“Antes de tiempo”

Aura Lucía Mera
19 de septiembre de 2017 - 03:00 a. m.

La voz de Patricia Aguirre sale desde el fondo del alma desgarrada. La audiencia siente que se aprieta un nudo en cada garganta y los ojos se nublan de unas lágrimas que pujan por salir. Cada verso inunda el espacio como golpes secos y candentes. Cada sílaba tiene un significado y cae pesada y lenta. La cadencia encadena cada verso hasta completar el poema que penetra lentamente, gota a gota, en la circulación de la sangre de los asistentes que sienten el frío de las tumbas abandonadas y la corriente fría del río que se llevó tantos cuerpos.

Antes de tiempo se titula el libro de poemas con el que Patricia se ganó el Gran Premio de Poesía Ediciones Embalaje Museo Rayo, ese encuentro anual que reúne a las poetas de Colombia, siempre patrocinado y promovido por Águeda Pizarro, la mujer de Omar Rayo, inmortal en su obra y su museo, ya convertido en uno de los principales focos culturales del país.

Antes de tiempo fueron asesinados. Antes de tiempo sus cuerpos se vieron despedazados por las balas traicioneras. Antes de tiempo fueron sacados de sus casas, de sus barrios, arrancados de sus familias para asesinarlos como “falsos positivos” en la era Uribe, de ingrata recordación, que necesitaba mostrar cifras de “maleantes dados de baja” a como diera lugar.

Antes de tiempo está dedicado a ellos. In memoriam de Fair Leonardo Porras Durán, Jaime Steven Valencia, Víctor Fernando Gómez, Jáder Andrés Palacio, Jonathan Soto Bermúdez, Julio César Mesa, Joaquín Castro Vásquez, Daniel Martínez, Diego Marín, Julián Oviedo Monroy, Diego Tamayo Garcera, Elkin Gustavo Verano, Jaime Castillo, Eduardo Garzón Páez, Daniel Pesca y Alexánder Arenas. Falsos positivos. Soacha, Cundinamarca, Colombia.

Como dice Águeda Pizarro en su magnífico prólogo: “Donde Patricia Aguirre ha creado un inframundo de sombras y ausencias donde habitan los desaparecidos, los N.N. y los falsos positivos… no pueden defenderse ni afirmar nada, tampoco pueden negar… sus voces, que alguna vez retumbaban o susurraban desde adentro de sus cuerpos, no se escuchan”, y concluye: “No dice «paremos». No dice «ya no más», sino que nos hace entrar en los cuerpos desaparecidos y sentir su existir y su memoria y su dolor. Para entrar ella misma en aquel inframundo, usó las palabras desnudas de artificio. La palabra es la sangre de la sombra, la palabra es el cuerpo del silencio, el poema es la música profunda del dolor y la resurrección”.

“Soy la tierra estrujada. Soy esa tumba sin lápida / Caliente aún de cielo negro / Soy esta herida, soy esta infancia partida / Soy esta masa hirviendo de sangre y suelo carcomido / Soy el recuerdo de este grito apaciguado / De discursos de perros ciegos. / Soy el olvidado, / Una lista / Un número muerto”.

Me pregunto, todavía con la garganta estrangulada de tristeza, si queremos más guerras, más tumbas blancas, más cuerpos flotando en los ríos, más seres a los que les quitaron su vida antes de tiempo… más lágrimas y más dolor. Creo que llegó la hora de que vuelva a surgir la primavera. La hora de la paz. Patricia, gracias por compartirnos golpe a golpe, verso a verso, tu dolor. Ese infinito dolor que Colombia lleva en el corazón.

 

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