El cine es el vicio de Consuelo Luzardo

En su juventud, vistiendo los tacones de su mamá y llevando a su hermano Julio agarrado del brazo, se escapaba a ver películas francesas en el Gran Salón Olympia. A los 14 años tuvo su primer papel en una obra del Teatro Colón y ahora lleva 59 años en la actuación.

El Espectador
02 de marzo de 2018 - 03:00 a. m.
Los hermanos de Consuelo Luzardo, Celmira y Julio, también trabajaron en la industria audiovisual. / Mauricio Alvarado - El Espectador
Los hermanos de Consuelo Luzardo, Celmira y Julio, también trabajaron en la industria audiovisual. / Mauricio Alvarado - El Espectador

Lleva 59 años en el mundo de la actuación. ¿Cómo se ha mantenido?

No quiero pensar en las cosas como obvias. Si uno es juicioso, sigue enamorado y esforzándose muchísimo. Tiene que haber un conjunto de cosas para que las personas piensen en ti para un papel. Me encanta, para mí es la dicha.

¿Fue la decisión de vida correcta?

Totalmente. Además fue exótica, porque estaba en una familia en la que todos tenían profesiones liberales y de pronto mi hermano se fue a estudiar cine y mi hermana actuación. A estas alturas de mi vida sé que disfruto trabajar y no hubiera podido encontrar otro oficio que me gustara más y me hiciera tan feliz como la actuación.

En medio de tanta felicidad, ¿ha tenido momentos de miedo en su carrera?

No, todo lo contrario. Lo que he detestado toda la vida visceralmente son los deportes, la gimnasia, los centros de belleza, todas esas cosas. Me fascina ver películas y leer, y todas esas cosas las hace uno sentado. En un momento dado me di cuenta de que tenía que hacer algo. Mi máximo esfuerzo es media hora de caminadora todos los días por tratar de alargar más el tiempo en el que uno esté en buenas condiciones para actuar.

¿Cuál es su película favorita?

Muchísimas. ¿De qué época ? De las actuales, recientemente vi la extrañamente titulada Tres anuncios por un crimen y me encantó. Me las he visto casi todas. También Las horas más oscuras y Tonya.

¿Ya vio “La forma del agua”?

Es un hermoso matinal. Ese hombre pez les quedó divino. Pero no tiene la fuerza que tiene El laberinto del fauno, una película que te dejaba perplejo.

¿Ya vio todas las nominadas a los Premios Óscar?

Sólo me falta Lady Bird. The Post me la vi y es muy interesante. Está muy bien actuada, es una buena película, pero no me parece que se vaya a ganar el Óscar.

¿Ese gusto por el cine viene también de su profesión?

Viene de que papá tenía un teatro y el hermano mayor estudió cine. Eso sí ya es un vicio familiar. Chiquita no me dejaban entrar a muchas películas, aunque mi padre fuera el dueño del Teatro Aladino. Me ponía los tacones de mamá, me agarraba del brazo de mi hermano Julio y nos íbamos para el Gran Salón Olympia a ver las películas francesas de los años 60, cuando todavía no tenía edad para entrar. El cine ha sido una constante en la familia, todos lo adoramos.

Es presidenta de la Academia Colombiana de Artes. ¿Cómo ha cambiado la industria audiovisual colombiana?

El cine y la televisión son dos cosas muy diferentes. En los años 80 y 90 llegamos a tener una televisión maravillosa, porque era muy buena, bien realizada, original y no iba con fórmulas comerciales. Cuando empezamos a gustar nos metieron en la fórmula y ahí empezó a bajar. No somos como antes. Hubiéramos podido ser un emporio de la televisión, como México y Venezuela.

¿Y en el cine?

En el cine ahí vamos. Eso sí es de largo aliento. Lo hemos hecho desde siempre, desde que existía el cine mudo, pero se hacía una película por año, si mucho. El año pasado tuvimos 42 estrenos, pero todavía no estamos logrando llegar a un público y de alguna manera hemos perdido un público que ya teníamos: los colombianos. En un momento dado, después de ver un par de películas del país, algunas personas lo satanizaron.

Ahora hay cineastas y pequeños colectivos que quieren hacer cine de autor.

Es que ese es el sueño, así como muchas niñas que empiezan en televisión quieren la portada de la revista y que les pidan autógrafos a ver si se van a conquistar Hollywood. Es demasiado centrado en el cine de autor, que por supuesto tiene que existir y es una maravilla, porque cuenta de una mejor manera la historia de un pueblo, pero esto es una cosa que desde siempre ha sido entretenimiento, en todos los países, y es muy caro. Si no se logra llevar a la gente a las salas, es un suicidio económico.

Por El Espectador

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