25 años de “La estrategia del caracol”

Arturo Charria
08 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

Hace 25 años, cuando se exhibió por primera vez La estrategia del caracol, la gente salió alegre de las salas de cine. Algunos se emocionaron por el triunfo de los inquilinos de la pensión; para otros la película fue divertida, ya que planteaba una solución creativa ante una derrota inminente. Estos sentimientos se mezclaban con esa extraña felicidad que produce la esperanza. No era para menos, pues, al igual que hoy, el tema de la vivienda era una preocupación que se presentaba diariamente en la vida de millones de colombianos. En la película de Sergio Cabrera, la situación parecía tener un final feliz.

Cuando se estrenó la película, las noticias se repetían entre el apagón, la apertura económica y la persecución a Pablo Escobar. A veces, entre estas notas aparecía un nuevo desalojo por causa del UPAC (fórmula creada en 1972 por Misael Pastrana para que los colombianos financiaran su vivienda). A diferencia de las otras noticias, las del UPAC se anunciaban tímidamente, pues eran crónicas de un desastre que sumía en el desespero a miles de colombianos. Mostrar el rostro de estas familias, contar sus historias de vida y hacer cálculos de lo que habían pagado y aún seguían debiendo era poner en evidencia el fracaso de un modelo.

La estrategia del caracol puso en el centro el problema de la vivienda. Un grupo de inquilinos vive en una propiedad cuyo dueño, tras décadas de abandono, aparece para reclamarla. El éxito de la película no está en contar el drama del desalojo, sino en la forma en que los inquilinos se organizan para hacer frente a éste. Sergio Cabrera crea una pequeña síntesis de la sociedad: un ladrón, un comunista, un travesti, un matrimonio viejo y uno joven, un paisa culebrero, un abogado sin título, un teatrero anarquista y un fraile pecador. Personajes con intereses diversos y preocupaciones individuales se unen en una causa común. 

En 1993 las personas que iban a ser desalojadas de sus casas por causa del UPAC tenían tres alternativas: dejar la propiedad, enfrentarse con la fuerza pública o suicidarse. Pero los inquilinos de La casa Uribe, como se llama la propiedad de la película, no estaban dispuestos a aceptar ninguna de ellas. El viejo anarquista y el abogado sin título diseñan un plan en el que se involucran todos los inquilinos y cada quien “pone según su capacidad”, como establece uno de los fundamentos del pensamiento anarquista, ideología que cimienta la película. Así comienza “la estrategia”: con martillo y cincel quitan cada ladrillo, cada baldosa y cada aldaba hasta desmantelar íntegramente la vivienda. 

La última escena de la película transcurre sobre la cresta de una montaña en donde los inquilinos levantarán de nuevo la casa. La cámara se aleja y abajo se ve Bogotá que se abre ante sus cerros orientales. Entonces se escucha la voz del viejo anarquista que discute con el abogado, aunque en realidad le habla a todos los espectadores: “Llevamos meses trabajando en esto, ha sido nuestra ilusión toda la vida y falta todo por hacer”.

El UPAC desapareció en 1999. Durante su existencia miles de colombianos perdieron sus casas y otros miles se suicidaron ante el desespero de ver destruido el sueño de toda su vida. Volver a ver esta película nos permite pensar en esas muertes anónimas que siguen impunes, pero también es una oportunidad para discutir el modelo de vivienda que existe en en el país, ¿cuánto de su ingreso gastan en el pago de sus arriendos miles de ciudadanos?, ¿en qué condiciones viven las familias que arriendan o subarriendan habitaciones en inquilinatos ilegales?, ¿es sostenible un país en el que el 45% habitantes urbanos no son propietarios del lugar en el que viven?

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