Abel Rodríguez: liderazgo para estos tiempos

Luis I. Sandoval M.
25 de agosto de 2020 - 05:01 a. m.

La partida de Abel Rodríguez Céspedes, oriundo de la indómita tierra tolimense (Piedras, 1948), a temprana hora del jueves pasado, ha suscitado un alud de reconocimientos por parte de personas cercanas y lejanas. ¿Por qué? Por la sencilla razón que la personalidad y trayectoria vital de Abelito hacían de él una persona querida, admirada y seguida por muchos en diferentes ámbitos de vida.   

Abel Rodríguez, sencillo, afable, siempre dispuesto a escuchar, firme en sus convicciones y decisiones, audaz en sus apuestas, ecuánime, equilibrado y transparente en palabras y acciones, de talante comprensivo y conciliador, cultor esmerado del idioma, ejercía, a sus 72 años, un liderazgo inspirador en el campo de la educación, en el sindicalismo y en el seno del gran conjunto de fuerzas alternativas.

Abel, entrañable amigo por más de 40 años, parte a su viaje definitivo estando plenamente vigente su visión de país, su estilo de relacionarse y de gestionar bienes públicos como la educación, la convivencia, la gobernanza participativa, el voto y  la movilización.

Hacer hincapié en la vigencia de Abel Rodríguez no es una hipérbole retórica. Su último libro Realización de un ideario pedagógico 2004-2009, experiencia en la Secretaria de Educación de Bogotá (Editorial Magisterio, 2018), su participación en la insurgencia civilista del 21N y meses siguientes y sus mensajes de los últimos días, uno dirigido a los maestros orientando su quehacer en el contexto de la pandemia y otro, en colectivo, ofreciendo pistas para el quehacer político transformador a través de un Manifiesto por la Democracia muestran el fundamento de mi aserto. Abel Rodríguez está presente, activo, plenamente vigente. 

¿Cómo llegó el Maestro de Maestros a la cima en que hoy lo vemos con la bandera airosamente desplegada? La biografía de una persona no está desligada, menos la de un líder, de las condiciones, circunstancias y acontecimientos de su tiempo. Vida y tiempo, biografía e historia, están imbricadas, son inseparables. Los acontecimientos influyen en uno, uno influye en ellos, porque la historia no es un determinismo. Aquí unas muy gruesas pinceladas sobre Abel y su contexto.

De la euforia de la segunda posguerra el mundo transita al capitalismo planetario, la globalización neoliberal escala la pobreza y produce el cambio climático. El interés acumulativo y predatorio del capital pretende determinarlo todo. La educación trata de ser reducida a una tecnología para impedir que docentes y discentes piensen crítica y creativamente.

A lo largo de 55 años (1965 – 2020), muy consciente de la particularidad de cada momento, Abel Rodríguez vive intensa y entusiastamente su vida familiar, profesional, sindical y política. En su condición de Presidente de FECODE (1979-1989) es reconocido como contribuyente de primera línea en proyectos como el Estatuto Docente, el Movimiento Pedagógico, la Revista Educación y Cultura, el Centro de Estudios e Investigaciones Docentes CEID, las actividades formativas sindicales del Instituto María Cano ISMAC, la fundación de la Central Unitaria de Trabajadores  (1986).  

Pasa breve tiempo fuera del país por amenazas y en los noventa es sucesivamente Concejal de Bogotá, Constituyente (1991), impulsor de la Ley General de Educación (1994), dinamizador con otros educadores de la Expedición Pedagógica Nacional, asesor en el Ministerio de Trabajo, Viceministro de Educación y Ministro Encargado, coordinador general del Primer Plan Decenal de Educación.

En la primera década del nuevo siglo es Secretario de Educación en Bogotá (2004-2009), en la segunda se desempeña como investigador y consultor en política educativa desde la Corporación Espiral.

Doce gobiernos se suceden en este tiempo, con sus espejismos y conmociones, con la presencia, la lucha y las proyecciones constantemente renovadas de las clases y sectores subalternos. Años y décadas de complejidad inusitada en un país donde todo el tiempo asesinan a líderes magisteriales y sociales, exguerrilleros convertidos en constructores de paz y destacadas figuras de la izquierda y fuerzas independientes, incluidos varios candidatos presidenciales, hasta el exterminio completo de fuerzas opositoras de signo democrático.

En el trascurso de medio siglo largo, Abel desarrolla su militancia política sucesivamente en el MOIR, el Movimiento Camilo Torres, Colombianos por el Socialismo Democrático, la Alianza Democrática M19, el Polo Democrático Alternativo. En todos los espacios Abel Rodríguez aparece como figura necesaria, siempre brillante y asertivo.

Abel es inescindible de la historia de estos tiempos. Su legado es tan rico y sólido que hace del suyo un liderazgo no solo vigente sino un liderazgo perenne. Abel Rodríguez es una de esas personalidades públicas singulares, hombres y mujeres, que pueden decir sin aspavientos: no soy un hombre, no soy una mujer, soy una causa, soy un movimiento, soy un proyecto imperecedero, soy un pueblo en marcha.

En mi percepción Abel Rodríguez Céspedes representa el liderazgo que necesitan los tiempos de transición turbulenta que estamos viviendo. Más aún, de alguna manera es, sin duda, una aproximación válida al prototipo de gobernante alternativo que el país necesita, coherente con la perspectiva de democracia transformadora, capaz de cambiar sin traumatizar, preparado para acceder a los más altos niveles de responsabilidad pública sin arredrarse, ni excederse, y lo más importante, sin abandonar su orilla, su origen, su gente.      

Honda es la huella de Abel en la historia reciente de Colombia. La estatura ética, cultural, social y política, de Abel Rodríguez se irá redescubriendo y crecerá con el correr de los días. La coyuntura es provocadora para las liderazgos y fuerzas alternativas que tienen en Abel un referente de inspiración y proyección, visión abelista o abelante como ya se está diciendo.

Tambalea el coloso de El Ubérrimo (Álvaro Uribe en detención domiciliaria preventiva por orden de la Corte Suprema de Justicia), se agota el gobierno de las simulaciones que mantiene a Iván Duque en la fachada institucional. Lo que el país anhela se expresa bien en la forma como la población de Samaniego (Nariño), asediada por múltiples violencias, víctima de sucesivas masacres, recibe al Presidente: ¡Queremos paz! ¡Cumpla los Acuerdos de La Habana! ¡No estamos todos, nos faltan 9! Consejos de seguridad, ofrecimiento de recompensas, anuncio de obras no son creíbles. Algo similar ocurre con el manejo de la pandemia y de la economía. 

Surge, agobiante para unos, alentadora para otros, la pregunta: ¿Resiste hasta el 2022 el Centro Democrático y aliados en el primer lugar de la escena política o se impone la reconfiguración del juego político?

Abel Rodríguez transita a la perennidad, en el momento en que más necesario es su concurso, su aporte discreto y lúcido, para modelar el destino colectivo de una nación a la deriva. Paradójicamente su muerte no lo esconde sino, al contrario, hace brillar más su luz en medio de la oscuridad y perplejidad reinantes. No, Abelito no se ha ido, está presente para no irse jamás. ¡Abel vive! ¡Abelante!  

luis.sandoval.1843@gmail.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar