Acuérdate de mí cuando estés en el paraíso

Columna del lector
11 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.

Por Santiago Noreña Duque

¿Dónde ha quedado la moralidad de los funcionarios públicos para que se vea respetada la transparencia institucional, cuando de nombramientos se habla?

Estos penosos hechos no son únicamente vistos en Colombia. Si bien ese factor poco honesto no representa a toda una institución, sí se ve perjudicado un nombre. Pasa en Norteamérica con un presidente que en sus inicios nombró a como diera lugar a familiares por medio de chanchullos que evitaran al máximo el nepotismo. O posicionando en altos cargos a sus amigos exclusivamente ricos, pues estos “brindarían una mejor administración libre de intereses”.

En las últimas elecciones presidenciales de Perú se sentía el miedo latente ante la posible victoria de Keiko Fujimori, pues se presumían los abusos de poder que le eran concedidos para indultar a su padre Alberto, hoy en prisión por delitos de lesa humanidad. Asegurar ese hecho era complejo, pero el análisis de los votantes peruanos fue efectivo. Tienen memoria.

En Colombia, cada ocho días el periodismo de opinión se encarga de mostrarles a los ciudadanos los nombramientos injustificados que estos políticos tramposos conceden a familiares o amigos. Ante estas investigaciones y denuncias, los funcionarios acusados se ven en aprietos para explicar estas inconsistencias y la vía rápida para evadir las verdades es enfurecer y responder con groserías a quien pide explicaciones, o eludir con cortinas de humo para que la gente preste atención a otro tema. Quien se lleva la peor parte es el periodista que desenmascaró y que ahora tiene que irse al exilio por amenazas.

En el pasado mes de julio, a petición del presidente, el gabinete ministerial y de altos cargos presentó su renuncia. Parecía extraño frente a esta recta final de gobierno, pero se comprende luego del apoyo que se ha ido reduciendo; era inminente la reconciliación a punta de cargos que habían quedado vacantes. La discusión se centró en la efectividad que tuvieron los nombramientos y salidas.

Los más recientes y graves casos de corrupción en la rama judicial abrieron el debate frente a la posibilidad de convocar a una nueva constituyente, debido a esa incapacidad para reformar la justicia, para que se modifique de fondo y extermine este clientelismo político. Parece incierto el panorama que acabe con los altos funcionarios que han usado su influencia para comprar a colegas por medio de favores y asignación de contratos. Seguramente pasarán de agache las amenazas para ternar a magistrados, altos personajes que adjudicaron millonarios contratos, pago de favores o alianzas por medio de nombramientos.

La propuesta de la constituyente es buena, positiva, pero ¿qué tan viable es en un país que está administrado por las mismas familias?, ¿hay salida? Parece una corrupción crónica. La meritocracia y las decisiones acertadas son escasas y parecen condenadas a desaparecer; la rosca, la palanca, o el apellido marcan la tendencia. Ni una reforma política parece darle un recambio general a las ramas de poder. No va a pasar nada, será más rentable encontrarse con un futuro funcionario que se acuerde de usted cuando esté en el paraíso.

@santinodu, santinodu@hotmail.com

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