivirá potente, activa, inspiradora (y aún más si el Califato muere) por siempre. Gracias a Silicon Valley por haber ayudado a crear un monstruo. Si los geeks quieren ser éticos y tener un papel, deben encontrar la manera de borrar del internet toda la propaganda yihadista.

Por Juan David Torres Duarte

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