En el día Internacional de la Lengua Materna 

Al rescate de las lenguas originarias; esencia de nuestra identidad

Columnista invitado EE
21 de febrero de 2018 - 02:43 a. m.

Por: Hélène Papper, Directora CINU Bogotá

Con la primera celebración del Día Internacional de la Lengua Materna, hace 18 años, se logró no sólo una reivindicación contundente del carácter multicultural de los pueblos, sino del valor intrínseco e innegable de las lenguas originarias como motor principal de las dinámicas culturales de socialización y convivencia armónica entre comunidades y habitantes del mundo, y de los mismos con su entorno y la naturaleza.

A partir de ello, vivimos nuestra lengua en ese espacio vivo y vibrante de transmisión, intercambio, generación y reproducción de conocimientos. Dicha práctica cotidiana elemental nos sumerge en el sentido mismo de nuestra existencia como seres sociales. 

Es a partir de la comunicación y la articulación de nuestra lengua que expresamos identidad, consenso, desarrollo, progreso y, en últimas, paz. El mundo necesita desarrollar nuevos idearios de política social en los que la diversidad que nos representa como ciudadanos del mundo no quede anulada, sino que, por el contrario, nos fortalezca en valores y principios de humanidad, equidad y desarrollo sostenible.
No es casualidad que la comunicación sea mejor articulada a partir del uso de nuestra lengua materna para generar y promover incluso los más complejos fundamentos de ética y espiritualidad; de expresión y puesta en práctica de sentimientos, principios y valores humanos.

Colombia cuenta hoy por hoy con más de 60 lenguas indígenas y criollas que aún se hablan en ámbitos locales y regionales. A ello sumamos otro número indeterminado de variedades o dialectos de éstas mismas lenguas. En conjunto, me refiero a un sinnúmero de lenguas y dialectos agrupados en más de 20 ramificaciones lingüísticas, habladas en la actualidad por cerca de medio millón de indígenas en el territorio nacional. 

Devolverle el valor real y sustancial a las lenguas originarias, en su enorme diversidad, nos abre ventanas de oportunidad para la configuración de “futuros posibles”, donde podemos reencontrarnos con nuestra realidad cultural y ancestral y moldear sociedades más justas. 

El Día Internacional de la Lengua Materna nos remonta a un incidente ocurrido hace 66 años, en momentos en que Bangladesh se enfrentaba a la ocupación por parte de la policía y el ejército del Estado Pakistaní. Allí, en pleno centro de la capital, Dhaka, la fuerza pública abrió fuego contra una multitud estudiantil bengalí, que reclamaba la preservación del Bangla como lengua oficial.

El 21 de febrero del año 2000, la Organización de las Naciones Unidas instauró el Día Internacional de la Lengua Materna; fecha que sigue siendo celebrada por los Estados miembros, con el objetivo de promover el respeto a la diversidad lingüística y al plurilingüismo.

En un mensaje leído durante la ceremonia, el entonces Secretario General de la ONU, Kofi Annan, reafirmó la importancia de preservar la diversidad de las lenguas y pidió mayores esfuerzos para preservar las lenguas como un patrimonio común de la humanidad.

El Libro Rojo de las Lenguas Amenazadas, publicado por la UNESCO, estima que hacia el final del siglo en curso, cerca de 7,000 lenguas originarias del mundo habrán desaparecido por completo, entre ellas, 6,000 lenguas indígenas. Colombia no es ajena a dicha realidad.

Globalmente, es preciso mantener viva esa “herencia oral”, la multiculturalidad que nos permea desde nuestros orígenes y que debe partir de la sabiduría ancestral de los pueblos indígenas para fortalecer la tan necesaria convivencia pacífica que reclama el planeta.

Una mirada al origen etnolingüístico de PAZ entre los pueblos indígenas de Colombia, revela que cualquiera de ellos entiende dicho concepto desde una óptica de armonía, equilibrio y respeto por la naturaleza y los seres vivos. Sin duda, debemos reaprender mucho de esa sabiduría.

Hoy por hoy, existe abundante documentación científica de la era prehispánica, que permite establecer con absoluta claridad el origen predominantemente indígena de los colombianos. Fueron los habitantes de la Colombia amerindia quienes perfilaron, desde mucho antes de la colonización española, su  identidad étnica y cultural de base. 

Se ve con preocupación cómo los pueblos nativos del mundo permanecen particularmente vulnerables a las violaciones de sus derechos. A nivel global, los pueblos indígenas se enfrentan a una calidad de vida considerablemente inferior y seguridades más limitadas en el acceso a servicios de salud, educación, vivienda, tenencia de tierras, acceso a la justicia y protección social. 

El año pasado, el Centro de Información de las Naciones Unidas para Colombia, Venezuela & Ecuador lanzó una alianza de particular valor con la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, que aprovecha su espacio de radiodifusión virtual Dachi Bedea (Nuestra Voz en Emberá), y busca otorgarle renovada prioridad al diálogo con comunidades en sus lenguas tradicionales. 

Colombia, ese maravilloso país, bendecido con la riqueza de su diversidad lingüística, cultural y medioambiental. No dejemos pasar por alto las lecciones ancestrales de sus pueblos indígenas, de sus lenguas y tradición oral, que serán esenciales en el propósito de edificar bases sólidas de un país en paz.

Regresemos, pues, a través del uso de esas lenguas ancestrales originarias, al replanteamiento de una hoja de ruta de Desarrollo Sostenible y la revalorización de la humanidad, donde todos hagamos parte, nuevamente, de un enramado social y cultural que nos convoque a todos, sin excepciones, como "hijos" iguales de la Madre Tierra, donde imperen esos principios básicos de armonía y convivencia global.

‘ Al morir una lengua indígena, perdemos siglos de conocimientos y tradiciones que han contribuido a forjar lo que somos'.

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