Sirirí

Anticolombianismo

Mario Fernando Prado
16 de febrero de 2018 - 03:45 a. m.

Un amigo me ha hecho notar que hay un sentimiento anticolombiano a nivel internacional que se demuestra con comentarios, desaires, desplantes y algo que aquí llamamos “hacer el fo”. No es sino decir que uno es colombiano para que se manifieste una actitud de rechazo y de desprecio, me aseguró.

A esta animadversión por los connacionales han contribuido las series sobre el narcotráfico en que se les ha ido la mano a los realizadores y productores, atestando los canales de la televisión por cable y las salas de cine con lo que se ha convertido en una repetición de la repetidera en donde se magnifica y exagera el entorno de este mal, que ha logrado que sean más importantes los capos de los carteles que los premios Nobel y las hazañas de nuestros deportistas.

Y por eso se recuerda más a un Pablo Escobar que a un Nairo Quintana y a un Pacho Herrera que un García Márquez, y todo producto de la liviandad mediática de los medios, que por el rating le han vendido su alma al diablo.

Otro factor que nos condena es el de la violencia, llámese delincuencial, política, intrafamiliar, laboral y sindical, entre otras. La cacareada paz que trató de hacer superar los oscuros episodios de la guerrilla y el paramilitarismo ha renacido con las masacres del Eln, que han hecho que la gente se pregunte: “¿Y no dizque se había firmado la paz en ese país?”.

Como complemento de lo anterior están los crímenes contra las mujeres, e incluso los niños, que producen escalofríos y desconcierto porque se habla de un paraíso de la convivencia, y la realidad suele ser otra.

Esas series de las tetas con o sin paraíso, en donde vuelve y juega el ambiente enrarecido de una sociedad enferma, desdibujan también la imagen real de un país que no deja de luchar contra su mal nombre pero que da papaya permanentemente.

Así las cosas, la mirada de desconfianza e incredulidad de que somos víctimas en el exterior no es justificable, pero sí entendible, y si no existe un movimiento que recupere y le dé un justo valor a nuestra patria, el anticolombianismo seguirá su espiral creciente, por culpa —repito— de nosotros mismos.

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