2017: antesala inesperada del cambio

Daniel Mera Villamizar
23 de diciembre de 2017 - 04:30 a. m.

El relativo fracaso de la implementación normativa del acuerdo con las Farc disminuye la polarización para las elecciones del 2018.

La bandera de la paz se carcomió bastante a sí misma en 2017 y difícilmente un candidato presidencial viable la enarbolará de modo principal en 2018. Lo esperable era una consolidación impuesta y resultó un balance agrietado.

El desprestigio del acuerdo de paz este año provino de las evidencias de sus consecuencias y de su implementación. Como fuente legítima de reformas es solamente una ilusión de una fracción minoritaria de la política colombiana.

Siete años de narrativa de la “paz transformacional” no lograron modificar el ADN civilista y democrático de nuestra historia: los cambios nacen o se sellan en las urnas, aun cuando se haya tratado de verdaderas guerras civiles.

Por eso la mermelada no logró suplir la carencia de legitimidad del acuerdo en el Congreso. Tampoco la ductilidad política de la Corte Constitucional permitió que el acuerdo cambiara del todo nuestra fisonomía político-constitucional.

El cambio histórico parido por el chantaje de la violencia se agotó a poco andar. El No en el plebiscito fue un hecho de tal entidad histórico-política que ni poderes sumados han podido encausar el espíritu del país en la dirección contraria.

2017 fue el año de la comprobación de las denuncias del No. Las mentiras del Gobierno son ahora las que dominan la recordación negativa. Cualquier candidato que quiera ofrecer un “gobierno de transición” se topará con el rechazo a múltiples tópicos de lo que eso significa.

No habrá una división de los electores como en 2014. El proceso con el Eln no servirá para volver a ilusionar y manipular a la gente. Para la mayoría adversa al acuerdo con las Farc, la cuestión será el grado de rectificación y sus costos.

Humberto de la Calle ha querido creer que hubo un involucramiento ético de la sociedad en el acuerdo, pese a lo que siempre arrojaron las encuestas, y que la corrección de aquel sería un “acto de perfidia”, un engaño al enemigo para desarmarlo.

Perfidia para los colombianos en este contexto es sobre todo un bolero.

En realidad, el rechazo y la indiferencia hacen la gran mayoría frente al acuerdo con las Farc. Será el pragmatismo lo que predominará en las propuestas de campaña, más allá de una agenda mínima de rectificación.

Que el desarrollo normativo haya quedado a medio camino y que la ejecución vaya como era de esperarse en este Gobierno aligeran la tensión para las elecciones de 2018 y la carga de trabajo para el próximo gobierno.

El fast track pintaba como una asamblea venezolana, pero pudo más la personalidad histórica de Colombia. La “mesura, la medianía, el término medio” que observó agudamente el historiador Jaime Jaramillo Uribe. El cambio en 2018, por supuesto, es un deseo. Felices fiestas.

@DanielMeraV

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