1+1=3

Luis Carlos Vélez
28 de septiembre de 2015 - 03:25 a. m.

El fundamento básico de toda negociación es entender que hay que ceder en lo individual para ganar en lo colectivo.

Nadie se sienta en una mesa de negociación para ser derrotado fulminantemente. Cuando las partes aceptan iniciar una discusión es porque entienden que, tras el doloroso proceso de ceder, terminarán ganando. Una negociación es la búsqueda para que uno más uno sea, en realidad, tres.

Ceder es infinitamente difícil. Significa desprenderse de lo que se considera propio y ganado para entregarlo a una contraparte que, bajo los parámetros de la racionalidad, no lo merece. Y es ahí donde se encuentra uno de los pedazos más difíciles de una negociación: el entregar algo preciado a quien no ha hecho méritos para recibirlo. Pero también esto representa la razón de una negociación: buscar un acuerdo con una parte en conflicto para lograr un beneficio común que supere lo que cada una de las partes cede individualmente.

Es por eso que entender los beneficios de este proceso de paz es tan complicado. Sus matemáticas no son tan simples como sumar las partes de un rompecabezas de dolor, muerte y compensarlas con un conjunto de castigos y penas. El acuerdo de paz que está tratando de finalizar el Gobierno con las Farc parte de ese principio y trata de acercarse a un ideal imposible, por lo tanto el resultado será imperfecto. Pero en este caso imperfecto es bueno y lo bueno es suficiente. Hacer la paz, aplicar la ley y reconciliar es algo muy complejo, así que reconocer y resaltar su imperfección es lo más inteligente.

Acá todos perdemos un poco. Como sociedad asediada, ofendida, atacada, secuestrada, violada y burlada, no podremos ver a los miembros de las Farc pudrirse en las cárceles cómo algún día lo soñamos. De parte de la guerrilla, sus miembros tendrán que deponer sus armas y entender que no lograron su objetivo de llegar al poder usando todos los medios de lucha y que la inminente derrota militar los llevó a sentarse a la mesa. Sin embargo, como colectivo ganamos todos. Tener un país que da otro paso hacia la paz asegura un mejor mañana para nuestros hijos y nietos. El verdadero dividendo del proceso de la paz es la paz misma.

Todavía falta mucho para que se materialice lo logrado en la mesa. Aún no hay firma de un acuerdo que no solamente ha establecido desde un principio que nada está acordado hasta que todo esté acordado, sino que también le falta ser refrendado por todos nosotros, probablemente en las urnas.

Hasta ahora sólo está claro el esqueleto de los puntos más cruciales de esta negociación. Luego vendrá la carpintería. Los seis meses que quedan serán para la pedagogía y la demostración de buena voluntad entre las partes. Lo que se diga, antes de conocer el documento y su letra menuda, es sólo especulación y mentira.

Las Farc deben entender que, antes que hacer política para ellos mismos, deberán hacer gestos suficientes para que creamos en sus intenciones de paz, y esto no será fácil. Ceder de corazón y sin rencor necesita humildad, y eso es algo que hasta ahora nos lo deben desde La Habana. Pero aun así los colombianos tenemos razones para sentirnos optimistas.

El papa Francisco pide constantemente que oremos por él. Yo le pido que ore por los guerrilleros y para que nosotros algún día también lo podamos hacer por ellos.

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