“Altamente irresponsable”

Juan Felipe Carrillo Gáfaro
06 de mayo de 2020 - 08:20 p. m.

En mi columna anterior intenté sin éxito abogar por los niños y por la posibilidad de que puedan salir una vez al día durante el confinamiento. Y digo sin éxito porque, pese a que El Espectador dedicó un artículo sobre el tema, me quedé con la sensación de que mi mensaje no fue lo suficientemente claro. Esto lo reconfirmó un lector al comentar que mis palabras eran “altamente irresponsables”, mientras otro personaje me trató de imbécil por Twitter. Me quedé pensando hasta dónde mi preocupación por la salud mental de los niños confinados merecía esos calificativos y decidí volver a escribir sobre lo mismo.

Mi propuesta era la siguiente: dejar salir a los niños al menos una vez al día por un espacio de 20 minutos, siempre en el mismo horario, siempre en desplazamiento (no ir a jugar al parque), acompañados de uno de sus padres e invitando a las personas sin hijos a quedarse en su casa en ese momento. Si todos los días parece “demasiado”, también se podría hacer por rangos de edades cada dos o tres días o algo así.

La propuesta estaba sustentada en las discusiones que se dieron hace unos días en España, donde al intentar desenredar esta madeja del “desconfinamiento”, el tema de los niños se volvió prioritario por la sencilla razón que hasta hace poco no habían podido salir a la calle. En Inglaterra o en Alemania, por ejemplo, el debate nunca ha existido porque no se les ha quitado esa posibilidad.

Me gustaría volver rápidamente sobre algunas de las consecuencias de este encierro en los menores de edad: depresión, miedo a salir después de muchos días de encierro, obesidad, inseguridad y ansiedad, entre otros. A esto hay que sumarle lo que desde un comienzo muchas personas advirtieron: el confinamiento es un detonante de la violencia doméstica, y entre más días pasen, el riesgo de que esta se incremente y perdure es cada vez más alto. Ni siquiera las familias más estables están exentas de caer en este círculo.

Si sumamos las preocupaciones de los adultos en este momento a la dificultad de educar a los niños en las casas y a la necesidad de salir a respirar, estamos frente a situaciones que podrían ser, a largo plazo, igual de graves que la misma pandemia. Es inaceptable decir que, como lo sugirió un especialista en el artículo de EE, esta iniciativa se explica solo porque “hay muchos papás desesperados que ya no saben qué hacer con sus hijos en casa.” Insisto: nadie está hablando de que abran de nuevo los colegios y mucho menos los parques, solo se trata de salir a tomar aire, de cambiar de ambiente así sea por un par de minutos. ¿Al no dejarlos salir ni cinco minutos, no estamos atentando contra sus derechos? ¿Estoy sonando “irresponsable”? Me cuesta trabajo creerlo y apuesto a que la mayoría de las familias con niños en Colombia está de acuerdo conmigo.

Si de irresponsabilidad se trata, habría que mencionar a los que han dedicado la cuarentena para armar fiestas; los que han intentado politizar las hasta ahora prudentes decisiones del gobierno; los que creen que esto no está pasando; los que están convencidos de que no importa si el sistema de salud colapsa con tal de que la economía se salve; los que se están confiando en la hidroxicloroquina como tratamiento milagroso; los que insultan o amenazan a aquellas personas que lo están dando todo por salvarnos la vida si nos enfermamos de gravedad.

Hasta ahora, y llevo ya cinco semanas diciéndolo, debemos estar orgullosos de nuestros gobernantes (alcaldesa y presidente por favor dejen de lado los pulsos de poder) y de sus decisiones, de los que le han puesto el pecho a la enfermedad (tal y como lo sugirió Matador), de los que han cumplido las normas pensando en los demás. Esa misma responsabilidad de todos los anteriores es la que me invita a sugerir de nuevo que los niños no pueden seguir encerrados.

Todos merecemos que este debate se haga más visible y se busquen alternativas razonables para encontrar una solución. Se trata de buscar un equilibrio de bienestar para todos pues no tiene ningún sentido que los niños sean las víctimas silenciosas de los excesos de los adultos. Por favor no olvidemos que el confinamiento es una solución para que no colapse el sistema de salud y así ganar un poco de tiempo para prepararse, y no para eliminar el virus.

En ese sentido, hay que aprender lentamente a vivir con él hasta que llegue la vacuna y para eso habrá que defender la vida a través de la responsabilidad individual y social. Como lo mencionó con claridad A. Merkel la semana pasada: “Si mostramos la mayor resistencia y disciplina posibles en esta pandemia, podremos volver a la vida económica, social y pública de la manera más rápida y sostenible”.

Algunos lectores dirán en medio de la obviedad que Colombia no es Alemania (¿En serio?), y que por esa razón las cosas son como son. Sin embargo, ese argumento no servirá de mucho cuando los niños salgan de nuevo. De todas maneras, por más desobediente que sea nuestra cultura, tendrán que hacerlo en algún momento y casi mejor que lo hagan en compañía de adultos aún lúcidos y no de seres humanos agotados por el encierro. Las implicaciones de nuestros actos tienen, hoy más que nunca, un significado preponderante en la vida del otro y entre más rápido lo entendamos, más fácil será volver a una nueva “normalidad”. Este trabajo depende principalmente de nosotros.

@jfcarrillog

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