Agradecimientos y saludos a Uribe

Óscar Sevillano
15 de febrero de 2019 - 10:53 a. m.

Dice el viejo y conocido refrán que “en el desayuno se sabe cómo será el almuerzo”.  Pues bien, siendo así las cosas y teniendo en cuenta que el Plan Nacional de Desarrollo marca la hoja de ruta de un Gobierno en Colombia, me atrevo a profetizar que en estos cuatro años la actual administración nacional se va a dedicar a llevar saludos del expresidente Uribe a todas partes del mundo y a darle agradecimientos por sus ocho años como primer mandatario, haciéndole creer que, si no fuera por él, nuestro país habría desaparecido.

Muy cierto es que Álvaro Uribe puso todo el empeño para darles confianza y seguridad a las fuerzas militares y de policía para enfrentar a la insurgencia y demostrarle que el Estado era capaz de perseguirla y golpearla, como también es cierto que gracias al expresidente César Gaviria y al difunto Virgilio Barco Vargas Colombia cuenta con una Constitución acorde a las necesidades del mundo de hoy, y que gracias a la acción decidida de varios Gobiernos, entre ellos el de Álvaro Uribe, fue posible la captura y extradición de grandes capos de la droga, y el desarme de grupos armados ilegales como el Epl, el Quintín Lame, la Corriente de Renovación Socialista, el M-19, las Farc y las Auc. Que fue bajo la presidencia de Juan Manuel Santos cuando se dieron las bajas más importantes a la guerrilla de las Farc (Alfonso Cano y el Mono Jojoy).

Que gracias a la decisión de Andrés Pastrana fue posible tener unas fuerzas militares y de policía bien dotadas y modernizadas, y que todos los mandatarios han puesto su mayor esfuerzo para que Colombia tenga una economía estable y pujante. Es por todo lo anterior que resulta no solo absurdo, sino además extravagante dar gracias al expresidente Álvaro Uribe en un documento como el Plan Nacional de Desarrollo, haciéndole ver que, si no es por él, nuestro país estaría condenado al fracaso.

El éxito de las políticas públicas en un país se presenta gracias a las sumatoria de los aciertos de varios de sus Gobiernos y de la continuidad de los planes y programas que presentan resultados positivos y que son trazados a mediano y largo plazo. No creo que el presidente Iván Duque no lo sepa, por muy nuevo que sea en la administración pública.

Puede que Iván Duque esté muy agradecido con Uribe por haberle dado la oportunidad de pertenecer a la política nacional en Colombia, pero no creo que tenga la obligación de estarlo recordando todos los días de su período como presidente de la República.

Tampoco creo que el presidente Duque no sepa ni tenga claro que aunque Álvaro Uribe Vélez es un personaje importante en la política colombiana, no lo es para la política mundial, así lo conozcan, por tanto eso de estar llevando saludos del exmandatario no le luce.

Ese momento en que el presidente colombiano le da los saludos en público del expresidente Uribe al rey Felipe VI no puede repetirse en ningún lugar del mundo, porque le hace ver como si fuese un mensajero y no una persona que tiene la investidura de mandatario de un país.

Y en cuanto a los agradecimientos consignados en el Plan Nacional de Desarrollo, hacen lucir al Gobierno Nacional como si estuviese integrado por un equipo de personas que viven del pasado y que se resisten a aceptar que son el presente de una nación y que en sus manos está el futuro inmediato.

Presidente Duque, está bien que en su corazón guarde inmensos sentimientos de agradecimiento con el expresidente Álvaro Uribe. Si yo estuviera en su lugar, tendría los mismos afectos y gratitud, pero, por favor, no más zalamería, y evite que esta se vuelva una política pública en su Gobierno.

Cambiando de tema. No sabía que la cura perfecta para la denuncia penal a Hollman Morris por violencia intrafamiliar era un “proceso de armonización”, ritual que ejecutan los miembros del MAIS y que, según ellos, le concedería al político “consejo y protección de la madre tierra”, y así poder continuar aspirando a la Alcaldía Mayor de Bogotá. Tampoco sabía que esto daba votos. Ante semejantes cosas, decía mi abuela: “hay que vivir para ver”.

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