Alerta naranja

Iván Mejía Álvarez
07 de noviembre de 2007 - 05:28 p. m.

Los síntomas, las señales, las evidencias o como usted las quiera llamar están ahí, no son un invento del cronista, son detectables durante la última quincena del desarrollo del fútbol profesional colombiano. Algunas muestras, nada más que algunas, de lo que está pasando, de lo que se está incubando:

- Un bus cargado de hinchas que viajaba de Medellín a Cali es detenido por la Policía y encuentran que los "barras bravas" llevan cuchillos de todos los tamaños, armas de fuego, drogas al por mayor y hasta una granada. Sí, es cierto, ¡una granada! Las imágenes del noticiero fueron impactantes. Esos tipos no iban para un partido de fútbol, esos tipos iban a acabar un estadio o a asaltar un batallón del Ejército.

- Las imágenes fueron: la tribuna del Júnior agrediendo a la Policía, buscando acabar con la barra del visitante América, cubiertos con pasamontañas, tirando todo tipo de proyectiles, peleando abiertamente con la fuerza pública. Una asonada, un acto terrorista en pleno. Dramático.

- El Pibe salido de la ropa mostrando un billete al juez Óscar Julián Ruiz, tras la sanción de un clarísimo penalti a favor de América. Increíble, El Pibe en esas para justificar el fracaso del elenco barranquillero.

- Heridos por enfrentamientos entre las barras del Nacional y el Tolima en un partido jugado en Ibagué. Cinco heridos. Hubo armas de fuego, armas blancas y de por medio todo el "cachimbombo" que se le antoje.

- Un técnico, Diego Umaña, del América, haciendo con las manos la señal de entregar billetes al árbitro, insinuando que estaba comprado, en desarrollo de Millos-América, tras la sanción de un penalti que no fue y la omisión de un visible penalti a favor de América. Y ni hablar de sus declaraciones y de la respuesta del técnico adversario Vanemerak indicando que Umaña sabía quiénes eran sus ‘patrones' en otras épocas. Claro, Umaña no lo dijo, pero todos saben quién era el ‘patrón' de Vanemerak. Grotesco y desagradable.

- Un árbitro herido por un proyectil en Barranquilla, tras invasión de un aficionado al campo de juego. Y una asonada de la barra del Cali contra la junta directiva del elenco verdiblanco por la pobre actuación del elenco azucarero.

- Declaraciones de un hijo de Gilberto Rodríguez, todavía no desmentidas ni aclaradas, indicando que el actual vicepresidente de la Federación Colombiana de Fútbol y presidente de la Difútbol, Álvaro González Alzate era "el jefe de jefes" de la compra-venta de partidos y que todavía seguía siéndolo. Son fumarolas, señales, indicios, atisbos, algo está pasando, el volcán está inquieto y las muestras de violencia son demasiado evidentes como para que no se haga nada y no se ajusten tornillos.

Las medidas de las autoridades competentes, tanto en lo civil como en lo deportivo, han sido tibias y laxas. Una tímida amonestación a la plaza de Barranquilla por la agresión al juez, una fechita a quienes protagonizaron el virulento y bochornoso episodio del señalamiento a "quienes eran sus patrones", mutis por el foro en el caso de González Alzate, pues nadie quiere ponerle el collar al perro y estudiar la veracidad de las denuncias. Nadie hace nada.

Todo sigue igual y en quince días se inician las finales. El tema está movido, las señales son evidentes y alguien tiene que ponerse al frente del asunto que amenaza con convertir el fútbol en un motivo de escándalo de marca mayor. Es hora de que el presidente de la Dimayor, Ramón Jessurum, tome cartas y con mano fuerte inste a los tribunales a cumplir el peso de la ley deportiva y que mancomunadamente con la fuerza pública pida que se apliquen correctivos serios para que el torneo no vaya a terminar con muertos.

Es hora de decretar la alerta naranja. El volcán emite fumarolas, por dentro está muy agitado, todos quieren ganar a como dé lugar y es hora de verle la mano fuerte a don Ramón.

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