A 30 años de aquella clasificación

Antonio Casale
04 de noviembre de 2019 - 02:00 a. m.

La semana que terminó se cumplieron 30 años de la clasificación a Italia 90, lo que supuso el fin de un verano mundialista de 28 años y el comienzo de una era dorada que además significó la primera piedra de lo que hoy es el fútbol colombiano a nivel de selecciones. Ellos sirvieron de espejo de valores competitivos para las generaciones venideras.

La clasificación lograda en 1989 a expensas de Israel, en un repechaje en el que Colombia ganó 1-0 en Barranquilla y empató en Tel Aviv 0-0 fue épica. Ese gol del Palomo Usuriaga en Barranquilla, que marcó la diferencia, fue el epílogo de un proceso que comenzó dos años atrás cuando León Londoño, en cabeza de la Federación Colombiana de Fútbol decidió apoyar a Francisco Maturana como seleccionador para apostarle a un proyecto que tendría como referencia a la Holanda de Cruyff. Es decir, armar un equipo cuyos jugadores de la base se conocieran bien, pudieran entrenar juntos la mayor cantidad de tiempo posible y le apostara a la posesión de la pelota como estrategia ofensiva y defensiva.

Con las limitantes de aquellos tiempos en materia de comunicación, consecución de videos y material para estudiar, Francisco Maturana, quien era el técnico de Atlético Nacional, asumió el reto de liderar al equipo de todos para llevarnos de nuevo a un Mundial. No solo tendría que hacer frente a lo deportivo, porque lo externo era, si se quiere, más difícil de manejar. En aquella época los clubes grandes eran propiedad de narcotraficantes de reconocido calado con todo lo que ello incluía. De hecho, en aquel 1989 no hubo campeón del fútbol colombiano, pues justo en las jornadas definitivas mataron al árbitro Álvaro Ortega, lo que significó la suspensión del campeonato. No es fácil imaginarse las presiones que sufrieron Maturana y su jefe, León Londoño, para armar las convocatorias. A eso había que sumarle el eterno regionalismo, la puja entre bogotanos y paisas estaba en su peor momento y decidir que Nacional sería la base de la selección no le gustó ni un poco a gran parte de la prensa capitalina.

Maturana supo atar todos esos cabos y además unió lo que no se podía dividir más, completó el grupo con jugadores de Millonarios como Iguarán y vinculó desde el Deportivo Cali al Pibe Valderrama y Redín, lo que por supuesto también le costó tener que gestionar los pucheros de Alexis García, el 10 de Nacional, por ejemplo.

En un país que tiende a bajarle la caña a todo el mundo en tiempos de implacables redes sociales integradas por jueces de lo ajeno, bien vale la pena hacer una pausa y recordar el liderazgo del chocoano Francisco Maturana. Hasta su llegada al banquillo técnico nacional nuestra selección se comparaba con la de Bolivia y la de Venezuela por su bajo nivel en el continente. Pero no solamente eso, sus conceptos, ocurrencias y virtudes deberían ser tenidas en cuenta por Queiroz y su equipo siquiera para tener algunas charlas justo en este momento que parece que no terminan de entender el entorno y la manera de vivir el fútbol de los nuestros. Total, ya decía Pacho, se juega como se vive.

 

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