Mucha bola

Adelante, Pékerman

Antonio Casale
04 de julio de 2018 - 02:00 a. m.

Escribo esta columna antes del juego con Inglaterra, e independientemente de que Colombia lo gane o no, el balance de Pékerman al frente del equipo de todos es el mejor de la historia. No hay razón para cambiar.

Es que no es solamente cuestión de resultados. El argentino nunca ha caído en la trampa de los apasionamientos que produce una selección de un país y eso ha sido fundamental para mantener la calma en los malos momentos y no perder las proporciones en los buenos.

Mantener aislado herméticamente su trabajo y al grupo de jugadores ha servido para que los roles estén claros. El entrenador dirige, el jugador patea la pelota, el directivo gobierna, el periodista informa y opina, el público alienta.

La elección de los jugadores, tanto para las convocatorias como para los partidos, ha sido una decisión libre e independiente del entrenador. Como se trata de exponer a los mejores de un país, esta elección siempre generará algunas suspicacias, pero lo cierto es que nadie ha podido decir, antes de los partidos, que algún jugador no merezca ponerse la camiseta de Colombia. Esto ha hecho que la mayoría de las veces haya escogido bien y ha sido fundamental para obtener los resultados que ya conocemos. Como cualquier ser humano, también se ha equivocado, es normal.

La lectura del juego en el intermedio y en el trasegar de los partidos la mayoría de veces ha sido la correcta. Sus decisiones en caliente han significado más victorias que derrotas. Esto conecta con otro tema no menor. Pékerman no tiene complejo de inferioridad con nadie y esto lo irradia en sus jugadores. Jamás ha salido a esconderse de nadie. Miedo es una palabra ausente en el lenguaje de la selección, tanto adentro como afuera de la cancha. Alguno le criticará falencias tácticas, y ciertamente no ha reinventado la manera de jugar, pero estratégicamente es sencillo, claro, propositivo y contundente.

Por último, lo más importante. Los jugadores creen ciegamente en su capacidad de liderazgo. Esto es lo más difícil de lograr en un equipo de fútbol, y con Pékerman ya está.

La pelota la tienen los directivos, que tendrán la labor de convencer al argentino de continuar al frente del equipo de todos. Su capacidad de gestión entrará a prueba para que se la jueguen por el líder que une al país futbolero. Para ellos, su continuidad es garantía de buen negocio y para nosotros es sinónimo de tranquilidad. Eso es, Pékerman tranquiliza al país.

 

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