Abandonar la violencia

Aldo Civico
25 de octubre de 2017 - 02:00 a. m.

¿Por qué en el país hay personas y grupos que siguen convencidos de que la violencia es un medio legítimo para defender ideas e intereses?

Me lo pregunté el domingo pasado, cuando me encontré con la obra Divine Violence (2007) del artista Daniel Joseph Martínez en el Whitney Museum de Nueva York. Se trata de una instalación de 125 paneles, cada uno de los cuales lleva el nombre de una organización política en letras negras sobre una superficie de madera pintada en dorado.

Las organizaciones representan distintos ideales y objetivos políticos, que a veces se contradicen de forma vehemente. De hecho, impacta ver yuxtapuestos los nombres de grupos israelíes de derecha con el de organizaciones islámicas, así como grupos insurgentes en África y Latinoamérica con los servicios de inteligencia de los Estados Unidos y el Reino Unido. Entre los 125 paneles, el artista incluyó también a las Farc, cuyo nombre está al lado de Al Qaeda.

Las combinaciones propuestas por el artista necesariamente turban, y hasta molestan, porque lógicamente los ideales y la historia de las Farc, por ejemplo, son radicalmente distintos y opuestos a la misión de la CIA, a la cual el artista también dedica uno de los paneles. Pero es exactamente la lógica que lleva a justificar una u otra forma de violencia lo que Daniel Joseph Martínez quiere cuestionar. De hecho, lo que une a todos los grupos de su obra es que existen gracias a una ideología política o religiosa que justifica la violencia. ¿Pero cuándo se justifica la violencia? ¿Y qué pasa cuando una ideología se atribuye el derecho de matar al otro solo por ser contrario?

Hay algo supremamente peligroso cuando la construcción del otro como enemigo lleva a justificar a la violencia, sin importar que sea un grupo armado o el Estado el que la utiliza. Porque, como decía el filósofo Carl Schmitt, la categoría del enemigo es parte de la esencia de la política, y por eso en la historia muchas veces violencia y política se han dado la mano.

Mientras leía los nombres de las organizaciones en la obra de Martínez, me pregunté ¿cuántos paneles habría que crear para nombrar a todas las organizaciones armadas y a todas las agencias del Estado que, desde la Independencia de Colombia hasta el día hoy, han justificado y siguen justificando la necesidad de la violencia, como aquellos grupos e intereses que siguen matando a los líderes sociales en el país? ¿Por qué Colombia es un país donde las élites políticas y económicas a lo largo de la historia han patrocinado a sus ejércitos sanguinarios y en muchas regiones lo siguen haciendo?

Hoy el desafío de Colombia es eso: divorciar la política y la economía de la violencia. El Acuerdo de Paz con las Farc es un paso necesario, pero no suficiente. Hoy lo que se requiere es un nuevo paradigma que transforme a las culturas políticas y económicas, para que finalmente ninguna ideología (ni de derecha ni de izquierda) y ningún interés económico justifique la necesidad de la violencia.

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