Ambiente, ciencia y tecnología

Julio Carrizosa Umaña
15 de febrero de 2019 - 03:15 a. m.

Haroche, Premio Nobel de Física, lo dice claramente: sin educación no hay buena ciencia; sin embargo Colombia ya lleva varios años con un alto nivel de enseñanza de ciencias básicas, algunos de los colombianos entrenados aquí son reconocidos científicos a escala internacional, pero es claro que Colombia como país no es tenido en cuenta en los procesos científicos y tecnológicos internacionales y que nuestros industriales solo raras veces acuden al conocimiento científico para innovar. Eso no sucede únicamente en Colombia.

William Maloney, quien también forma parte del nuevo grupo de sabios, lideró hace poco un estudio internacional para saber por qué los países menos ricos no muestran adelantos en su capacidad de innovar. Paralelamente el gerente general del Banco de la República insiste en que será imposible mejorar significativamente la situación si no se logra aumentar la velocidad del crecimiento de la economía y que esto solo es posible aumentando la productividad.

En columnas pasadas he anotado cómo el problema no es fácilmente solucionable e insistí en que hay interrelaciones con el ambiente, la geografía y la historia de cada país que pueden tener que ver con las mentes y las vidas de sus ciudadanos y, por lo tanto, con la posibilidad de que esas mentes generen nuevas tecnologías y productos. Reconocí también que esa hipótesis hoy está completamente desacreditada tanto en la derecha como en la izquierda y en el centro, debido a que se opone al optimismo general generado por filósofos políticos y educadores a partir del siglo ilustrado, el XVIII, o sea que no coincide con las ideas de progreso, revolución, crecimiento y desarrollo. El reconocimiento de la fuerza de esas interrelaciones entre el medio y la economía no es nuevo y a principios del siglo XX se simplificó en el determinismo geográfico. Hoy la tesis es una parte del pensamiento complejo que incluye otras formas de llegar al bienestar humano no necesariamente relacionadas con el progreso ni con el desarrollo, mucho menos con la productividad y el crecimiento.

El estudio liderado por Maloney llega a conclusiones muy detalladas y califica como “complejo” lo que hay que hacer para ser un país innovador. Sería interesante que el Comité de Sabios profundizara en esa calificación y estudiara si lo que se necesita es precisamente innovar en la ciencia económica, tal vez la que más necesita de esas “ideas nuevas” que los innovadores buscan.

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