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2020 LPQTP

Ignacio Zuleta Ll.
29 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.

La energía del fin de año conlleva de manera inevitable un recuento de las experiencias que vivimos como individuos y como colectivo en los 366 dias del bisiesto. La mente hace un balance inapelable, los noticieros recuerdan efemérides, los financieros realizan el arqueo de sus pillajes. Se cierra pues un ciclo y aún antes de llegar la otra fase comienza ya a operar el mecanismo de futuros: nos proponemos subsanar los errores, recobrar el precario bienestar perdido y renovar las esperanzas. Algunos son más optimistas o están menos golpeados con los hechos. Pero a los ojos de un “optimista bien informado”, es imposible no pasar por momentos de desesperanza tenebrosa, de los que solamente nos redimen la vida espiritual, el arte y la magnificencia de la naturaleza que no nos necesita.

Tal vez unos pocos visionarios y sensibles pueden prescindir del registro objetivo de los hechos. Los demás dependemos de las “noticias del mundo”, los chismes y las redes. Los medios de comunicación manipulan lo que ya viene filtrado por la percepción de quien reporta y el resultado es una página impresa, una locución, un algoritmo o una imagen que nos transmite lo que las propias antenas no alcanzan a captar.

Este año 2020 el protagonismo mediático se lo llevó con creces un bicho microscópico que tiene en jaque al mundo conocido, puso a temblar la ya tembleque civilización globalizada, sacó al sol los trapos sucios escondidos en los desvanes de las mentes, las naciones, los sistemas y evidenció las acalladas amenazas al planeta. También hubo momentos luminosos como la exhortación a la hermandad y la justicia de la Encíclica “Hermanos todos” de Francisco, pero su germinación no pasa por noticia.

Tras la alcahueta mampara de la peste, aquí en este país continuaron las masacres de líderes sociales, literalmente a diario. La “operación Bastón” nos mostró lo que sucede en un estado guerrerista y corrompido; supimos luego de los abusos sexuales del ejército, pero quedaron sepultados pues solo se trataba de indígenas violadas y no de gente blanca, bonita y poderosa. La emergencia sanitaria enriqueció a los avivatos y canallas que aprovecharon las medidas de excepción. Le montaron con ayuda de la DEA una farsa a los desmovilizados de la FARC y al presidente de esta República, dicha soberana, le pareció que era mejor seguir desmoronando los Acuerdos construidos con un enorme esfuerzo nacional. Y así otra larga lista de “sucesos” enterrados con los muertos del Covid.

En aldeas más lejanas, entre tanto, mataron a George Floyd en el epicentro de la “democracia” de occidente envilecida por un atarbán y racista insoportable. En la India,250.000.000 de campesinos ancestrales —cinco veces nuestra población registrada en el año 2020— protestan todavía, sin eco en las noticias, para no dejarse esclavizar de las corporaciones ni de los precios al antojo del “mercado”. En Australia y California hubo incendios forestales sin precedentes que no fueron mitigados por las inundaciones de Indonesia. Los chinos hurgaron calladitos en las rocas de la luna en donde nos chismearon los fisgones de la NASA que había agua, ya cotizada en las bolsas de valores como el nuevo bien más preciado del sistema financiero. La pura distopía, mientras la ciencia, desvirtuando su admirable y honesta aventura original, se ha vuelto proxeneta o de ficción a estas alturas.

Pero dejémoslo ahí para poder celebrar el año nuevo como toca: en relativa amnesia, bien por lo conforme y con la complicidad de los compinches. Este año propondría un brindis “doble filo” con un espumoso blanco de Argentina, cuyas siglas LPQTP le caben de maravilla a este sistema: “La Puta Que Te Parió”. Y en la complejidad de ser humanos, “demasiado humanos”, aprovechemos las burbujas refrescantes para soñar con pruebas suficientes, rápidas y gratuitas, o con que sea posible que podamos adaptarnos o, si este cuerpo aguanta, con sacarle una enseñanza positiva a las catástrofes y recordar que también somos una especie fraternal y solidaria.

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Periscopio(2346)29 de diciembre de 2020 - 06:48 p. m.
En toda familia hay una oveja negra, y Felipe Zuleta es como el Pachosantos de la familia Santos, que aunque no es una sagrada familia al menos es mejor que Pacho y sus pachotadas, así como hay una enorme diferencia intelectual y moral entre Felipe y su hermano Ignacio. Honor al mérito.
Julio Roberto(23169)29 de diciembre de 2020 - 06:11 p. m.
¡Bien Nacho! Toca sacar la cara por la familia, tanto en contenido como en forma, en contraste con el lambericas de su triste hermano, cada vez más ciego, más sordo y máspusilánime.
Alberto(3788)29 de diciembre de 2020 - 10:42 p. m.
Magnífica.
Atenas(06773)29 de diciembre de 2020 - 07:18 p. m.
Y Nacho, como pa tener más imagen q' su hermano, se monta en el bus de lo cotidiano entre estos bastoneros opinadores mamertosos: de esos q' escriben pa la jauría ya desfalleciente. Y con su mismo rosario de sandeces extremadas cuánto le serviría leerse hoy a E. Barajas, toda una cátedra de análisis ponderado q' juzga contextos y amplios marcos de referencia, y no lo puntual y lo ruin de la pasion
Arturo(82083)29 de diciembre de 2020 - 12:07 p. m.
Donde se puede conseguir el espumoso blanco argentino?
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