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Aprendizaje: recuperemos lo perdido sin olvidar lo ganado

Camilo Camargo
25 de abril de 2021 - 03:00 a. m.

Quienes estamos en el sector de la educación debatimos constantemente sobre el impacto académico y emocional que ha traído la pandemia para nuestros estudiantes. Específicamente nos preguntamos qué hemos perdido, cuánto y cómo recuperarlo.

En este debate hay dos miradas que podemos contemplar: una que está pegada a lo puramente académico y medible a través de pruebas estandarizadas y que, en efecto, da prueba de la brecha que se ha abierto en el último año; y otra, más cualitativa, que argumenta que los estudiantes han aprendido otras cosas durante la pandemia que no podemos medir hoy, pero que veremos los frutos más adelante.

A mi manera de ver, las dos posiciones son ciertas. En cuanto a la primera, más allá de los estudios sofisticados que se están haciendo, los profesores, los padres de familia y los mismos estudiantes, todos hemos evidenciados de primera mano el costo que ha tenido la educación remota y la falta de colegio. Desde ansiedad, depresión, ataques de pánico y trastornos alimenticios, hasta pérdida en el aprendizaje.

Un estudio reciente de la Unesco revela una pérdida aproximada de dos tercios de un año académico en todo el mundo debido a los cierres de la COVID-19, siendo América Latina y el Caribe de las regiones más afectadas por cuenta de un cierre promedio de 20 semanas, en comparación con 10 semanas en Europa y 4 semanas en Oceanía.

Si miramos solo a Colombia el panorama es aún peor. Después de más de un año del inicio de la pandemia, sólo unos pocos colegios públicos han comenzado la alternancia, por lo que estamos hablando de más de 50 semanas sin abrir en el mejor de los casos, porque la mayoría siguen cerrados. En números, menos del 10% de estudiantes de colegios públicos están asistiendo al colegio presencial. Esto significa más de un año de retroceso en el aprendizaje escolar, si tenemos en cuenta un estudio de Holanda, el cual evidenció que, siendo un país que se encontraba en el mejor de los escenarios (los colegios solo cerraron 8 semanas, hay recursos equitativos para la educación, puntea en las estadísticas, hay acceso a la conectividad), los estudiantes progresaron muy poco o nada mientras estuvieron estudiando desde la casa, lo cual fue equivalente a haber perdido un quinto del año escolar, es decir las 8 semanas que no estuvieron.

Por su parte, McKinsey realizó un diagnóstico de la situación en Estados Unidos que mostró que, en promedio, los estudiantes que iniciaron el septiembre pasado se retrasaron tres meses en lo que respecta a matemáticas y un mes y medio en lectura. Y si se compara con el inicio de la pandemia, se proyecta que los estudiantes van a haber perdido entre 5 y 9 meses de aprendizaje al final de este año escolar.

Si bien todos los estudiantes han padecido la pandemia, quienes aterrizaron en ella con menores oportunidades serán los más perjudicados. Algunos padres de familia pudieron reaccionar rápidamente y contratar tutores, renunciar a sus trabajos para dedicarse a sus hijos, cambiar a sus hijos a colegios que demostraron más estructura a la hora de afrontar el reto de la virtualidad, comprar equipos adecuados, adecuar espacios, mejorar la velocidad de internet. Pero otros, la gran mayoría, se quedaron al vaivén de lo que decidieron los gobiernos y las propias instituciones para ellos y con los recursos limitados, muchas veces sin computador, otras sin Internet y, muchísimas otras sin colegio siquiera, pues los estudiantes se vieron obligados a la desescolarización.

Aunque las condiciones de aprendizaje han mejorado considerablemente en los últimos meses y hoy, virtuales o no virtuales, los currículos y los recursos están más sólidos, si uno mira el estudio de Holanda, el aprendizaje remoto no es la respuesta. En términos de aprendizaje formal, lo que ha vivido la gran mayoría de la población es una tragedia y nos debe llevar a tomar acciones para remediarlo.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Unicef tiene cuatro recomendaciones para responder a la crisis actual:

1. Identificar y contactar a los estudiantes más vulnerables que tienen riesgo de no regresar a la escolaridad.

2. Dar apoyo y acompañamiento a todos los estudiantes para mitigar las pérdidas de aprendizaje.

3. Fomentar distintas iniciativas que apoyen el regreso a clases presenciales.

4. Continuar monitoreando la efectividad de las iniciativas y compartir aprendizajes cuando los colegios vuelvan a abrir.

En este aspecto, podemos arrancar generando conexiones personales y emocionales con los estudiantes. Este año, varios colegios arrancaron enfocados no en lo académico sino en lo emocional. Profesores preguntaban: ¿Tres días para hablar del otro? Les parecía demasiado. Hoy 8 meses después, gracias a ese ejercicio que logró cerrar las brechas emocionales estamos cerrando exitosamente las brechas académicas. Y de eso se trata, de ver a los estudiantes de manera integral, uniendo lo académico con lo emocional, buscando balancear la ecuación.

Debemos trabajar en las conexiones que ganamos con los profesores yendo personalmente a entregar los útiles de los estudiantes o llamándolos a sus casas para verificar que están entendiendo y que están bien, en lugar de las típicas llamadas disciplinarias a las casas cuando algo anda mal. También el revisar al inicio del día cómo se encuentran todos y qué necesitan.

A nivel académico, cada colegio puede trabajar en identificar los vacíos académicos existentes en los estudiantes. Con ese diagnóstico, pueden hacer planes curriculares para remediar las competencias básicas.

Sin duda, lo que más va a ayudar es el regreso presencial a clases. Esto permitirá que los estudiantes se conecten desde lo emocional y desde lo académico para que podamos arrancar a recuperar lo perdido, sin olvidar lo que hemos ganado.

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Javier(08043)25 de abril de 2021 - 04:34 p. m.
muy buena columna, en Bogota la respuesta de el gobierno es pelear con los sindicatos
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