Edmar Castañeda: “En el joropo hay mucha fruta para jugo”

El arpista colombiano que ha logrado poner la música llanera en el escenario internacional llega al país para demostrar los vínculos de su género con el jazz.

El Espectador
08 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.
Edmar Castañeda: “En el joropo hay mucha fruta para jugo”

Usted se presenta en el Teatro Mayor el 9 de febrero, en formato de trío con Shlomi Cohen (saxofón) y Rodrigo Villalón (percusión), ¿por qué escogió esta formación para su concierto en Bogotá?

Con el trío llevo un par de años tocando, entonces lo que voy a proponer es un concierto de goce porque voy a tener un par de invitados de muy alto nivel: Grégoire Maret, en la armónica; y Andrea Tierra, en la voz. Con ellos vamos a explorar y a tocar música original.

¿Cómo ha logrado la integración del arpa con el saxofón y la percusión?

Desde que llegué a Nueva York he podido mezclar mi instrumento con bandoneón, con acordeón y hasta con orquesta sinfónica, porque el arpa tiene una gran gama sonora.

¿Cuáles son las principales diferencias entre un arpa sinfónica y el arpa característica de la música llanera?

Son dos instrumentos totalmente diferentes. Ambos se llaman arpas, pero se tocan con técnicas muy distintas. Lo que pasa con el arpa llanera es que permite el goce de nuestras manifestaciones latinas.

¿Cómo fue su encuentro con el arpa?

Yo soy bogotano. A los siete años mi mamá me llevó a una academia a bailar joropo y esa fue la primera vez que yo vi un instrumento como ese. Recuerdo muy bien el sentimiento porque yo, sin haberlo hecho, pensaba que sabía a la perfección sacar música del arpa. Desde ahí, todos los días soñaba en poder comprarme una para mí hasta que cumplí 13 años y una tía me compró mi propia arpa.

¿Qué tanto ha cambiado el joropo en estos años?

Como todos los géneros musicales, el joropo ha cambiado mucho. En este momento, el género es muy sofisticado y de ahí la necesidad de la destreza para interpretarlo bien. La actualidad del joropo me ha inspirado mucho para componer algunas obras.

El saxofonista Paquito D’Rivera es un personaje muy importante para usted y para su consolidación musical, ¿por qué?

A Paquito D’Rivera yo lo conocí cuando llegué a Nueva York y él ha sido un padrino para mí. Me ha empujado mucho para lograr todo lo que he lo grado en el ámbito internacional.

Usted se fue de Colombia en 1994, ¿qué lo motivó a radicarse fuera del país?

Llegué a los 16 años a Nueva York con mi familia y lo que quería era estudiar y tener un horizonte más claro.

¿Para usted ha sido fácil establecer los vínculos entre el jazz y el joropo?

En verdad sí ha sido fácil. Eso se lo debo a Nueva York. Con el joropo llegué de Colombia, pero en Estados Unidos he conocido una multiplicidad de géneros musicales, entre ellos el jazz. Por fortuna para mí los canales entre el joropo y el jazz corren de manera fluida. Sin embargo, también he hecho fusiones con el funk, el flamenco y con otras influencias que he encontrado en esta ciudad.

¿En qué momento se da cuenta de que puede improvisar con facilidad?

En el joropo se improvisa mucho y ese fue uno de los elementos de conexión que pude establecer con el jazz cuando llegué a Nueva York.

¿Qué le ha faltado a la música llanera para popularizarse más?

Creo que en Colombia tenemos que dejar de pensar que la música llanera es simplemente bonita, pero para una serenata porque no se aprecia en su real dimensión. Por eso es que yo me esfuerzo tanto para poner el joropo en todas las plataformas posibles. En el joropo hay mucha fruta para jugo.

¿Qué proyectos tiene?

Estoy terminando un álbum al lado del armonicista Grégoire Maret, en el que participarán el intérprete del banjo Béla Fleck y mi esposa, Andrea Tierra. Estoy escribiendo mucha música para arpa.

Por El Espectador

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