¿Amor, amores? ¿Amor es?

Mar Candela
09 de noviembre de 2018 - 09:57 p. m.

Prometí que dedicaría las ultimas reflexiones de este año al amor y aquí estoy de nuevo.

Todas las personas sabemos que no existe nada más tentador, excitante y pasional que lo prohibido. Y eso incluye los amores prohibidos. Acá vivimos oleadas de invasión romántica, tsunamis emocionales que nos quiebran la vida entera.  Ese amor del “porque si” que no pensamos, que no racionalizamos. Que no decantamos conscientemente y consecuentemente. Es apenas comparable con brujería, borrachera o efectos químicos, y no es para menos, ya que el amor es una droga.

El amor puede llevarnos a enajenaciones transitorias que traicionan nuestra ideología y la fuerza poderosa que anula nuestros principios más sólidos. Es indiscutible que el amor es una de las sensaciones más extraordinarias de las que podemos disfrutar las personas. El amor libera dopamina que es el neurotransmisor que está presente en diversas áreas del cerebro y que es especialmente importante para la función motora del organismo. La dopamina es importante en todas las respuestas nerviosas que están relacionadas con la expresión de las emociones; es tan importante que se puede administrar dopamina en el tratamiento de diversos tipos de shock. Libera también serotonina, una sustancia química producida en nuestro cuerpo que transmite señales entre los nervios y también funciona como un neurotransmisor. Es considerada por algunos investigadores como la sustancia química responsable de mantener en equilibrio nuestro estado de ánimo, por lo que el déficit de serotonina conduciría a la depresión. Y otra sustancia que libera es la oxitócica, hormona relacionada con la conducta sexual, con la felicidad y con el sentimiento maternal y paternal. Contribuye a modular el estado de ánimo, así como a solidificar las relaciones sociales entre las personas. 

Es absurdo que pensemos que por feministas esta droga tan poderosa, como lo es el amor, deje de afectarnos.  Y entramos en crisis cuando no logramos canalizar el amor como lo tenemos impuesto en nuestro entendimiento. Es hora de replantear el concepto de lo que es romántico   y entender que lo que hemos aprendido de amor romántico se llama posesión y sufrimiento. El romance debería ser otra cosa muy diferente.  Hay que replantear el romance y proponerlo como un proceso que nos sirve para romper las cadenas que nos aprisionan, y para alcanzar la tranquilidad sexoafectiva.

El amor romántico como lo hemos entendido sacude negativamente nuestra vida en todo sentido: cuando de repente alguien entra en nuestra vida y pone patas arriba todo: muchísimas personas dejan todo y cruzan “medio mundo por ese amor”. Nuestra rutina, nuestros horarios, lugares, ritmos y costumbres son alterados por nuestros sentimientos, que a menudo resultan ser contradictorios e intensos. Una persona enamorada sin consciencia, sin entendimiento de lo que sucede a nivel químico, psicológico y moral es capaz casi de cualquier cosa por su amor, pasando a menudo por encima de sus prejuicios, creencias, costumbres, manías y normas.  Eso no es grave. Lo grave es que también pasa por encima de sí misma, de todo lo que ha construido y creído. De todos sus valores y principios. Hasta convertirse en una personal de doble moral.

Enamorarse fuera del matrimonio, por ejemplo, les sucede incluso a quienes dicen creer firmemente en el matrimonio y permanecen fieles por años. Les pasa también a quienes ponen el grito en el cielo frente al adulterio. Les pasa a no pocas personas: las realidades de tantas familias construidas alternas a matrimonios católicos incluso a familias “divinamente” demuestran que no somos seres radicalmente monogámicos y que nos gusta lo prohibido.

Herbert Marcuse  (Berlín19 de julio de 1898 – StarnbergAlemania Occidental29 dejulio de 1979) filósofo y sociólogo judío de nacionalidad alemana y estadounidense, una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de Frankfurt, afirmaba que la represión instintiva y la liberación sexual humana no supondrían el final de la civilización. Que la liberación de la represión humana permitiría la gratificación, sin dolor, de las necesidades, y la dominación ya no impediría sistemáticamente la gratificación.  

Para él, la liberación de Eros podría crear nuevas y durables relaciones de trabajo; el mundo no se acabaría y las personas no nos destruiríamos entre nosotras mismas. Marcuse acuña un término para explicar este proceso: la autosublimación de la sexualidad: “El término implica que la sexualidad puede, bajo condiciones específicas, crear relaciones humanas altamente civilizadas sin estar sujeta a la organización represiva que la civilización establecida ha impuesto sobre el instinto”.

Estoy de acuerdo con todo lo que dijo Marcuse, y creo que podemos empezar por comprender que el amor es una droga que puede ser droga medicinal o droga adictiva, por tanto peligrosa, al punto que puedes terminar matando a razón “del amor”. Hay que racionalizar el amor para poder empezar el camino que propone Marcuse, el cual estoy segura es el camino saludable del amor. Obviamente racionalizar el amor es más desgastante que vivirlo “porque sí”. No obstante, nos trae autonomía afectiva y al final eso es libertad.

Todas las formas de amar son posibles si amamos a consciencia con razón y no “porque si”.  Racionalizar el amor debe ser una apuesta política desde la educación que lograra desmontar cualquier intento de justificación a los feminicidios.

* Ideóloga, Feminismo Artesanal

Agradecimientos:  a la ilustradora colombiana Margarita López Ardila.

 

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