Pazaporte

7 de agosto

Gloria Arias Nieto
07 de agosto de 2018 - 05:30 a. m.

Tengo la confianza en crisis, y hay demasiadas cosas que no me cuadran.

Leyendo entrevistas y declaraciones del nuevo presidente, me cuesta creer que un mandatario ungido por una de las personas más beligerantes que haya tenido Colombia esté —genuinamente— comprometido con tanta armonía.

Son textos claros, producidos con humildad y sentido común, por un hombre aparentemente ecuánime, noble y concertador, que promete trabajar por la conciliación de un país fragmentado.

La pregunta es, entonces, ¿por qué el expresidente senador —él, tan él— apadrina a alguien así? Es extraño que sea Duque el redentor elegido por el individuo que nos dividió de manera visceral; algo no encaja en la ecuación cuando el maestro de los cismas incrusta en las urnas y en el sentir de medio país a un joven abogado, inteligente, de sonrisa bonachona y tono mesurado, que afirma que lo dará todo y con toda su energía por unir a Colombia.

La patria que posa para la foto con la mano en el corazón está de plácemes; cree tener nuevamente la sartén, el mango, más la estufa, la receta y el chef.

Los círculos concéntricos de extrema derecha y para-poder nos dijeron que Santos le estaba entregando el país a las Farc; que la FARC (ya en singular y como partido político) tendría, gracias a la financiación del narcotráfico, una posición dominante en el Congreso. Nos dijeron que el laureado había comprado el Premio Nobel y —antes, en o después de ser ministro de Defensa, primer mandatario, pertenecer al estrato siete y comer empanadas en el club— tenía un alias como guerrillero. ¡No pudieron inventarse más barbaridades! Y sin embargo —o quizá por eso— ganaron.

Por otro lado, al país que tiene las manos llenas de cotidianidad, hastiadas de falsos mesías y guerras desgastantes, le angustia que se retroceda en el logro y arraigo de la paz; que vuelva el imperio de la discriminación y se busque acallar disenso, pluralismo y libertad, con oscuras manifestaciones de violencia y horror.

Lo más responsable y sensato será darle al recién llegado el beneficio de la duda. Pensar que sí va a ser capaz de convertirse él solito en el presidente de un país difícil, y con la misma habilidad que habla y escribe, así mismo sabrá decirle al impetuoso twitero de Rionegro que muchas gracias por la ascensión; que de hoy en adelante bienvenida su ayuda en el Capitolio, pero que por favor no le respire en la nuca. Y esperar que ante el grito de independencia, el gran mentor no se lo coma vivo, ni lo convierta en el blanco de sus arrebatos.

Duque tiene retos inmensos: unir al país y conducirlo por la vía de un desarrollo digno, social y económicamente productivo, equitativo y solidario; consolidar la paz y distanciarse de Uribe. Si lo hace bien, yo —feliz de haberme equivocado— pediré perdón por haber dudado de su capacidad de emancipación y autonomía.

Hoy cumple años mi hijo menor, adorable cómplice de caminos, banderas y vida; por él y por todos los hijos de todos los rincones de nuestro país, deseo fervientemente que sea injustificado el dolor político y social que muchos estamos sintiendo; y que este 7 de agosto sea la conciliación, y no la inquisición, la que asume con firmeza las riendas de Colombia.

ariasgloria@hotmail.com

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