Ante dos males, optar por el menor

Hernán González Rodríguez
15 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

Tras la convocatoria de la Corte Constitucional para intervenir en la audiencia sobre las aspersiones aéreas con el herbicida glifosato con el fin de detener el crecimiento vertiginoso de los cultivos de coca, de amapola y del propio narcotráfico, me resultan claras las posiciones del presidente Iván Duque a favor de emplearlo y del expresidente Juan Manuel Santos en sentido contrario, continuar impidiéndolo, como lo prohibió él desde 2015.

Aceptemos en gracia de la discusión que Santos tiene la razón, que el glifosato sí es un veneno ineficaz e ineficiente y que “no puede ser que la respuesta a la buena voluntad de 130.000 familias que han expresado su decisión de acogerse a programas de sustitución voluntaria sea fumigarlas con veneno”.

“Aunque se decidiera retomar la aspersión, hoy el 37% de los cultivos ilícitos están en parque naturales, resguardos indígenas y zonas fronterizas donde no se puede fumigar… El resto está entremezclado con productos lícitos. ‘¿Y dónde diablos vamos a fumigar con aviones?’, me preguntaba un general de la Policía hace un par de días”.

Asumamos que también tiene razón, en gracia de la discusión, desde luego, en su solución, la legalización de la droga, sobre la que dijo: “Y esto se logra con un buen control, una adecuada regulación de una oferta y un consumo debidamente autorizado, legalizado, como ya se hace en varios países. Lo ideal es alcanzar un consenso al respecto en la comunidad internacional, pero falta mucho para que se dé”, concluyó Santos.

Del otro lado, afirmó el presidente Iván Duque: “Yo quisiera plantear, respetuosamente, que esta no es una discusión sobre un herbicida. La verdadera discusión es sobre la amenaza y los riesgos que enfrenta hoy nuestro país, por cuenta del crecimiento vertiginoso en los últimos años de los cultivos ilícitos, y las consecuencias que esto trae para el orden público, la seguridad nacional, la protección y el tutelaje de los derechos fundamentales de los colombianos, especialmente de aquellos más vulnerables que habitan las zonas que por años han tenido una presencia de cultivos ilícitos y que se han acentuado en los últimos años… Desde el año 2013 al 1° de agosto del año 2018, el país tuvo el más rápido crecimiento de su historia en cultivos ilícitos, a tal punto que prácticamente se quintuplicaron estos”.

Quien escribe considera que dentro de las más graves consecuencias del crecimiento vertiginoso aludido por el presidente Duque se encuentra una tasa de cambio TRM ($COP/dólar) demasiado baja, la cual no ha crecido a la par con los aumentos en nuestros salarios, energía, alimentos, es decir, con el costo de vida.

Una tasa de cambio baja incentiva las importaciones, las mismas que llegan a competir a precios bajos con la producción nacional, elevando de paso el desempleo. Una tasa de cambio baja desincentiva las exportaciones, porque los dólares que reintegran los exportadores se cambian por pocos pesos colombianos. Ahora bien, se estima que los dólares del narcotráfico, no menos de 15.000 millones de dólares por año, contribuyen a mantener tasas de cambio bajas, no competitivas. En conclusión, los dólares del narcotráfico afectan los ingresos y el empleo de numerosos colombianos.

Estimo que los males que aducen los enemigos de la aspersión aérea con glifosato son mucho menores que los que afectan la seguridad, los ingresos y el empleo de incontables colombianos. Y en un universo sujeto a una evolución violenta, el sentido común nos permite escoger entre dos males el menor, esto es, optar por la aspersión aérea con glifosato.

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