Años de turbulencia

César Ferrari
27 de junio de 2018 - 07:20 a. m.

Se ha venido anunciado una rebaja de impuestos a las empresas, lo que es razonable. No es claro si la también mencionada reducción de la evasión y elusión tributaria pueda compensarla, en todo caso, no de inmediato. Se ha propuesto también no cobrar el IVA durante 6 días cada mes, lo que parece absurdo; gran parte de la facturación mensual se concentraría en esos días.  

Se ha anunciado así mismo una reducción del gasto fiscal eliminando rubros superfluos. Lo curioso es que mientras los países de la OCDE tienen niveles de gasto estatal de 40-50 por ciento del PIB, el Ministerio de Hacienda y Crédito Público (MHCP) proyecta que el gasto del gobierno central en Colombia para el 2018 será 18.2 por ciento del PIB, incluyendo una inversión de 1.7 por ciento. Resulta explicable: la recaudación tributaria será 13.6 por ciento del PIB y la recaudación total 15.1.

El reducido nivel de inversión del gobierno central sería compensado más intensamente a través de un mayor número de alianzas público privadas. Pero si el sector privado se dedica a invertir en las carreteras o aeropuertos que debería construir el Estado, ¿con que recursos construirá las fábricas que el crecimiento económico acelerado requiere?

Tampoco debe olvidarse que los resultados de la reforma tributaria de 2016 se quedaron cortos: los ingresos siguen siendo muy pequeños comparados, el déficit proyectado para el 2018 es de 3.1 por ciento del PIB, las empresas siguen siendo insuficientemente competitivas y la inequidad en la distribución del ingreso sumamente elevada. 

Hay más, la tasa de ahorro proyectada por el MHCP para el 2018, 18.8 por ciento del PIB, sigue siendo reducida, al igual que la tasa de inversión, 21.6 por ciento; las tasas proyectadas para 2019 son similares. Suenan diminutas si se comparan con las chinas: según el Banco Mundial, en los años 2011-2015 las tasas promedio fueron 49.7 por ciento y 47.1 por ciento, respectivamente.

Con esas tasas colombianas resulta inverosímil una expansión acelerada de la capacidad de producción para soportar un crecimiento elevado del PIB, que en 2017 fue 1.8 por ciento. Si el PIB no crece aceleradamente ¿cómo aumentará notablemente el ingreso de los colombianos?

¿Se podría lograr con ahorro externo? Parece difícil pues no es muy elevado: en 2018 sería equivalente a 2.8 por ciento del PIB, similar al de años anteriores, excepto en 2015 cuando llegó a ser 6.3 por ciento del PIB.

El ahorro externo incluye al endeudamiento externo del gobierno y de las empresas. En 2015, por ejemplo, una combinación de mayor endeudamiento y devaluación cambiaria elevó el saldo de la deuda externa colombiana en 11.5 por ciento del PIB. De tal modo, a fines de 2017 su saldo representaba 39.6 por ciento del PIB. Incluye también a las inversiones extranjeras que en los últimos años se orientaron principalmente a los hidrocarburos y minería: 8089 millones de dólares en 2013, su nivel máximo; en 2017 fueron 4048 millones.

Pero cada vez más los recursos financieros serán más caros y más escasos: en junio de 2018 la Reserva Federal de Estados Unidos elevó su tasa de interés a un rango entre 1.75 y 2 por ciento; anunciando dos alzas más para el resto del 2018. Las tasas comerciales le siguen: el 14 de junio el prime rate (la mejor tasa a los mejores clientes) se elevó a 5 por ciento; un año antes era 4.25.

Por cierto, los flujos externos podrían aumentar si se elevan los precios petroleros y mineros internacionales (según el MHCP, en 2017 el precio promedio de los hidrocarburos colombianos fue 48.2 dólares barril, para 2018 prevé un precio de 59.1).

No obstante, varios hechos sugieren que antes que aumentar van a disminuir. Por ejemplo, Alemania completará la sustitución de sus centrales térmicas en 2020, Francia las cerrará en 2021, el Reino Unido lo hará en 2025, Holanda en 2030 (incluyendo dos que inauguró en 2015); el resto del mundo seguirá tarde o temprano. Así, ¿a quién le venderá Colombia su carbón?

El petróleo pesado tiene un destino parecido. Según Bloomberg New Energy Finance “entre 2025 y 2030 el costo de los autos eléctricos se volverá competitivo respecto de los vehículos que utilizan gasolina, incluso sin subsidios y antes de tomar en cuenta el ahorro en combustible”. De allí, la sustitución será acelerada y la caída de la demanda del petróleo colombiano también.    

Por otro lado, Trump ha iniciado una guerra comercial contra todos. La elevación generalizada de los aranceles conducirá a una elevación de los precios internos en todas partes produciendo una caída del ingreso real mundial que conducirá a una menor demanda de materias primas y, con ello, a una reducción de sus precios. También inducirá una desviación generalizada del comercio mundial: los chinos dejarán de comprar petróleo y soya en Estados Unidos y lo comprarán en Irán y en Brasil y Argentina, respectivamente. Los europeos y los latinoamericanos comprarán más a los chinos y menos a los estadounidenses.

En ese desorden mundial, si Colombia no logra aumentar su competitividad casi de inmediato, es decir la capacidad de vender sus bienes y servicios no primarios a precios que superen sus costos de producción, perderá oportunidades y será invadida comercialmente. Así, crecer en forma acelerada, aumentar la ocupación, reducir la informalidad y mejorar la distribución del ingreso serán inviables.

Aspirar a generar unidad y reducir pugnacidad es loable. Pero si las condiciones económicas son inapropiadas, será un sueño y, como decía Calderón de la Barca, los sueños, sueños son.

* Ph.D. Profesor titular, Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Economía.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar