Aniversario de Marx

Santiago Montenegro
21 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.

Este 201, de tantos acontecimientos y aniversarios, se cumplen también 200 años del natalicio de Karl Marx. En varios cursos de mi pregrado en economía lo estudié bajo la tutoría de Paulo Sandroni, profesor brasileño, quien había llegado exiliado, proveniente de Chile, después del golpe de Pinochet.

Por supuesto, hice bien en estudiarlo, pero, mirado en perspectiva, siempre he lamentado no haber conocido desde temprano otros enfoques y autores. Porque, en economía, el marxismo se presentaba como la única alternativa a las teorías neoclásica y keynesiana, y como teoría sociológica y filosófica ejercía un dominio cuasi monopólico. Complementar el estudio del marxismo con otros enfoques se justifica por varias razones. En primer lugar, porque como teoría económica su concepción está centrada en la teoría de la producción y carece de una teoría de la circulación y del intercambio de mercancías y, por lo tanto, no explica otros fenómenos críticos, como la formación de precios. Por supuesto, Marx comprendió muy bien el papel del mercado, pero pensó que, en el largo plazo, el misterio y la suerte del capital estaría determinada solo en la esfera donde se producen los bienes, en quienes los producen, en las relaciones de poder que se establecen y en el plus valor que genera el proceso productivo.

Además de muchísimos economistas, la esfera de la circulación de mercancías y de la demanda fue analizada desde el siglo XIX por varios sociólogos que, a diferencia de Marx, sí comprendieron sus enormes implicaciones para el devenir y, en últimas, para la consolidación de la economía de mercado. Autores como Webber, Durkheim, Simmel y el mismo Tocqueville, argumentaron cómo el intercambio de mercancías, que Marx desdeñó como un fetiche, fue crítico para crear lo que hoy llamamos la sociedad moderna, al permitir la subjetividad individual y la idea de libertad, para destruir las viejas relaciones sociales en donde una sola conciencia moral lo invadía todo, y para formar una concepción de la vida humana como agencia, que capacita para construir autónomamente planes de vida.

La tercera razón para estudiar a otros autores es la concepción filosófica de Marx y, en últimas, su concepción del ser humano. Marx fue un hijo de la Ilustración y, como tal, soñó por construir un mundo fraterno, justo, guiado por la razón y libre de toda arbitrariedad y superstición. Pero también cayó en su pretensión por alcanzar unas leyes para explicar las relaciones humanas, leyes que, presumía, tenían la misma precisión científica de las nuevas teorías de las ciencias naturales, que describían el comportamiento del mundo material, como la teoría de la gravedad de Newton. Al igual que otros pensadores de diversas ideologías, Marx creyó haber encontrado las “verdaderas” leyes de la sociedad y de la historia. En el siglo XX, muchos de sus seguidores, filósofos, intelectuales y, especialmente, políticos, sintiéndose poseedores de esa verdad revelada, pretendieron crear el paraíso en la tierra y solo lograron construir los regímenes más atroces y sanguinarios que, quizá, hayan existido sobre la faz de la tierra. De esta forma, los nombres de Marx, de Hegel y otros filósofos están asociados a las “soluciones finales” de felicidad y fraternidad que pretendieron construir el Duche, el Führer, Stalin, los Castro, los Chávez y todos los que, teniendo el poder político, se creen poseedores de la “verdad”.

Todas estas son razones suficientes para estudiar y comprender bien el legado de Marx.

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