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Abad y la ortografía magisterial

Cartas de los lectores
13 de mayo de 2015 - 02:48 a. m.

Soy profesor de español en el INEM “Francisco José de Caldas” de Popayán. Y soy, además, suscriptor de El Espectador.

Y como lector diario, leo con especial agrado la columna dominical de Héctor Abad. La originalidad con que aborda cada tema, y la pulcritud de su estilo, son ejemplos para cualquiera que quiera iniciarse como escritor.
 
De Abad admiro también su independencia intelectual y su no toma explícita de partido, aunque bastante discreto con el presidente Santos. Esa independencia y esa no explicitud hacen soñar que vivimos en una democracia, porque la inequidad social sólo nos permite eso, soñar. En fin, como diría un alma piadosa: hay que darle gracias a Dios por tener en Colombia periodistas como Héctor Abad.
 
Dice Abad: “Empezó a preocuparme la ortografía de los maestros en huelga…”. Es preciso manifestarle a Abad que no todos los maestros en huelga tienen mala ortografía; en mi caso, y seguramente muchos casos en el magisterio, hago de la ortografía un énfasis en mis clases de español, y no escribo si uno o dos diccionarios no me acompañan en la mesa de trabajo. No obstante la generalización de Abad, su artículo es de una gran pertinencia: para maestros y para todos, incluyendo periodistas; por ejemplo, el caricaturista Jarape, en su caricatura Cándida, nos regaló el sábado (9 de mayo de 2015) esta perla: “Y a los colados en el gobierno… ¿qué le vamos ha hacer?”. Esto da pie para otra reflexión: el daño que las redes sociales le ‘están haciendo’ a la ortografía.
 
Nadie ha dado licencia para escribir de cualquier modo, pero un porcentaje alto, especialmente jóvenes, de los que escriben por esas redes, lo hacen con licencia para cometer impunemente cualquier cantidad de errores ortográficos.
 
Vuelta la calma, porque la tempestad no aconseja bien, debo decirles a mis colegas maestros, que cualquier diferencia hay que afrontarla con altura, sin detrimento de la dignidad del contrario. Bien dice Abad que nuestra naturaleza de educadores nos debe llamar siempre a actuar con razón, serenidad y argumentos. En un país donde es común resolver problemas rompiendo la cara o con insultos homofóbicos, el maestro debe ser siempre resplandor de tolerancia.
 
Donaldo Mendoza. Popayán.

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