50 años de RTI

Manuel Drezner
24 de noviembre de 2013 - 10:00 p. m.

Como parte que fui de la televisión colombiana desde su mismo principio, fui testigo del sueño de Fernando Gómez Agudelo, su originador y primer director, de convertirla en una fuente de cultura y de entretenimiento de calidad.

Lo notable es que pudo lograr su sueño, ya que esa televisión de los primeros años fue algo notable en el mundo. Lo excelente que era la televisión en esos tiempos es algo que se olvida, pero que vale la pena recordar una y otra vez. Fue la primera estación de TV que transmitió la Novena sinfonía de Beethoven y que hacía conciertos sinfónicos y de solistas ilustres como pan de cada día. Tenía programas teatrales de alcurnia donde las obras de Shakespeare, Lope, Casona, O’Neill, Ibsen y Bernard Shaw, entre muchos otros, se presentaban en versiones muy dignas. Además, estos teleteatros formaron a los actores que originaron el gran movimiento teatral colombiano de nuestros días. Todo lo anterior se complementaba con muy buenos programas infantiles, con presentaciones del folclor de nuestras tierras y con series didácticas como las de Uribe White y José de Recassens. Esa televisión era un ejemplo, ya que era caso único en el mundo.

Infortunadamente llegó el día que todo eso se echó por la borda y se creó una televisión comercial basada en enlatados y concursos. Pero Fernando Gómez, acompañado ya por otro exdirector, Fernando Restrepo Suárez, no olvidó esa misión cultural a la que el medio de la televisión se prestaba en forma tan particular. Aprovecharon la idea de Goar Mestre, el zar de la TV cubana, quien quería crear una cadena que cubriera todos nuestros países, para fundar RTI, empresa comercial pero que dedicaba una cantidad de esfuerzos a una programación que tuviera visos de cultura. La asociación con la CMQ cubana no duró mucho, pero RTI quedó como empresa netamente colombiana. Eso permitió a los televidentes ver adaptaciones de obras importantes de la literatura americana, sin contar con que además hubo una serie de programas culturales de envergadura, al lado de la programación necesaria para la subsistencia de una empresa comercial.

Es increíble contemplar el hecho de que eso sucedió hace 50 años, pero ese medio siglo ha sido fructífero y los presentes directivos de RTI, ahora acompañados por Patricio Wills, orgullosamente llegan a esa importante efeméride con el conocimiento de haber cumplido ese sueño de sus fundadores y que, al menos en lo que a RTI respecta, ésta no forma parte de un inmenso desierto cultural, forma como un crítico de Estados Unidos describió a la televisión de su país. La trayectoria de RTI ha sido limpia y llena de triunfos y sus fundadores pueden mostrarla con orgullo en estos primeros cincuenta años de su vida, edad en la que se puede decir que sólo están comenzando.

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