A 20 días de las presidenciales

Darío Acevedo Carmona
07 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.

A escasas tres semanas de la primera vuelta por las presidenciales en Colombia dos temas siguen incidiendo con fuerza en las preferencias de la ciudadanía, de una parte, todo lo que está asociado a la suerte de los experimentos del socialismo bolivariano del siglo XXI y, de la otra, el enfermo acuerdo de paz Santos-Farc.

Por mucho que les incomode a los intelectuales y académicos de las distintas izquierdas el término “castrochavismo” que, según ellos es esgrimido como fantasma para meter miedo, no está en la órbita del espiritismo sino en la dura realidad.

Ese proyecto, nefasto para la democracia y para las libertades sigue con vida. Mírese no más, el favoritismo de López Obrador en México que de triunfar significaría nuevo oxígeno para el moribundo modelo y una mayúscula complicación para la política de cooperación migratoria con los Estados Unidos. Cambiar el rumbo de Venezuela está saliendo bien complicado ante una dictadura cada vez más atornillada en la corrupción, aferrada a la ilegalidad y una fuerza militar engolosinada con el negocio del narcotráfico, del dinero a manos llenas y de emolumentos escandalosos en medio de una pobreza extrema que atenta contra la disposición para salir a las calles.

El agonizante modelo patalea aún en Brasil donde Lula Da Silva puede hallar la salida de la prisión lo que lo encumbraría a una victoria segura en elecciones. No basta con alegrarnos con el despertar del pueblo de Nicaragua que en cosa de unos días de protesta ha visto emerger el asesino que se esconde tras el cuerpo del corrupto y beodo Daniel Ortega ante la mirada impasible y cómplice de las izquierdas supuestamente democráticas.

Gustavo Petro sigue siendo un peligro por todo lo que él representa y por las poderosas fuerzas que medran a su sombra, por eso no es recomendable abrigar una confianza exagerada en que el derrumbe del socialismo bolivariano y sus pésimos resultados en Venezuela vayan a tener repercusión automática en las presidenciales colombianas. Nadie quita, por ejemplo, que, como en los partidos de la Champions League, salga un árbitro a pitar un penalti en el último segundo. Sabemos que el presidente colombiano es irremediablemente amigo de las picardías y las trampas.

Y aunque el amigo de Chávez y alumno de ese modelo en Colombia despertó de la modorra a una parte de la opinión con su alusión a las plantaciones de caña de azúcar del grupo Ardila Lulle, utilizando las mismas palabras de Hugo Chávez días antes de dar comienzo a su extravagante “exprópiese” provocando que algunos ingenuos seguidores se apearan del bus “bueno, bonito y gratuito” con aguacate incluido, logra sostenerse en el segundo lugar en las encuestas.

Y en lo que respecta a la suerte del acuerdo de paz a raíz de los escándalos de corrupción con los dineros de la ayuda internacional y de los negocios de cocaína de alias “Santrich”, la reacción del gobierno de Colombia y de la parafernalia mamerta apunta a venderle a la opinión pública nacional e internacional la idea de un montaje de la DEA y en últimas del gobierno Trump para sabotear la paz. Circula profusa e impúdicamente la idea de que lo malo no es que un alto jefe de las Farc estuviera negociando diez toneladas de cocaína con el temible cartel de Sinaloa, sino que un juez norteamericano lo haya solicitado en extradición basado en pruebas “concluyentes y contundentes” recopiladas por la DEA

Como si no se tratara de un crimen internacional, se anuncia la visita al incriminado por parte de la misión internacional de garantes del proceso conformada, entre otros, por José Mujica y Felipe González, señal inequívoca de la intención del presidente Santos y la cúpula de las Farc de “salvar” su paz al precio de hacer trizas la palabra empeñada, poner en peligro las relaciones entre Colombia y Estados Unidos y llegado el caso, sabotear las elecciones presidenciales.

Tampoco es descartable que ciertas elites centralistas que han apoyado incondicionalmente a Santos en sus desatinos y vergüenzas brinden su respaldo a Petro “el único candidato amigo de la paz que puede derrotar a Duque”.

Empresarios, intelectuales, sectores políticos, jerarcas eclesiásticos, Medios, han dado indicios en tal dirección. Piensan que Petro puede ser controlado en sus devaneos con el castrochavismo, que pueden engañarlo como han engañado a una parte de la opinión y a Uribe.  El pánico a la “la extrema derecha y a Uribe” es más fuerte en ellos que el temor a un gobierno populista.

Por fuera de toda posibilidad de asegurar su paz con De la Calle, Vargas Lleras o Fajardo, nada de raro tendría que en un acto de irresponsabilidad mayúscula convocaran a un “acuerdo” de “las fuerzas pro-paz”, con Petro en una eventual segunda vuelta. Así, por vez primera en nuestra historia un izquierdista populista y exguerrillero, defensor de propuestas que ahogarían la inversión con sus exóticas propuestas estaría ad-portas de ganar la presidencia. Este peligro es el que refuerza el reto de Iván Duque: ganar o ganar en primera vuelta.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar