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Al que madruga Dios le ayuda

Tatiana Acevedo Guerrero
29 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.

Una gran mayoría de interpretaciones populares así como muchos comentarios académicos sobre el neoliberalismo lo entienden como la adopción de un marco de políticas basado en una doctrina macroeconómica. Esta doctrina tuvo sus orígenes en las décadas de 1960 y 1970 como una teoría económica formulada por primera vez en Estados Unidos. Promueve la privatización o la asignación de derechos de propiedad privada a fenómenos sociales o ambientales que antes eran de propiedad estatal o comunal. También respalda la mercantilización (o asignación de precios a recursos como el agua, que antes estaban protegidos del intercambio de mercado). Predica el retroceso de la injerencia estatal en áreas de la vida social y ambiental, y al mismo tiempo, la intervención estatal para facilitar la privatización de esferas cada vez más amplias de la vida social y ambiental. Finalmente, la doctrina neoliberal también alienta a los Estados a administrar los servicios públicos restantes como empresas privadas competitivas.

Partiendo de esta comprensión del neoliberalismo como doctrina, algunos autores y políticos señalan que los grupos dominantes en todo el mundo utilizan argumentos neoliberales para llevar a cabo lo que de hecho es un proyecto de clase. Desde este punto de vista, el neoliberalismo es entendido como un conjunto de políticas públicas que han enriquecido a los poseedores de plata, al tiempo que han conducido a una creciente desigualdad, inseguridad y pérdida de servicios públicos, como la salud, la educación, el drenaje y la luz.

Desde otras orillas, la profesora Wendy Brown nos habla de una racionalidad política neoliberal. Es decir, un modo de gobernanza que abarca, pero no se limita al accionar del Estado. Una racionalidad que produce unas formas específicas de ciudadanía. Que construye formas particulares de comportamiento y que le da forma a una nueva organización del día a día. A diferencia de lo que podríamos pensar, la racionalidad neoliberal no se centra única o principalmente en la economía; en cambio, implica la extensión y difusión de los valores de mercado a todas las instituciones y acciones de nuestras rutinas. Así, ni el mercado ni el llamado comportamiento económico racional son naturales como una mata de mango. Ambos están organizados por medio de leyes, instituciones políticas e intervención política casi diaria. Los mercados deben estar dirigidos y protegidos por la ley y las políticas, así como por la difusión de normas sociales diseñadas para facilitar la competencia. Esto no significa que el mentado mercado esté controlado por el Estado, sino que el mercado es el principio organizador y regulador del Estado y la sociedad; el Estado responde a las necesidades del mercado mediante, por ejemplo, políticas monetarias, fiscales o educativas.

Quizá lo más importante desde este punto de vista es la extensión de la racionalidad económica a dominios antes no económicos, como la conducta individual, configurando a los ciudadanos de un orden neoliberal. El neoliberalismo construye e interpela normativamente a las personas como actores empresariales en todas las esferas de la vida. Representa a los hombres y las mujeres como criaturas racionales y calculadoras cuya autonomía moral se mide por su capacidad emprendedora y de autocuidado. Es decir, su capacidad para satisfacer sus propias necesidades (educativas, de salud y alimenticias) y atender sus propias ambiciones sin ayuda alguna. Capacidad para no depender de nadie ni esperar ayudas del Estado y para hacer plata a como dé lugar. En esta medida podría decirse que aquellos que emprenden una carrera de narcotráfico luego de infancias pasadas por hambre y educación sin nivel son producto estelar de este tipo de racionalidad política neoliberal. Así como lo son los miembros de bandas dedicadas al hurto y la extorsión. Cada quien por su cuenta en un camino hacia la solvencia económica.

El neoliberalismo está, en este sentido, vinculado menos a dogmas económicos o proyectos de clase que a mecanismos específicos de gobierno y modos reconocibles de crear cierto tipo de poblaciones que, sin ningún soporte ni redes de apoyo, pueden perderlo todo con un tropiezo. Fue el caso de muchas familias durante la pandemia. De miles de venezolanos que caminaron sin nada desde Bogotá hasta Maracaibo, pasando por Bucaramanga, y tras no encontrar nada tuvieron que emprender de nuevo el viaje de retorno hasta la terminal de transportes de Salitre. De miles que en realidad no son de uno y otro país, sino más bien de lo que siempre ha sido una zona de fugas y precariedades entre el gran Santander, el Cesar y la Guajira, que ancestralmente no conoce fronteras.

Privada de cualquier mano tendida que no provenga de la efímera caridad de ricos y primeras damas, una generación duerme en la calle.

 

Tomás(46762)30 de noviembre de 2020 - 12:23 a. m.
"Ah, es que los pobres son pobres porque quieren" calza perfectamente dentro de ese pensamiento neoliberal.
Alberto(3788)29 de noviembre de 2020 - 11:21 p. m.
Magnífica exposición, excelente análisis. Gracias, Tatiana Acevedo Guerrero.
Bernardo(31155)29 de noviembre de 2020 - 07:02 p. m.
Quedé SÚPITO con su colofón venezolanista... (¿Producto, acaso, de un facilista diagnóstico del neoliberalismo? ¿Algo así como tomado de alguna cartilla? (Porque no cita autor alguno))...
  • Tomás(46762)30 de noviembre de 2020 - 12:22 a. m.
    El caso de los venezolanos errantes es un ejemplo. Antes mencionó "es el caso de muchas familias durante la pandemia" y no estaba refiriéndose únicamente a las venezolanas.
Periscopio(2346)29 de noviembre de 2020 - 04:31 p. m.
Al que madruga Dios le ayuda, pero el que madruga demasiado encuentra todo cerrado.
Manuel(6280)29 de noviembre de 2020 - 03:54 p. m.
Colombia es uno de los último reductos del neoliberalismo. En los paises serios ya fracasó y fue desechado ...
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