21N: conversemos sobre la crisis

Pablo Leyva
12 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

El 21N fue la expresión multifacética de una crisis de civilización, que se incuba desde hace tiempo y debe ser atendida con medidas inmediatas y estructurales.

El modelo de crecimiento no articula la economía, la naturaleza y la sociedad; impulsado por la globalización y el neoliberalismo, ha tenido como consecuencia un consumo excesivo, desperdicio, destrucción y contaminación del planeta. Esto lleva a la extinción de miles de especies, amenaza ecosistemas, hidrósfera y atmósfera, provoca desequilibrios de los ciclos naturales y un cambio planetario. Agotó la posibilidad de usar muchos recursos mineros, alimentos y fuentes de energía como los combustibles fósiles, pues los gases emitidos a la atmósfera alteran el clima que afecta agroecosistemas como el cafetero, produce el deshielo de los glaciares y el aumento del nivel del mar que inunda zonas y ciudades costeras como Venecia y Cartagena.

El crecimiento insostenible ofreció el espejismo de un bienestar material consumista, apoyado por una élite que capta rentas y concentró la riqueza. El núcleo medio de la población que ascendió está atrapado en la lógica financiera, la amenaza del desempleo y la precariedad. El cambio tecnológico reduce la oferta de empleo. La población de la periferia del sistema, urbana o rural, cercada por muros, alambres, imposiciones legales y financieras, lucha por la supervivencia, no tiene dinero para el mercado o el transporte. La educación sin calidad no garantiza mejores opciones; hay crisis en la salud y las pensiones están amenazadas. La promesa de un futuro mejor no es creíble.

Las instituciones no son confiables, la realidad ha superado a los partidos políticos y las organizaciones sociales tradicionales deben cambiar. La población no tiene forma de tramitar sus necesidades. Los gobiernos de izquierda, centro o derecha, atrapados en el modelo, solamente logran calmar y aplazar o acelerar y colapsar. Los levantamientos populares son la consecuencia.

Desconocer el Comité del Paro, dispersar, distraer, agotar esta oportunidad de negociar y acordar abre la puerta a los estallidos sociales, la anarquía, el autoritarismo y la represión militar. Cambiándoles el nombre a las cosas o el sentido a las cifras se manipula a ilusos y se engaña a incautos, pero no se supera la crisis económica-social y la violencia, ni se enfrenta el cambio climático. Varias propuestas del paro no requieren recursos adicionales, sólo modificar prioridades o decisiones políticas, como aprobar y ratificar el Acuerdo de Escazú. Hay que cumplir el Acuerdo de Paz.

Después de los acuerdos se debe continuar el diálogo, profundizar la democracia, lograr consensos y un proceso pacífico de transformaciones estructurales para la transición a un modelo social, ecológico, energético y económico justo y sostenible. Las comunidades deben participar plenamente, en todos los espacios políticos y en el territorio. Se requiere el apoyo de académicos, científicos, ambientalistas y combatir el negacionismo. Los gremios no pueden seguir contando dinero, atrincherados, aplaudiendo al Gobierno en busca de favores; deben enfrentar el cambio y asumir su responsabilidad con el país. El Gobierno debe entender el momento.

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