Al cabo de los años

Lorenzo Madrigal
04 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

Un hijo afectuoso (de pila bautismal), ahora un hombre de voz fuerte y carraspeante, se ha dado a la tarea de contar mis años y me recuerda que estoy próximo a cumplir sesenta de vida profesional. Periodista, en su importante columna me llama “El retratista” (lo que me suena a novela de Agatha Christie). Como esta celebración sería sin reportajes, que ya muchos me han hecho y no hallándome ante la dulce Margarita Vidal, quien en los suyos ha cuidado bien mis defectos, me formularé yo mismo algunas preguntas:

Hola, ¿cómo estás? Hola, ¿cómo estás?

¿Cómo te ves ahora? Mal.

¿Por qué tantos años de caricaturista? Empezó como una afición y se fue quedando. El tiempo pasó, como pasa un automóvil sin detenerse, y yo iba en él.

¿Qué más quisiera ser? Ya no es posible, vuelvo a Dios y no sé si me vuelva a crear.

¿Qué familia le queda? Muy poca. Tuve dos hermanos o tres, pues a Raúl no lo conocí, porque murió cuando yo estaba en el vientre de mi madre. Lo adoro, es mi angelito.

¿Qué fue de los otros dos? Murieron. A ambos los quise, pero Javier lo fue todo para mí y para muchas personas. Y no más preguntas personales.

¿Por qué no se casó? No me he casado, que es distinto. Al sabio Andrés Holguín le hicieron un día la misma pregunta y contestó: “Por definición”. No entendí, pero pienso igual.

¿Quiso ser sacerdote? Y aún quisiera serlo.

¿Cuándo comenzó a dibujar? De niño. Sobre las baldosas tibias de mi casa, en Medellín.

¿Estudió para ser abogado? Sí y entiendo un poco del derecho, del que no se respeta.

¿Qué me dice de sus colegas? A todos los admiro (tos). De Betto, la condensación; de Mico, el humor; de Vladdo, la prepotencia; de Alfín, que hace falta, luego es bueno; añoro la sabiduría de Nieves y al iluminado Jarape. A Alfredo Garzón, como a Jaime después de muerto, se lo robó la izquierda. Matador, buen amigo, “marranea” con Duque, opción que nos salvó de algo aterrador. A poco, estaríamos emigrando. No nombro a otros que considero emulación peligrosa.

¿Pero es que usted es de derecha? Nací de ese lado de la calle, sin carnet. Laureanista no vergonzante, en especial si voy al cementerio y miro “la quietud de los que fueron”, como en el verso de Silva. Fue el mejor de su tiempo.

¿Y le dio por escribir? Sí, qué vaina. Guillermo Cano estuvo un poco en eso. No me vi obligado a ser chistoso, como tal vez se pensó que debería serlo. Al expresidente adjunto, Enrique Santos, por ejemplo, no le hicieron gracia mis críticas.

¿Usted se peleó con él? No, no. Lamenté no haberlo tenido de presidente, hubiera sido la inteligencia en el mando, sin demeritar a Juan Manuel. Con los Santos no se pelea en este país que les tocó.

¿No está cansado? Sí, ya no más, por favor.

¿Se reconoce usted mismo en este reportaje? Ni me conozco ni me reconozco y hasta en el espejo me veo al revés.

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